¿Cómo se produce realmente el cambio? ¿En qué consiste? ¿Es posible cambiar quienes somos?¿Qué tienen que ver nuestros esquemas mentales en ello?
No siempre que nos planteamos ir a terapia tenemos en mente hacer algún cambio. Muchas veces solo estamos mal, con ansiedad, miedo, tristeza y queremos que alguien nos ayude, nos apoye, nos de la mano. Sin embargo, ya sea, superar un dolor, asumir una realidad difícil, comprender lo que siento, enfrentar miedos, crecer… todo son formas de cambio.
Parece obvio, por tanto, que el objetivo de la terapia tiene que ver, desde luego, con el cambio.
Ya se ha hablado en este blog sobre los “Factores del cambio en psicoterapia”, pero ahora quiero centrarme en la parte que para mí ha sido más novedosa y reconfortante, los esquemas mentales a través de los cuales miramos el mundo.
Esquemas mentales.
Revelar estos patrones, esquemas mentales o formas de interpretar la realidad, es de alguna manera como ser un pez y percibir el agua. Es difícil tomar la distancia necesaria para apreciar algo tan nuclear, incluso podemos pensar que no existe, pero tomar conciencia de su existencia y de su condicionamiento sobre nuestra manera de movernos y respirar en el mundo, es una de las puertas hacia el cambio.
“La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar”. Carl Rogers.
La aceptación, por tanto, permite el cambio. Pero, ¿qué permite la aceptación?
Aceptar quien soy requiere saber quien soy, y una parte de esa identidad está determinada por nuestros esquemas mentales. Descubrir los esquemas mentales implícitos (o introyectos) es más arduo y escurridizo de lo que parece. Es ahí donde el acompañamiento y la mirada del terapeuta se vuelven esenciales. Porque no siempre podemos ver el velo que tiñe y condiciona nuestra realidad. No siempre somos conscientes de lo que necesitamos, ni de aquello que realmente nos limita.
Por eso, entre otras cosas, el acompañamiento de calidad que se produce en una relación terapéutica facilita esa nueva mirada y manera de estar en el mundo. Esa que necesitamos. Esa que nos permite ser quien realmente somos. Porque no se trata de cambiar quienes somos, si no de ser aquellos que somos.
Patrones
Estos esquemas mentales se traducen en patrones de actuación, interpretaciones caducas de la realidad o mecanismos defensivos automáticos, que no responden a la realidad presente y nos llevan a caer una vez y otra, en situaciones ya conocidas. Siempre con algún elemento común, como un sentimiento de abandono, de traición, de soledad, de injusticia... y entonces aparece la tan ineficaz pregunta de ¿por qué a mi? ¿por qué yo?
Pero… ¿Cómo caminamos por el mundo? ¿Alguna vez te has parado a prestar atención a tu manera de caminar? ¿dónde pones el peso? ¿de qué manera tomas impulso? ¿cómo coordinas el resto de tu cuerpo con el movimiento para no perder el equilibrio? ¿y cómo afectan todos estos detalles al estado de tu cuerpo? a tus dolores recurrentes, a los músculos más fortalecidos o mas debilitados.
Ese patrón físico de movimiento se escapa a nuestra conciencia, y sin embargo, determina en gran medida, las sensaciones físicas que acostumbramos a experimentar, y la huella (única) que dejamos en el mundo. Los esquemas mentales forman parte del patrón psicológico.
Así que, ¿cómo hacer para acercarnos al mundo con más libertad?
Cambio
Los esquemas mentales se construyen mediante la experiencia, por tanto, se cambian también a través de ella. Sin embargo, la experiencia está mediada por nuestros esquemas mentales. Así que, ¿por dónde empezar?
Descubrir los esquemas mentales que guían nuestra vida es un buen comienzo. Por eso es importante recordar que hemos aprendido a ver el mundo en un sistema familiar concreto. En el que hay unas dinámicas de relación muy concretas. Sobre el cariño, sobre el apoyo, sobre la expresión y el cuidado de las necesidades, del enfado, sobre el valor de la debilidad o la fortaleza, sobre los límites o la lealtad.
Todos estos parámetros son los que están condicionando nuestra manera de andar, y por tanto los dolores y experiencias recurrentes. Tal vez aprendiste de niño que si expresabas desacuerdo corrías el riesgo de ser excluido, y tu cuerpo comenzó a caminar sin hacer ruido, y tú hoy te preguntas porqué nadie escucha tus propuestas o porqué son rechazadas habitualmente. Tal vez observaste que quien mostraba vulnerabilidad era dañado o pisoteado, y tu cuerpo se hizo grande, pesado y ruidoso y hoy te preguntas porqué el mundo te acusa de insensible.
Caminar y observar. Pararse y observar. Y soltar lo que no es nuestro. Lo que no es elegido.
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