La existencia es incertidumbre, lo queramos reconocer o no. Y sin embargo, desde que la humanidad existe hemos querido predecir la vida y controlarla. La civilización babilónica, por ejemplo, mostró su interés en el movimiento de los cuerpos celestes. Creían que así podían pronosticar todos los fenómenos de la existencia. Aunque a través del desarrollo de la ciencia hemos sido capaces de predecir fenómenos importantes para nuestra supervivencia, la vida sigue siendo en su mayor parte incierta.
El control de la incertidumbre
Ir a un futurólogo, hacernos un plan de pensiones, trabajar mucho para la jubilación, etcétera, son formas de afrontar la incertidumbre para tener ilusión de control.
Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes. Woody Allen
Los pensamientos catastróficos son predicciones negativas sesgadas en base a experiencias tempranas. Se tiende a asumir el pensamiento catastrófico como algo insano (que lo es) mientras que pareciera que tener expectativas positivas fuera siempre saludable.
Las expectativas negativas de un suceso no sólo sirve para dar por cierto lo incierto. Son también estrategias protectoras para no decepcionarse cuando algo no sale bien. Aunque más vale pensar que algo va a salir bien que mal, las expectativas bien sean catastróficas o anastróficas (lo contrario), son predicciones sesgadas por nuestro carácter. Todos son intentos de creer que controlamos lo que sucederá en el futuro.
Y la realidad es que la vida actúa siempre como es y no como deseamos o tememos.
Entregarse a lo que venga
Nos cuesta terriblemente reconocer que a veces sabemos muy poco de los misterios de la vida y del futuro. Así funcionamos bajo un guión de manera preventiva con la dificultad de soltar el control y entregarnos a la espontaneidad.
Filosofías ancestrales ya se dieron cuenta del gran deseo de control humano y ofrecieron “soluciones” a la hora de encarar la vida de otro modo. Wu wei es uno de los principios fundamentales del taoísmo y quiere decir literalmente “No acción”. Pero no se trata de un no hacer en el sentido pasivo, si no más una actitud de no querer interferir esforzadamente con la vida. En esencia, se trataría de “fluir sin influir, vivir sin interrumpir y favorecer sin impedir”.
De modo parecido, en la cultura occidental nos encontraríamos con el espíritu dionisiaco del que Nietzsche nos habló. Para Claudio Naranjo lo dionisiaco no sería tanto la exaltación de lo hedonista sino que “el camino dionisíaco es una invitación a la entrega, a la renuncia al control, al disolverse. Y la entrega es algo así como un quitarse de en medio, un hacerse trasparente a lo que quiera ocurrir a través de uno”.
No empujes el río, porque fluye solo
Los gestaltistas tenemos muy presente la expresión de Barry Stevens de “no empujar al río”. Una metáfora que nos invita a dejar que la vida haga lo que le toca. Y de entregarnos a lo que venga.
En nuestro trabajo como terapeutas, nos podemos ver tentados a hacer de más y querer “resolver” de manera omnipotente lo que la persona trae a sesión. En realidad nuestro trabajo se trataría más de generar las condiciones necesarias para que la persona crezca a través de nuestro acompañamiento.
Gestionar la incertidumbre sin querer controlar demasiado entronca directamente con la confianza. Cuando la incertidumbre del futuro se convierte en el presente toca fiarse de la vida y de uno. Si estamos afinados con nosotros mismos seremos capaces de hacer lo que la situación pida en cada momento.
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