Tenía muchas dudas de si escribir este artículo. Mi parte más inquisitoria me contaba que qué sentido tendría que una hormiga hablara sobre un elefante y que qué iba a poder aportar yo de nuevo que ya no se haya dicho. Y a pesar de que esa parte de mi ha intentado frenarme, finalmente quiero rendir por aquí mi pequeño homenaje a Claudio Naranjo, quien falleció la noche del jueves 11 de julio en Berkeley (EE.UU).
En la mañana del 12, después de haberme despertado de un descanso profundo, me llegó la noticia por varias vías. No me generó gran impacto. Quizás fuera una noticia bastante esperada para los que sabíamos de su estado de salud. Más adelante, lo que empezó siendo algo sin confirmar, acabó siendo oficial a través de su fundación.
Yo creo que la muerte sólo puede superarla uno que en cierto modo muere antes de morir. Claudio Naranjo
No he sentido la tristeza de su pérdida. Y al lado de tantas expresiones de pesar que he vivido a mi alrededor, me he encontrado acusándome de frío. A veces me pregunto si es una dificultad mía la de entrar en el dolor cuando alguien se va. Pero también me encuentro otra respuesta, quizás más afinada. La muerte era un asunto del que Claudio hablaba con bastante frecuencia y nos la hacía tener siempre muy presente. Escuchándolo y leyéndole en entrevistas como ésta, veo que tenía una aceptación tan profunda de la muerte (la propia y ajena) que no podía sentir nada especial cuando alguien marchaba. Y me parece que eso mismo me ha pasado con su marcha.
Mi relación con Claudio no fue cercana. Aunque tuve la suerte de conocerlo y compartir con él dos módulos de su Programa SAT, siempre fue una relación más de oyente/aprendiz que de discípulo. Nunca tuve una conversación privada con él, ni siquiera cuando me atreví a hacerme una foto a su lado y que me firmara uno de sus libros. No fui capaz de decirle nada, ni unas palabras de agradecimiento. Me sentí terriblemente torpe en su presencia. Así que nunca osaría a decir que fue mi maestro. Pero sí puedo decir que fue el maestro de mis maestros. Y es a través de las semillas que dejó su inspiración y su trabajo que yo pude reencontrarme con mi vocación olvidada de psicoterapeuta.
Lo que más tengo que agradecer de coincidir con él no es sólo haber sido testigo en directo de sus charlas ni de sus meditaciones. Lo más interesante y enriquecedor era verlo trabajar con nosotros, con una lucidez pasmosa y una finura exquisita. Nunca imaginé lo confrontativo que podía llegar a ser, con la espontaneidad del que siente que ya no tiene nada que perder. Me impactaba cuando de su boca a veces salían palabras cargadas de dureza pero a la vez llenas de sabiduría y compasión.
En público, lo único que me dijo fue pedirme que pasara el micrófono al compañero cuando después de haber hablado sobre mi proceso me quedé a la espera de que me ofreciera unas palabras de apoyo. Aceptar la frustración, volver a poner la mirada en mi y en mi autoridad fue el regalo que Claudio me dio en ese momento.
La influencia de Claudio en la gestalt
El sentido de la vida es crecer y dar frutos como una tomatera. Claudio Naranjo
Es tan importante la influencia de Claudio Naranjo en la terapia gestalt en España, que a veces me digo que yo no he aprendido la gestalt de Fritz, sino la gestalt de Claudio. Es tanta su inspiración teórica y sobre todo actitudinal, que su trabajo ha generado semillas que han ido cayendo en tierra fértil y que ha dado muchos frutos en tantas personas, contagiadas por una forma de vivir y sobre todo de Ser. Mi manera de trabajar no sería la misma sino fuera por su inspiración.
Deja un legado enorme e inabarcable, no sólo por la extensa y erudita obra ensayística. Entre otras cosas, suya es la creación del Programa SAT (un muy valioso laboratorio de autoconocimiento donde el eneagrama es la pieza central) y suyo es un deseo de cambiar el mundo a través de la educación, que parece que va calando timidamente. También, gracias a él muchas personas hemos aprendido a escuchar la música de los grandes maestros como Ravel, Bach, Beethoven, Mozart o Brahms con otros “ojos” y sobre todo con los oídos conectados al corazón.
Ahora, después de escribir todas estas líneas, sí siento que puedo contactar un poquito más con el sentimiento de pérdida. Pero sobre todo siento un profundo agradecimiento en donde las palabras igual se me quedan cortas. No sólo mi vida es mejor y más fructífera gracias a su inspiración, sino que mi propio proceso de transformación me está facilitando acompañar a otros en su camino. Siempre con esa actitud compasiva de fondo que él tanto nos contagió. Gracias por todo Claudio, buen viaje.
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