¿Por qué quiero ser madre o padre? ¿Estamos diseñados para querer serlo? La maternidad es una construcción cultural determinada por muchos factores dentro de un grupo social específico y en una época concreta de la historia. El deseo de tener hijos desde un punto de vista instintivo es cuestionable. En la medida en la que se asciende en la escala filogenética nuestro comportamiento está más condicionado por el aprendizaje y la cultura que por aspectos genéticos y fisiológicos.
El deseo de ser madre tiene más que ver con las creencias, la cultura y la sociedad en la que vivimos que con cuestiones instintivas. Que tengamos la capacidad biológica para reproducirnos no quiere decir que nuestro comportamiento esté dominado por el instinto.
¿A qué llamamos instinto?
El instinto podríamos definirlo como la conducta innata y no aprendida que se transmite genéticamente entre los seres vivos de la misma especie y que les hace responder de una misma forma ante una serie de estímulos.
Esta manera de comportarse ante el estímulo es común en toda la especie, tiene fines adaptativos, son conductas complejas y van más allá de la voluntad del individuo. Los instintos no son una opción, no se puede elegir, y los seres vivos de una misma especie actúan de la misma manera estén donde estén, cosa que no sucede en los humanos con el instinto maternal ya que depende de nuestra cultura concebimos la maternidad de una forma o de otra.
¿Y el instinto paternal? Paternidad responsable
No se cuestiona que un hombre no quiera tener hijos, pero sí que una mujer no quiera tenerlos. Parece que para los hombres puede ser una opción, y para las mujeres casi “un deber social”.
El hecho de sentir que “no se tiene ese instinto” a veces puede generar sufrimiento cuando en realidad más que una necesidad interna parece ser una exigencia externa que cumpla con lo que se espera de su rol. Más que con una cuestión instintiva, esta decisión está más condicionada por cuestiones culturales y sociales.
A través de instinto maternal se nos adjudican una serie de características “naturales” que en el fondo tienen que ver más con un mito que con una realidad.
Se sabe que la crianza no está vinculada a la función biológica, por lo que los hombres pueden aprender como las mujeres todas las conductas de cuidado hacia la criatura que ésta requiera. En este sentido por ejemplo existen hombres que experimentan un fuerte deseo de ser padres siendo esto incluso más importante que la realización profesional.
Hay tantas maternidades casi como madres
Nadie nace sabiendo, y a ser madre o padre se aprende. En cada cultura desde la concepción, hasta el parto o los cuidados y crianza del bebé varían. Son procesos que necesitamos aprender más que conocimientos automáticos e inconscientes que nos hacen comportarnos de una manera determinada a todos los seres humanos ante esta situación; hay maneras, costumbres, creencias e ideas que provienen de la sociedad y la cultura en la que estamos inmersos y que se transmite de una generación a otra. Esta nueva identidad, de padre o madre, se construye.
La maternidad no es un asunto privado, ya que tanto el deseo como las diferentes maneras de concebirla está fuertemente condicionada por el contexto en el que vivimos.
La maternidad es una opción
Tanto el hecho de tener hijos como no, como el hecho de reflexionar y responder ante la crianza como cada persona decida es legítimo, más allá de que existan discursos que transmitan una única manera de concebirla.
Que la mujer haya salido al ámbito público, la existencia de una mayor independencia económica y personal, etc. son factores factores que contribuyen a que las necesidades y los deseos cambien respecto a otras épocas, pudiendo reflexionar y elegir el eje en torno al cual gira el deseo, siendo la maternidad una opción o no.
En ocasiones el deseo de ser madre no existe inicialmente y se enciende ante circunstancias como compartir la vida con una pareja que sí lo desee o encontrarse en una situación económica más estable.
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