Después de haber pasado por una primavera más fría y lluviosa de lo habitual, las altas temperaturas han llegado sin avisar. No nos hace falta recurrir a estudios para saber que la meteorología nos condiciona. Y no sólo el estado de ánimo. El clima de un país o región determina en gran medida las pautas culturales y sus formas de percibir el mundo. Y con el verano y la llegada del calor, nuestro humor cambia.
Efectos del verano en el organismo
Ya hablamos aquí de los posibles efectos de la primavera. Aunque la temperatura y humedad se mide de manera objetiva, cada persona según su fisiología va a vivirlo de modo subjetivo. Ni percibimos las temperaturas de igual manera ni tenemos las mismas preferencias por la misma estación del año.
No obstante, hay diversos estudios que a modo general indican cómo nos afecta la llegada del verano a nuestras vidas. A nivel físico se producen una serie de cambios en nuestro organismo. El hipotálamo es la estructura cerebral encargada de favorecer el equilibrio interno (homeostásis) en el organismo. Cuando nuestros sentidos registran un aumento elevado de la temperatura, ese equilibrio se pierde y el hipotálamo nos envía señales para que hagamos por reestructurarlo.
La reacción física ante el exceso de temperatura incluye síntomas como la sudoración, vasodilatación, bajada de tensión y deshidratación. Si ante estos síntomas no tomamos medidas para paliar esta situación (hidratarse, evitar la exposición directa el sol, descansar adecuadamente, etc) nuestro cuerpo puede resentirse.
¿Como afecta el verano en nuestro ánimo?
Al igual que el invierno afecta más a personas con mayor sensibilidad al frío y a la escasez de luz, el verano es una época difícil para los que llevan mal el aumento de las temperaturas. Está claro en cualquier caso que la llegada del verano modifica nuestro humor.
La parte más agradecida para nuestro cerebro es el aumento de horas de luz. Puede llegar a favorecer la producción de la vitamina D, así como aumentar por diferentes vías la producción de serotonina y dopamina (encargadas entre otras cosas de regular el buen estado de ánimo y el placer respectivamente). Además, disponer de más tiempo libre y horas de sol nos predispone a estar hacia afuera y ponernos más en relación con los demás.
Sin embargo, el exceso de temperatura (y en especial cuando llegan las temidas olas de calor) nos trae consecuencias al organismo no siempre deseadas. El calor extremo puede llegar a ser difícil de sobrellevar. Pueden aparecer síntomas como una mayor sensación de cansancio, irritabilidad, dificultades en el sueño o enlentecimiento cognitivo.
Ciertos estudios afirman que existiría correlación entre el periodo estival y el aumento de la agresividad. Esto podría ser debido a que un exceso de calor puede propiciar un aumento en la producción de la adrenalina, neurotransmisor encargado de los estados de alerta.
¿Cómo gestionar las altas temperaturas?
Lo primero y lo más terapéutico es podernos reconocer vulnerables ante los cambios de luz y temperatura. Nuestro cuerpo, mente y emociones son muy sensibles a los cambios ambientales. Así que no es de extrañar que en verano te sientas más cansado, plomizo o irritable.
Si aparecen estas sensaciones, lo mejor que puedes hacer es aceptarlas sin pelearte demasiado contigo ni forzarte a tener que tener otro ánimo y energía. Claro está, tampoco ayuda instalarse demasiado en la queja. Existe una fina línea entre el desahogo y el focalizarnos de modo obsesivo en lo que nos desagrada. Esto último sólo puede agravar la incomodidad.
Seas sensible o no a las altas temperaturas, en el verano son muy importantes las siempre publicitadas medidas de autocuidado. Es importante escuchar los límites del propio cuerpo, más en épocas de temperaturas extremas. Prestar atención a las sensaciones corporales es muy importante para darme aquello que sea que necesito en cada momento.
- Septiembre, ¿el verdadero año nuevo? - 29/08/2023
- ¿Debería todo el mundo ir a terapia? - 05/08/2023
- El efecto Pigmalión - 09/06/2023