Cuando uno acude a terapia por primera vez, es indudable que lo que se busca es cambiar. Percibimos que hay asuntos de nuestra vida que no nos satisfacen y nos mueve la urgente necesidad de modificarlos y modificarnos.
Normalmente sucede que ese cambio viene acompañado de un planteamiento “deberista”, es decir, “tengo que cambiar porque debo ser mejor”. Así, hay aspectos en nuestra personalidad que rechazamos, no aceptamos y buscamos ayuda externa para que sea el otro el que nos lo“mejore”.
Esto es muy comprensible en una sociedad que ama los “deberías” y que mantiene una idea médica y mecánica de la terapia. Así, se piensa que es el otro el que me va a solucionar lo que es inadecuado (enfermo) en mi, dictándome pautas, diciéndome qué me pasa y qué tengo qué hacer.
Los opuestos enfrentados
Esas exigencias internas -puestas también en el terapeuta- no vienen solas. En frente de ese juez interno se encuentra su contraparte, que son todas las resistencias. Son “no quieros” disfrazados de “no puedos”. Queremos cambiar y nos resistimos a ello.
El mandón oprime y el mandado se rebela, la mayor parte de las veces de modo sutil. Este juego interno a veces es puesto en el terapeuta: quiero que me cambie y a la vez me resisto a sus devoluciones o propuestas de trabajo.
En terapia Gestalt no buscamos ser agentes forzosos de cambio ni rescatadores. La terapia es dejar al paciente ser quien es. Si asumimos el reto del cambio del paciente vamos a representar una de las partes internas de la persona en lugar de ayudarle a tomar conciencia de su dualidad.
¿Cómo sucede el cambio?
La herramienta principal con la que trabajamos en terapia Gestalt es facilitar el darse cuenta de la persona a través de una relación de diálogo. Creemos que el darse cuenta es curativo por sí mismo. Darnos cuenta de nuestro funcionamiento en una relación terapéutica frente a alguien que nos acoge tal cuál somos y no nos juzga, nos va ayudar a la auto aceptación.
La Teoría paradójica del cambio (Arnold R. Beisser) dice que el cambio no sucede con un intento por la fuerza de querer ser otra cosa, si no con entregrarse plenamente a la situación actual y dejarse ser como se es. La contrapartida es que cuanto más estemos empeñados en cambiarnos menos vamos a cambiar. Si nos dejamos ser, más aceptaremos aspectos negados en nosotros.
La aceptación de nuestro funcionamiento nos lleva a responsabilizarnos.
Esto no quiere decir que para lograr cambios no sea necesario funcionar de manera diferente a como siempre hemos hecho. Según voy trabajando en la aceptación y responsabilidad puedo ampliar el abanico de conductas hacia el exterior. Si voy sabiendo como funciono, qué siento o qué necesito, seré más capaz de expresar en otro registro. A través de la aceptación en mi me permito ser quien soy y es así como mi conducta se va flexibilizando en mi relación con los otros.
…Pero al final, por mi experiencia personal y profesional, siento que el cambio no es otra cosa que tener la capacidad de recuperar el amor perdido hacia nosotros.
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