Cuidar el comienzo de la vida desde la concepción hasta los primeros años es vital para un desarrollo emocional equilibrado. Esta etapa deja una huella profunda que afectará de manera positiva o negativa en la edad adulta y en la capacidad de amar de los seres humanos.
La importancia del apego seguro
Los primeros vínculos afectivos son la base sobre la que vamos cimentando los pilares de nuestra vida. La forma en que fuimos concebidos, gestados, paridos y cuidados contribuye en gran parte a lo que seremos de adultos. En este primer contacto que establecemos con la figura de cuidado aprendemos a relacionarnos a través de los afectos; ellos harán de espejo donde nos miramos y desde los que iremos construyendo nuestra forma de ser y nuestra confianza en el mundo. Un bebé no sabe fabricar su propia seguridad, por ello necesita de la figura de apego que le ayudará a gestionar sus emociones y a cubrir sus necesidades.
Si este vínculo es el adecuado, el niño alcanzará seguridad en sí mismo, y por lo tanto tendrá una autoestima y autoconcepto más positivos, que le serán de ayuda para más tarde poder enfrentar las situaciones de la vida, por muy difíciles que sean. Por el contrario, un cuidador que no satisface apropiadamente las necesidades del bebé traerá como consecuencia un niño que no madurará adecuadamente, tendrá inseguridades y vacíos, será vulnerable al desorden emocional y estará en constante amenaza su paz interior.
¿Qué es el apego?
El término “apego” se utiliza para describir el proceso que se da inmediatamente después del nacimiento entre la primera figura de cuidado y el bebé. El apego es el vínculo primario, es lo que da la base para la supervivencia. El bebé tiende a buscar una primera figura de para vincularse (frecuentemente la madre) con la que establece un vínculo y es ella quien le dará la primera protección a través del contacto visual, físico, verbal y emocional. Este lazo en el comienzo de la vida le proporcionará nutrición psicológica, que ayudará a su bienestar individual y social sobre los que el niño construirá su personalidad.
El apego es el lazo afectivo que establecemos durante la primera infancia, con nuestras figuras de cuidado, el vínculo que nos facilitará sentirnos aceptados y protegidos en el mundo.
¿Cómo se establece este vínculo afectivo?
La madre y el bebé comparten el mismo territorio emocional, todo lo que siente el bebé, la madre lo siente como propio y todo lo que siente la madre, inclusive lo que trae del pasado, el bebé también lo siente como propio. La pregunta es ¿cómo ser una buena madre?, ¿cómo crear un vínculo adecuado?
Cuando el bebé nace, necesita encontrar la misma calidad de confort que tenía cuando estaba en el útero. La lactancia materna y la práctica del “colecho” se relacionan con una mejor calidad del vínculo ya que favorecen un contacto físico de máxima permanencia con el bebé; si recibe caricias, duerme acompañado, es llevado en brazos, amamantado, y si en definitiva es amado, se están fomentando unas buenas conductas en el cuidado. El hecho de que el bebé permanezca cerca de su cuidador le ayudará a sentirse seguro y confiado.
Llegará un momento en que el niño (si se le sabe observar y escuchar), pedirá alejarse y explorar, entonces será el momento de animarle a ello. Un día irá a la escuela infantil, el niño y la madre experimentarán una separación importante; si hay un buen vínculo afectivo, aunque no será del todo fácil al principio, la fortaleza emocional que el bebé ya ha aprendido, será un gran recurso para enfrentarse al mundo.
¿Cuál es la mejor manera de cuidar de mi hijo?
En el momento del alumbramiento y los primeros meses, los padres se ven bombardeados por aquello“que deben hacer”, las abuelas, las madres, los médicos, las amigas, los medios de comunicación, etc., los van avasallando con ideas y formas de crianza, olvidándose de las emociones de los padres y hasta de sus propios miedos, dejando de lado su poder de decisión.
Aprender pautas de crianza sanas para nuestros hijos es importante, sin embargo cuando ello se convierte en exigencia, los padres pueden vivir con mucha angustia el cuidado de sus hijos. Relájate, se natural, confía en tu intuición y en el amor que emerge de esta nueva relación. Nadie nace sabiendo por lo que no se trataría de ineptitud sino por el contrario, de que estamos aprendiendo al lado de nuestro pequeño, manteniéndonos conectados con sus necesidades y con las nuestras y encontrando el mejor equilibrio posible.
Criar con conciencia, es criar con posibilidad de elegir
Criar con conciencia es mirarte a ti mismo, reconocer tus propias debilidades, los niños sólo necesitan adultos capaces de interrogarse, de cuestionarse, de revisar sus propias historias. Padres que se dejen impregnar de las emociones, para entablar un dialogo sano con su retoño.
La crianza consciente invita a acompañar a los niños en su camino, aceptando quienes son y conociendo cómo somos, sanando nuestras propias historias para que no interfieran en la de nuestros hijos. Amándonos para poder amarlos, observando nuestras dificultades para no trasmitirlas de manera indirecta a nuestros hijos. Esto es criar con conciencia, presencia y responsabilidad.
Si damos ternura a nuestros hijos, cercanía, contacto físico, si les miramos a los ojos con dulzura cuando les hablamos, si sabemos expresar con palabras y con acciones el amor que nos inspiran, estaremos dando los primeros pasos para un equilibrio emocional de nuestros futuros adultos.
Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo, en cada paso,
en cada vuelo,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.
Madre Teresa de Calculta
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