Es común, en el proceso terapéutico, descubrir partes de uno mismo que permanecen escondidas la mayor parte del tiempo. Tal vez, en ocasiones, hemos percibido algunos sentimientos o pensamientos que consideramos inaceptables, pero los escondemos o modificamos casi automáticamente. Echamos mano de infinidad de mecanismos realmente eficaces, para dejar a un lado esas partes inoportunas, y salvaguardar nuestra imagen, nuestro autoconcepto.
¿Por qué trabajar con nuestras partes?
Porque darle voz a esas partes es darnos voz a nosotros. Y negarlas es negarnos a nosotros. Darle voz a esas partes que hemos estado silenciando, rechazando y anulando, es la manera de crecer, de romper con el pasado, de vivir por fin en el presente.
¿Cómo podemos ser felices, sentirnos completos, capaces y dignos, si anulamos la expresión completa de nuestro ser?
No quiero decir que todo esté bien y todo valga en la relación con otros. No se trata de permitirnos echar sobre otros nuestros sentimientos, nuestros dolores, nuestros miedos. Hace falta una tremenda y maravillosa responsabilidad para poder hacernos cargo de nosotros mismos, para aceptar sin juicio lo que nos sucede, y ver qué tenemos que ver en ello.
Cuanto más te conoces, más cambias frente a cada momento. Porque conocerse es acercarse a la libertad, a la responsabilidad y a la imprevisibilidad de la vida.
Son las partes silenciadas las que más permanecen, las que más condicionan, las que más limitan, y las que más necesitan de tu mirada, de tu amor y de tu comprensión.
Descubrir nuestros exiliados, directivos y apaga-fuegos.
Descubrir exiliados.
Representan a aquellas partes vulnerables que intentamos mantener encerradas o alejadas de nuestra conciencia. Momentos en los que nos sentimos humillados, abandonados, desolados o aterrorizados y, sin saber qué hacer, decidimos borrar o esconder de nuestra conciencia.
Esas partes dañadas y paralizadas en el pasado, son las más sensibles, abiertas e inocentes, y albergan la creatividad, la espontaneidad y la confianza. Aun así, en lugar de ayudarlas a sanar (ayudarnos) intentamos dejarlas en el pasado. Olvidamos el dolor que nos vino demasiado grande para asimilar, expresar y sanar.
También encontramos aquí partes que hemos tenido que omitir para ser aceptados en nuestra familia o grupo social. Exiliados según las normas tacitas que existían en nuestro grupo en relación a la vivacidad, la espontaneidad, la rabia, la tristeza, el temor, la independencia…
Descubrir directivos.
Son aquellas partes protectoras y responsables de la seguridad en la vida, que se plantean “nunca jamás” , es decir, nunca permitiré que vuelvas a ser tan: débil, necesitado, dependiente, abierto, confiado, feliz… como para poder ser humillado, abandonado, rechazado o atacado.
Se encargan de internalizar las normas del sistema en el que vivimos para facilitar nuestra integración.
Construyen nuestra identidad. Si me identifico con ser una persona agradable, un trabajador duro o una persona fuerte, exilio a la parte iracunda, lúdica o vulnerable que hay en mí. Si me identifico con ser un perdedor es posible que no sufra decepciones.
También pueden tomar la forma de críticos que nos llenan de juicios en pos de conseguir que nos adaptemos mejor a lo que otros esperan de nosotros, o pesimistas que nos llenen de miedos para no correr riesgos, o cuidadoras (culturalmente aceptado y valorado en mujeres) que pongan al otro por delante de sí mismas, o víctimas que merezcan la mayor de las compensaciones por el daño recibido.
Descubrir apaga-fuegos.
Estas partes aparecen cuando los directivos no consiguen su misión de mantener a raya a los exiliados. Cuando (a pesar de sus esfuerzos) el dolor de la herida, el vacío, la vergüenza, el rechazo, la soledad, o el miedo acumulado nos dominan, los apagafuegos recurren a medios más drásticos y menos aceptados como son las drogas, las autolesiones, robos, relaciones dañinas o incluso enfermedades súbitas, mareos, somnolencia… que nos permitan dejar de sentir ese dolor.
En definitiva.
Estas tres partes aparecen para hacer frente al dolor. Como no sabíamos qué hacer con él lo exiliamos y dispusimos de protectores que evitaran su vuelta.
Hoy podemos sanar esas heridas. Podemos escuchar y reparar ese dolor. Hay en todos nosotros recursos sanadores innatos que posee el Self (otra parte a la que le dedicaremos un artículo completo próximamente).
“Introducción al modelo de Los sistemas de familia interna” Richard C. Schwartz, Ph. D.
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