La autoaceptación de nuestro funcionamiento particular es uno de los objetivos principales a trabajar en psicoterapia. Pero no siempre es fácil, ya que el sistema cultural refuerza más unos modos de estar que otros, negando la posibilidad de un mundo con mayor diversidad.
Todas las emociones son válidas
En lo que toca a la gestión emocional, se refleja socialmente esta tendencia a dar más voz a las mal llamadas emociones “positivas”. Como ya escribimos en este artículo, parece que vivimos en la tiranía de “lo positivo”. Pero la realidad es que todas las emociones son igual de adaptativas -incluídas la tristeza, el miedo o la ira. De lo contrario las hubiéramos deshechado evolutivamente de nuestro repertorio genético.
De este modo, dentro de este mundo de diversidad, hay quien tiene tendencia a expresar y sentir unas emociones más que otras. Y ninguna forma de funcionar es en verdad más válida ni mejor. Aunque lo cierto es que hay cierta inercia social a fomentar y aplaudir ciertos rasgos de personalidad como la extraversión y la valentía que la timidez o el miedo.
Inteligencias diversas, personas diversas
Hasta hace relativamente poco no se ha comenzado a hablar de que en realidad la inteligencia es algo mucho más complejo de lo que la psicología educativa había planteado tradicionalmente. Así, según Howard Gardner, existen hasta ocho inteligencias distintas: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Habiendo valorado sólo un tipo de inteligencia como válida -que es la que miden los tests del Cociente Intelectual (CI)- el sistema educativo se ha focalizado en un modelo normativo y unitario que ha cercenado la creatividad y diversidad en el alumnado.
Recientemente oí a Claudio Naranjo decir con mucho acierto que en educación han abundado los carpinteros, y que hacen falta más jardineros. Los carpinteros moldean la madera en función de sus necesidades. El jardinero da el permiso a la planta para desarrollarse tal y como es, validando su propia naturaleza, y a la vez podando lo que no ayude a crecer. De forma similar, el trabajo en psicoterapia es un poco lo mismo, en el sentido de que nuestro oficio no consiste en moldear al otro, sino en potenciar todas las condiciones necesarias para el crecimiento.
Todo cabe, todo vale
Como dije al principio, el trabajo para que se pueda lograr una aceptación amorosa de sí es crucial en psicoterapia. Y para ello, los profesionales hemos de tomar conciencia de que a quien tenemos en frente es una alguien único, pues somos el resultado irrepetible de la interacción de factores genéticos, ambientales y biográficos. Nuestra labor consistirá en acompañar desde la validación y valoración de la unicidad de cada persona.
Por supuesto que es más sencillo acompañar a alguien que resuena más con nosotros. Pero nuestro trabajo -y reto- es ofrecer espacio e incondicionalidad a formas de funcionar distintas e incluso opuestas a uno. Es aprendiendo a ver el mundo a través de los ojos del otro como nos nutrimos. No sólo en nuestro oficio, si no en la vida.
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