Agresividad no es violencia:
Agresión (de ad-gressere) significa ir por delante del otro. Definimos agresividad como un impulso natural en el ser humano que le empuja hacia la satisfacción de las propias necesidades y deseos. Entendida como “ir hacia” la vida, se considera uno de los principales impulsores del ser humano, junto con el hambre y la sexualidad.
Se distingue de la violencia, que no forma parte de nuestra naturaleza sino que es aprendida culturalmente y como tal puede desaprenderse. Contrariamente a la agresividad que conduce a la satisfacción, la violencia promueve insatisfacción, dolor, vacío y soledad. Además ésta última implica un daño físico o psicológico. Si bien la agresividad tiene como fundamento “el amor” la violencia se asienta sobre “el odio”.
Podemos comprender mejor esta diferencia con una metáfora referida al fútbol:
Agresividad: Tratar de meter gol, correr mucho, ir a por el objetivo, contactar con la propia fuerza y movilizarnos hacia la acción asertiva.
Violencia: Pegar patadas, poner traspiés, trasgredir las normas, irrumpir el espacio del otro y vulnerar sus derechos.
La violencia es una manera altamente eficaz, para controlar el comportamiento de las otras personas. Con ella es relativamente fácil imponerse ante el otro y conseguir que haga lo que es la voluntad de uno. Decimos que a corto plazo trae consecuencias positivas para el agresor y negativas para el agredido, pero a largo plazo conlleva un saldo negativo para el agresor.
La agresividad sirve para definir el territorio de cada uno y hacer valer “su derecho”. La violencia, en cambio, rompe los límites del propio territorio y los del otro, invade la relación y vuelve confusos dichos límites. La violencia es una fuerza destructora del sí mismo y del otro. (Perrone y Nannini, 1997)
Evolutivamente la agresividad se presenta en la necesidad de atacar para alimentarse, defenderse, protegerse, sobrevivir biológicamente. Se mantiene ahora, como la energía que nos mueve a enfrentarnos a la vida y nos lleva a conseguir y conservar lo que tenemos.
¿Cómo perdemos nuestra agresividad?:
Desde pequeños nos enseñan a reprimir nuestro enfado puesto que resulta una emoción inadecuada e indeseable para los adultos. Sin embargo con ella perdemos también nuestra curiosidad, creatividad, capacidad para ser asertivos, manifestar nuestras necesidades y deseos, y empoderarnos con la fuerza suficiente para lanzarnos a la acción.
El niño incluso puede aprender a sustituir una emoción por otra. Ello ocurre cuando los adultos no reconocen el enfado del niño, el cual aprende a mostrarse triste, como único modo de que le hagan caso y validen. De mayor, continuará desplazando el enfado y en situaciones donde lo adecuado sería contactar con la agresividad, se sentirá amedrentado y se dejará caer en la tristeza.
Es importante comprender que la negación total de la agresividad conduce a la pasividad y la inacción de la persona.
Ser víctimas de maltrato en la infancia, es decir, sufrir la violencia de otros, puede llevar a la persona a inhibir su impulso agresivo en la adultez. En el intento de los padres de que los hijos no sean violentos, arremeten contra la agresividad con más violencia aún de la que intentan evitar, entrando en un círculo vicioso perjudicial: anular la agresividad de los pequeños, y generar en ellos más violencia (los niños aprenden por imitación de la conducta violenta de los padres). Además la violencia engendra odio, y el odio, más violencia.
¿Qué pierdes al negar/inhibir tu agresividad?:
Plantarte: La falta de agresividad puede traer como consecuencia un estilo de personalidad asentada en el miedo, en ocasiones con la vivencia de no valerte por ti mismo. Pueden predominar la falta de iniciativa y el deseo constante de agradar a los otros.
- Defenderte: Marcar límites a los demás de dónde estás cómodo y dónde no, de qué es lo que te gusta y lo que no. Poner límites en cuanto a lo que puedes dar sin hacerte daño. Parar los pies a personas que te agreden o invaden.
- Asertividad: Dificultades para decir NO y para elegir. Se tiende a huir del conflicto, con las consecuentes pérdidas personales que ello implica.
- Coherencia: En consonancia con lo explicado anteriormente, si estás enfadado no te rías mientras manifiestas tu inconformidad a otra persona, con el propósito de ser suave o no herirle. Si tu emoción es de enfado, tu expresión y tu acción han de estar en consonancia. Observa si en situaciones en las que deberías enfadarte haces como si nada, te pones triste, o huyes del conflicto.
- Autenticidad: Ser tú mismo, no solamente lo que los demás esperan de ti. Salir del estado de confluencia con el otro.
- Iniciativa y perseverancia: Proponerte objetivos, luchar por ellos y conseguirlos. La agresividad es el motor para la acción, energetiza, impulsa a satisfacer las necesidades y deseos, ayuda a romper bloqueos y empodera para competir.
- Experimentar: El miedo al fracaso puede ser inmovilizante para muchas personas, perdiendo con ello la posibilidad de probar distintas soluciones hasta encontrar una que sea acertada. Con otra métafora futbolística: “Lanza a portería las veces que haga falta. No importa si fallaste 99 si acertaste la número 100, esta última será la única que importe”. Olvídate de los “¿qué pensarán de mí?”, experimenta, prueba.
- Creatividad: La agresividad está en la base del comportamiento creativo. Cuando de pequeño los adultos negaban tu agresividad también alejaban de ti tu curiosidad y tu capacidad creativa. Agresividad no es sólo destruir sino construir, romper con lo que ya está establecido e innovar.
- Vitalidad, expresión y acción: La agresividad es energetizante, afíncate en ella para expresarte en el mundo y para actuar.
- Cambio: ¡Atrévete, cambia!. Cambiar implica enfrentarte a tus propios miedos, a la incertidumbre y al rechazo. Deja que tu agresividad te haga fuerte y lánzate.
¿Qué puedes hacer para recuperar tu agresividad?:
A veces puedes tener la sensación de que si dieras rienda suelta a la agresividad que tienes dentro, aniquilarías a todo tu entorno, y por tanto la reprimes cada vez más. A continuación tienes algunas pautas que pueden ayudarte a recuperar tu agresividad con pequeños actos de la vida cotidiana:
- Enfádate sin violencia, expresa cuando algo de disgusta.
- Marca límites a personas invasivas.
- Di no de vez en cuando (sobre todo a cosas que no te apetezcan en realidad), o rechaza situaciones y personas que te hagan daño.
- Elige. Da igual que sea un plato en el restaurante, o algún pantalón cuando vas de compras.
- Pon cara seria cuando hables de algo que te enfada (coherencia) en vez de sonreír.
- Proponte pequeños objetivos y plazos para cumplirlos.
- Entra en contacto con lo que te gusta y lo que no. Pregúntate a ti mismo cuáles son tus necesidades y deseos y movilízate para satisfacerlos.
- Practica con personas que te acompañen en tu camino de crecimiento personal enfadándote un poco con ellas cuando la situación lo requiera.
- Sé creativo. Prueba cosas nuevas.
- Cuenta chistes. No hagas tanto caso a lo que se espera de ti o del qué pensarán.
Puede que la agresividad sea justo ese condimento que falta a tu vida. Aquí te dejo un vídeo para que te inspires.
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¡Así es! gracias por comentar
Buenas tardes me gustaría contactarme con usted muy interesante el lado positivo de la agresividad. Estoy realizando una investigación en Perú sobre ello.
Claro, adrianamireles@psicologosconcienciarte.es
un saludo!