¿Conocemos el vínculo que existe entre las emociones y el comer?
Todos tenemos una relación con la comida; consciente o no. La relación entre la alimentación y la emoción varía según las características de cada persona, su historia de vida y su manera de sentir el mundo.
Muchos de nuestros patrones de alimentación son aprendidos. Tenemos recuerdos de la infancia que giraron alrededor de la comida que pueden estar relacionados con emociones negativas como la tristeza, el resentimiento, la ansiedad etc. Al igual que con refuerzos positivos: comer puede asociarse a emociones placenteras como sensación de ser cuidado o protegido; pensemos en la seguridad que podría sentir un bebé que está siendo amamantado por su madre.
Entender lo que desencadena esta conducta de “comer emocionalmente” nos ayudará a encontrar el equilibrio entre lo que sentimos y lo que comemos.
Hay personas que mastican pero no tragan, que ingieren un solo tipo de alimento, que se despiertan a media noche para comer, que desarrollan fobias a ciertos tipos de alimentos o personas que tienen una preocupación desmedida por la comida sana y hay quienes se obsesionan por tener un cuerpo musculado. Todo este tipo de actitudes con la comida pueden derivar en comportamientos extremos. El alimento pasa a un plano elevado alrededor del cual giran los pensamientos, emociones, sueños e ideales.
Existen ciertas características de personalidad como el perfeccionismo, la autoexigencia, la rigidez, la inseguridad y la impulsividad que facilitan el que se pueda establecer una relación compulsiva con la comida.
Lo que está en el fondo del comer emocional no es el hambre, sino más bien emociones específicas con las que en muchos casos ni siquiera se llega a contactar. No todos los que comen de esta manera son conscientes de qué es lo que les impulsa a comer, a veces miedo a estar solos, al rechazo o al abandono, tristeza, enfado, preocupación, ansiedad, depresión, etc. La comida puede tener un efecto “analgésico” contra la angustia, y activa circuitos cerebrales relacionados con el bienestar, similares a los que se ponen en marcha cuando nos enamoramos o tenemos una adicción.
En ocasiones no hemos aprendido a contener el malestar dentro de nosotros, a observarlo sin tener que reaccionar inmediatamente ante el, entonces parece que la propia angustia nos angustia aún más y terminamos lanzándonos a la acción con tal de huir de lo que estamos sintiendo. A corto plazo puede funcionar, pero a largo plazo repercute en daño para nosotros mismos.
Algunos hablan del “hambre emocional”, que se refiere más bien a necesidades como el ser abrazado, cuidado, protegido, apoyado, pertenecer, etc. Podrías preguntarte ¿si no es hambre de comida, entonces, hambre de qué? muchas respuestas podrían llegar: hambre de afecto, estimulación, contacto, expresión, y muchas otras posibilidades.
Con la comida intentamos llenar un agujero interno que parece que no se sacia nunca. ¿Y si estuvieras intentando llenar con agua un colador?. Lo que puede saciarte no es la comida. ¿Pero entonces qué?
¿Cómo cambiar mi relación con la comida?
Un primer paso podría ser que observes qué estas sintiendo/pensando cuando te veas impelido a comer. Para un instante antes de lanzarte a la nevera y pon nombre a qué es lo que está pasando en tu cabeza y en tu cuerpo.
Comer puede transformarse en un nuevo significado: buscar un sustituto del amor, ser una vía de autoagresión, funcionar como fuente de seguridad, autoestima y sensación de control, o para huir de la ansiedad, la depresión, y otras emociones negativas.
Es importante que te des cuenta de que no siempre comes por hambre, y que puedas etiquetar qué emociones y pensamientos subyacen a tu angustia o malestar. Posteriormente habría que buscar una vía sana y coherente para la expresión de esas emociones, y para la satisfacción de la verdadera necesidad que se encuentra por debajo de tus ansias por la comida (compañía, afecto, reconocimiento, un abrazo, etc.). Probablemente si te paras un instante conectes con emociones muy dolorosas y con recuerdos que vienen de muy atrás. Estás en el buen camino.
Sería un gran paso que puedas sentir y comprender tus sentimientos sin angustiarte más por ello y sin buscar una vía alternativa de escape; en esta tarea se requiere práctica, persistencia y en muchos casos apoyo. De igual modo podrías considerar el rebajar las exigencias que vienen de ese “pepito grillo” que esá dentro de tí, aún a costa de que decaiga un poco tu rendimiento y eficacia en el mundo, recuerda que tu salud es lo primero.
Te dejo un vídeo en el que se dan otras claves para comprender un poco más qué significa comer emocionalmente
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