Antes de iniciar el camino de la terapia atravesamos varias fases. Primero soy consciente de mi angustia ante una dificultad, después decido buscar ayuda y más tarde me cuestiono ¿dónde o en quién buscaré esa ayuda? Ante un paso tan importante como iniciar terapia es lícito preguntarnos cómo elegir terapeuta o psicólogo.
¿Para qué acudir a un terapeuta si puedo contárselo a mis amigos?
Cuando me preocupa un problema quiero que me digan qué debo hacer. Pero entonces, ¿por qué tengo la sensación de que no me sirven los consejos de los demás? Porque en el fondo necesito encontrar mis propias respuestas.
Las personas de nuestro entorno suelen tender a la autorreferencia, hablando de sí mismos (“a mí me pasó lo mismo”, “a mi amigo le vino bien”) o a dar consejos(“lo que tienes que hacer”, “te vendría bien “). La persona que sufre no se siente comprendida y tiene la necesidad de un espacio propio de expresión, que sería el espacio de terapia.
Además el terapeuta o el psicólogo tienen un conocimiento teórico que ponen a tu servicio para comprender y pensar juntos lo que te ocurre.
¿Por qué siento que esto sólo me pasa a mí y es tan difícil de aceptar?
Vivimos en un mundo “falsamente normalizado”. Todo es normal y si no lo es intentamos que así lo parezca. El síntoma (ansiedad, depresión, fobia, …) suele ser la señal de aviso de algo más profundo, igual que el dolor es la señal de aviso de la herida o enfermedad. Pero habitualmente en nuestra sociedad nos tomamos una pastilla para no sentir dolor. Si tengo mala cara porque he dormido mal me maquillo para que no se note; si me preguntan “¿qué tal?” yo respondo “bien” como un mero trámite, sin conectar realmente con lo que siento o intentando disimular algo que no cuadre en la “normalidad esperada”.
La sociedad actual se encuentra teñida de rapidez, inmediatez, eficacia y recetas que sirven para todo (los demás me dicen lo que tengo que hacer). Pero, reflexionemos por un momento: ¿qué estoy pidiendo?, ¿qué necesito realmente?
¿Busco alguien que me de soluciones?
El terapeuta no es un sabio ni quien nos dice lo que “debemos hacer”, sino un acompañante en el viaje hacia nuestro YO interior. Unas veces nos servirá de espejo, mostrándonos esas partes nuestras que tanto nos cuesta ver o que rechazamos . Otras veces propiciará situaciones que nos ayuden a relacionarnos mejor con las personas de nuestro entorno. Siempre estará presente escuchando, conteniendo y sosteniendo nuestras emociones, desarrollando un espacio propio donde podamos ser comprendidos.
El terapeuta tiene un profundo respeto hacia el paciente y fe en sus propios recursos, que irán emergiendo o construyéndose creativamente a medida que avance la terapia. “¿Dónde está mi casa?”, dice el caracol sin darse cuenta que la lleva constantemente con él, a su espalda.
Nuestro organismo tiende a evolucionar de forma natural, a desarrollarse de la mejor manera posible en un momento y contexto concreto. Pero en el camino hay muros que dificultan el avance. Nuestras defensas, bloqueos y aprendizajes previos ahora han dejado de ser adaptativos. El terapeuta nos ayudará a quitar esas barreras para que podamos abrirnos paso.
El diálogo como forma de terapia.
El espacio de terapia es un lugar seguro donde poder experimentar otras formas de relacionarme con el mundo y con los demás, que tanto me cuestan en mi vida cotidiana.
Dice el psicólogo Gary Yontef en su libro Proceso y diálogo: “La eficacia de una psicoterapia reside en la calidad de la relación terapéutica, la que debe construirse a partir de la confianza y la fe en el paciente, en su experiencia y en sus procesos”.
Terapeuta y cliente trabajan juntos. El terapeuta no se posiciona frente ni por encima del paciente, sino que se sitúa a su lado apoyándole en momentos de oscuridad y angustia.
Es importante la seguridad y confianza entre ambos. Por ello son cruciales las primeras sesiones, para construir una sólida Relación Terapéutica.
Elegir terapeuta
Elegir terapeuta o psicólogo es un proceso que requiere tiempo para pensar y sentir qué es lo que necesitamos y queremos. Tómate el tiempo que necesites
Dejémonos guiar por nuestra intuición. Entiendo la intuición como conocimiento inconsciente, que se ha ido configurando en nosotros a través de nuestra experiencia vital. Nos da mucha información de la persona que tenemos delante y de si es la adecuada para acompañarme en el camino de la terapia.
El terapeuta es una persona y como tal es importante la conexión que establezcamos con él. El primer contacto servirá a paciente y terapeuta para decidir si pueden trabajar juntos. Aspectos del terapeuta como la edad, sexo, características de personalidad, corriente teórica desde la que trabaja o estilo, también son importantes, ya que condicionarán nuestra manera de trabajar.
A veces surgen las dudas:
¿Es la persona que estoy buscando?, ¿será un buen profesional?, ¿podrá ayudarme?
¿Sabrá entenderme?, ¿le pareceré “raro”?, ¿me aceptará como soy?
Esas dudas responden a nuestras inquietudes ante situaciones que no hemos podido resolver satisfactoriamente (mi jefe me presiona, mi familia me critica, me siento juzgada por el otro, lo que hago no parece suficiente,…) y tememos volver a sentirnos igual ante el terapeuta. Tengo miedo a ser vulnerable y ese sentimiento es totalmente normal porque “desnudo” mi yo más profundo frente al otro. También es comprensible que sintamos ese miedo ante la nueva situación de iniciar un proceso de terapia. Aún con ese sentimiento es un buen momento para empezar, es un paso muy importante el hecho de pedir ayuda.
Dice Khalil Gibran en su obra El Profeta:
“Nadie puede revelarnos más de lo que reposa ya dormido a medias en el alba de nuestro conocimiento.
El maestro que camina a la sombra del templo, en medio de sus discípulos, no les da su sabiduría, sino, más bien, su fe y su afecto.
Si él es sabio de verdad, no os pedirá que entréis en la casa de su sabiduría, sino que os guiará, más bien, hasta el umbral de vuestro propio espíritu.”