“Amigo, no seas perfeccionista. El perfeccionismo es una maldición y un esfuerzo. Por qué tiemblas al errar la fama. Eres perfecto si te dejas estar y ser.
Amigo, no temas equivocarte. Los errores no son pecado. Las equivocaciones son maneras de hacer algo de un modo diferente, tal vez en forma novedosamente creativa (…) Amigo, no te arrepientas de tus equivocaciones. Ponte orgulloso de ellas. Tuviste el coraje de dar algo de ti”
Frtiz Perls, Dentro y fuera del tarro de la basura, 1969
He querido empezar con este precioso texto, porque me parece que resume de una forma muy bella el tema del que quiero hablar. Dejarse en paz.
¿Por qué nos cuesta tanto dejarnos en paz?
Nuestro sistema nervioso tiene en la infancia una enorme plasticidad. Desde que somos pequeños absorbemos todo tipo de información y vivencias, algunas las recordamos y otras no. Como es lógico, la información que tomamos para nosotros viene de nuestras primeras figuras cuidadoras; padres, familia extensa, figuras de autoridad, cuidadores, etc.
En nuestro proceso de crecimiento, vamos incorporando todo tipo de información, ya sea de tipo emocional o cognitiva, y no tenemos la oportunidad de cuestionarla cuando somos niños. Así, asimilamos información que nos es útil y nos hace adaptarnos al ambiente en el que vivimos sanamente. Pero también “tragamos” sin digerir de nuestro entorno aquello que nos puede hacer daño, y que principalmente son juicios, exigencias, etiquetaciones acerca de nosotros mismos, y conceptos erróneos de los demás y del mundo. Como es lógico, cuanto más sano sea nuestro entorno y más afectividad segura recibamos, podremos enfrentar la vida adulta con menor carga de toxicidad.
Lo que acaba dentro de nosotros, ¿qué es el juez interior?
Así, cuando maduramos y nos toca salir al mundo, no partimos del vacío. Venimos con un bagaje de experiencias e información. Es un error creer que lo que pensamos o sentimos acerca de nosotros y el mundo viene de la nada.
Cuando uno empieza su proceso en terapia siente que aparte de lo que sucede afuera, algo dentro no marcha bien, y parte de ese malestar se explica por todo lo que de algún modo hemos incorporado y no digerido que nos hacía daño. Todo este material toma forma de juez interior, una voz que critica, juzga y sobre todo dicta sentencia. Este juez, que para Fritz Perls es el “Top dog” y para Freud el “Super Yo”, es una construcción interna que hemos ido elaborando en base a lo aprendido.
El proceso de dejarse en paz
Ser consciente de nuestro juez interior es para empezar, un gran alivio que sentimos. Cuando comenzamos a ponerle voz a nuestra exigencia, además podemos ahí tomar conciencia acerca de las figuras de las que tomamos tales mandatos.
Después de tomar conciencia, podemos caer en la trampa de solucionar la exigencia, exigiéndonos no tenerla. Ahí caemos en un círculo vicioso en donde la solución es parte del problema. Es aceptando como compañero de viaje nuestro juez interno que poco a poco lo podemos hacer más pequeño.
En terapia podemos vivir la experiencia de sentarnos frente a una persona que no nos juzga, nos acompaña, nos escucha y acoge. Es lo que Franz Alexander llamaba la experiencia emocional correctiva.
A través del vínculo con el terapeuta, cuando de éste percibimos ausencia de juicio y aceptación de quiénes somos, nos acompaña a revertir esta tendencia que internamente tenemos. Ver cómo somos acogidos y aceptados tal y como somos nos ayuda a repararnos de nuestras exigencias y a empezar a andar el camino del dejarse en paz.
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