¿Cómo funcionan las emociones?
Las emociones tienen dos componentes. Por un lado unas conductas observables, que son la manera en que las emociones se muestran externamente, como las expresiones faciales. Pero también las emociones tienen una parte interna, que tiene que ver con cómo las experimentamos, y es la forma en que nuestro organismo se activa fisiológicamente.
Tenemos 42 músculos diferentes en la cara. Dependiendo de cómo los movemos expresamos unas determinadas emociones u otras. Esto nos ayuda a transmitir lo que sentimos, lo que muchas veces es difícil explicar con palabras. Es otra manera de comunicarnos socialmente y de sentirnos integrados en un grupo. Las expresiones faciales también afectan a la persona que nos está mirando. Si observamos a alguien que llora nosotros también nos ponemos tristes.
Hay una parte de las expresiones faciales qué es aprendida y depende de la cultura y la familia donde nos hemos criado. Aunque podemos controlarlas en cierta medida, son difíciles de ocultar o manipular, por eso la comunicación no verbal es más fiable que la verbal.
Otros componentes de las emociones son fisiológicos, involuntarios e iguales para todos. Podemos entenderlo mejor si pensamos qué es lo que nos produce el miedo como sensación corporal. La activación de nuestro cuerpo se produce de la siguiente manera: en el cerebro el hipotálamo activa la glándula suprarrenal, que descarga adrenalina. Después las pupilas se dilatan, el tórax se ensancha y el corazón aumenta de tamaño, sube la cantidad de sangre y la tensión arterial; Los músculos se contraen; El hígado libera glucosa (el combustible de los músculos) y los bronquios se dilatan para aumentar el volumen de oxigeno.
Cuando nos encontramos ante un estímulo que nos provoca temor nuestro cuerpo reacciona activándose, de manera que estemos preparados para cualquier reacción de lucha o huída a fin de protegernos, ya que nuestro impulso más básico es el de la supervivencia.
La Inteligencia Emocional
Es la capacidad de interactuar con el mundo de forma receptiva y adecuada. Se trata de conectar las emociones con uno mismo; saber qué es lo que siento, poder verme a mí y ver a los demás de forma positiva y objetiva.
Está formada por habilidades que me sirven para expresar y gestionar los sentimientos de la manera más adecuada en el terreno personal y social. Incluye, entre otras cosas , reconocer las propias emociones, ser capaz de expresar tanto los sentimientos positivos como los negativos o saber dar y recibir.
El cuerpo es la “caja de resonancia” de nuestras emociones. Si estamos atentos a sus señales sabremos cual es el mensaje que nos transmiten: ¿qué es lo que quiero? ¿qué me produce disgusto?¿quiero hacer realmente lo que hago?
A veces, cuando no dejo fluir lo que siento, las emociones se quedan “fijadas rígidamente” en nuestro cuerpo (bloqueo emocional) en forma de síntomas como contracturas, dolores o ansiedad.
La empatía
Es la capacidad de percibir lo que otra persona puede sentir. Nos permite entender los sentimientos de los demás. Es la emoción desde el contacto hacia el otro. Vibrar con la emoción ajena pero sin sentirme igual que la otra persona.
Empatía es sentirme “con” el otro. Si me siento “como” el otro es contagio emocional.
Las emociones nos dan autenticidad en las relaciones. Es un lenguaje que no miente. Salgo de mi Yo interior, más racional y personal (mi construcción del mundo) a conectarme directamente con el otro, en una comunicación más universal. “Soy testigo de tu sentir y puedo acercarme a ti sabiendo cómo estás, porque otras veces yo me he sentido igual que tu”
Miedo a las emociones
¿Por qué tenemos miedo a sentir, a emocionarnos?
A veces tememos sentir las manifestaciones de nuestras emociones por ser algo que no podemos controlar, que no comprendemos y nos angustia. En ocasiones por un duelo no vivido que nos lleva a una negación de la pérdida o de la realidad. Otras veces por miedo a atravesar el dolor o negarnos a sentir emociones negativas. Quizá no permitirnos enfadarnos con la vida si somos infelices.
La respuesta que utilizo como defensa muchas veces es huir, escapar o distanciarme. La consecuencia suele ser siempre reprimir nuestras emociones, dejarlas a un lado, ignorarlas.
La energía de las emociones que no hemos sentido o expresado no desaparece, sino que puede salir hacia el exterior, por ejemplo en momentos de desinhibición, o volcarse hacia nuestro interior, tornándose en síntomas o bloqueos.
Todas las emociones son naturales y positivas en origen, el problema es cuando se transforman en otra cosa y se convierten en síntomas (dolores, ansiedad, depresión,…), desviándose de su manifestación y significado original.
Las personas nacemos con características especiales y diferentes, pero muchas veces la manera que tenemos de enfrentarnos a los retos de la vida es aprendida. A un niño no se le permite llorar y expresar sus emociones como a una niña, además se le exige ser más valiente y seguro de sí mismo. Todo esto lo adquirimos sin darnos cuenta ya desde el momento en que venimos al mundo: nos comportamos como nos han “enseñado” a comportarnos.
Aprender a quererse a uno mismo, a ser más generoso con los demás o a aceptar los fracasos, es también en definitiva, aprender a ser más felices.
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