Lo admito, soy un enamorado del Camino de Santiago. Hacer el Camino (dice mucha gente, y doy fe) es algo que engancha: una sana adicción. En este blog ya hemos hablado de lo terapéutico del caminar, pero esta vez quiero centrarme de manera específica en el Camino de Santiago.
Un poco de historia
El Camino de Santiago tiene una larga historia, que nace en la Edad Media. Cuenta la leyenda que los restos del apóstol Santiago el Mayor se hicieron visibles debajo de un campo de estrellas (Campus Stellae / Compostela). El descubrimiento de los restos motivó una fuerte peregrinación hacia esa zona desde toda Europa, lo que significó un importante punto de encuentro entre las diferentes culturas europeas y un acicate que favoreció la reconquista de los territorios conquistados por los musulmanes.
Con el paso de los siglos fue entrando en decadencia hasta su recuperación y revitalización hasta mediados y finales del siglo XX. Hoy día ha perdido gran parte de su esencia religiosa y se trata de un punto de encuentro entre diferentes culturas y credos. (Recomiendo que si alguien quiere profundizar en su historia escuche este maravilloso podcast).
Las motivaciones para caminar
Antiguamente la única motivación para caminar hacia Compostela era el peregrinaje religioso hacia la tumba del apóstol. Hoy las motivaciones pueden ser muy variadas que van desde lo religioso, lo espiritual, lo deportivo o el tener unas vacaciones diferentes.
Pero hay algo que he visto en muchas personas (yo incluido). Y es que el Camino se hace cuando hay alguna motivación interna de cambiar o de querer mirar ciertos asuntos vitales desde otra perspectiva.
Beneficios terapéuticos del Camino de Santiago
He encontrado este interesante estudio de investigación llamado Proyecto Ultreya sobre los beneficios psicológicos de hacer el Camino de Santiago. Aunque el estudio tiene una segunda fase aún no finalizada, las conclusiones a las que de momento el equipo de investigación ha llegado son muy interesantes.
En el estudio se ha visto como justo después de hacer el Camino así como tres meses después, los participantes experimentaron una reducción del afecto negativo, sintomatología depresiva y estrés percibido. Asimismo se encontró una mejora en el afecto positivo, satisfacción con la vida, felicidad, coherencia con los valores personales y el aspecto no reactivo del mindfulness.
Lo más interesante probablemente sea el estudio comparativo que se hizo con las personas que hicieron vacaciones “estándar”. De todos estas variables mencionadas arriba, las personas que hicieron el Camino muestran puntuaciones más altas.
¿Qué lo hace tan transformador? Mi experiencia
- Ligereza y desapego: Llevar en la mochila lo justo y necesario es para mí una buena práctica. Tomo lo que necesito, suelto lo que no. Ir ligero de equipaje y aprender a no necesitar tanto, es una experiencia que me ha ayudado para incorporarlo a lo cotidiano.
- Contacto con la naturaleza: El contacto con los árboles, la fauna, la flora, los ríos, me ayuda siempre mucho. Al fin y al cabo somos naturaleza, volver a ella me carga de energía.
- Soltar la mente y recuperar los sentidos: Estar rodeado de naturaleza, poner el cuerpo a funcionar y atender a las señales del trayecto me facilita dejar los pensamientos a un lado, o al menos a no darles mucha importancia.
- Disfrutar y habitar el silencio.
- Aceptar el dolor y las dificultades: Atravesar lo incómodo del Camino como el cansancio, el hartazgo o el dolor físico es un ejercicio de paciencia que me hace mucho bien cuando lo atravieso.
- Confianza en el propio cuerpo: Mi cuerpo puede mucho más de lo que mi mente me cuenta. Cuando me pongo a caminar, conecto con la confianza de que mi cuerpo me puede llevar muy lejos. La tecnología nos ha hecho sedentarios pero los humanos estamos diseñados para caminar y tomo conciencia de ello cada vez que hago el Camino.
- Relaciones sanas, de tú a tú: En el Camino no me importa tanto eso de quien soy o a qué me dedico. Como si las posiciones sociales que se ocupan en lo cotidiano aquí no sirvieran de mucho. El Camino me hace igual a los demás que caminan, me conecta con algo más limpio y de corazón a corazón cuando comparto con el otro.
En definitiva…
El Camino de Santiago es algo que siempre recomiendo a todo el mundo, amigos, pacientes o desconocidos. Siento que tiene un valor terapéutico inmenso y he escuchado varias veces eso de que “el Camino te cambia la vida“. Atreverse a hacerlo tiene algo del viaje del héroe del que hablaba Campbell. Salir de lo conocido, adentrarse en lo difícil o incómodo es algo que cuando se atraviesa nos lleva a mejores lugares…parecido a como cuando hacemos terapia.
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