La agresividad, ¿es siempre negativa?
En nuestra sociedad, la agresividad tiene muy mala prensa, por lo menos en el lenguaje explícito, el verbal. Nos explican desde que somos pequeñitxs que ser agresivxs es muy malo y, sin embargo, vemos también desde pequeñitxs, que las agresiones, desde el insulto entre compañerxs de clase, hermanxs…, hasta palizas y muertes, es el pan de cada día. ¡Vaya! nos topamos con dos mensajes contradictorios: uno verbal “la agresividad es mala”, y otro referido a los hechos “la agresividad parece inevitable, los seres humanos somos así”.
Desde la perspectiva de género, hoy por hoy se sigue viendo que la sociedad es más permisiva con la manifestación de la agresividad en los niños – los niños ya se sabe, son muy brutos- y mucho menos con la de las niñas –las niñas no pegan, es muy poco “femenino”-. En uno y otro caso, la sociedad, aunque con intensidades distintas, nos da el mensaje verbal de que la agresividad es mala. Y la intensidad en este mandato repercutirá de diferente manera a niñas y a niños. En todos los casos, lo que sí está claro es que nadie nos enseña a manejar la agresividad que sentimos porque es mala, se reprueba y ya. Decir que es mala nos impide hacernos cargo de ella y, por lo tanto, responsabilizarnos de ella.
La agresividad desde una mirada gestáltica pone la atención en aprender a responsabilizarnos de ella y, para ello, lo primero que distingue es entre agresividad positiva y, por lo tanto, al servicio de construirnos, y la agresividad negativa que está al servicio de la destrucción, tanto de nosotrxs mismxs como de los demás: este tipo de agresividad es violencia.
La agresividad que nos construye
Perls, en su artículo “Moralidad, límite del Ego y agresión,”[1] señala la agresividad como un mecanismo positivo; se refiere a un mecanismo dado por la naturaleza que cumple un papel fundamental y saludable porque es esencial para la subsistencia y el crecimiento. Para explicarlo pone el ejemplo de comer: la mandíbula con los dientes tritura el alimento y hace posible que se elimine una estructura, la del alimento que estamos comiendo, y pueda convertirse en otra, en los nutrientes necesarios que necesita nuestro organismo.
¿Qué sería equiparable a esta función en nuestras relaciones tanto con nosotrxs mismxs como con los demás? Cuando usamos la agresividad[2] para poner límites a lxs otrxs, cuando sentimos que tenemos que decir NO, necesitamos de la fuerza de la agresividad, es decir, “el brío, la decisión para emprender algo y arrostrar (hacer cara, resistir) sus dificultades.”[3]
También cuando necesitamos expulsar nuestros introyectos, aquellos “deberías” que no son nuestros pero que hemos tragado del ambiente y no nos dejan escucharnos, nos constriñen, nos reprimen.
Para mí el término que explica la agresividad como capacidad de defendernos del medio y de lo que nos hace daño dentro de nosotrx mismos de forma saludable, sería la agresividad que está encaminada a deconstruir[4] una situación o un síntoma respectivamente.
La agresividad que nos destruye
Una de las posibles funciones de un/a terapeuta es que sus clientes desaprendan aquellos mecanismos que les destruyen y aprendan otros que les amplíe su capacidad vital. Cuando se hace esto, invariablemente se destapa mucha agresividad que ha sido utilizada por el cliente en autocontrol, autocastigo o autoexigencia e incluso autolesiones.
También puede aparecer agresividad destructiva en la irritabilidad, en la culpa o en el resentimiento que sentimos porque estos sentimientos los sentimos todxs en mayor o menor medida, no solo los clientes. Es nuestra zona de sombra que nos impide vernos. Todo ello es violencia contra nosotrxs mismxs.
Y por último la más evidente para todxs en principio, la agresividad destructiva contra los demás, tanto física como psicológica.
A modo de conclusión
Aprender a escucharnos implica aprender a utilizar la agresividad de forma constructiva, nos hace crecer, nos nutre y nos permite utilizar este mecanismo y responsabilizarnos de él, no a negarlo. Así es la única manera de utilizar este mecanismo que todos tenemos al servicio del equilibrio personal y social y poner en su sitio los mensajes contradictorios que hemos heredado de nuestro entorno.
Para leer más sobre agresividad:
[1] En Esto es Gestalt: Autor: Frederick Perls y otros. Editorial Cuatro Vientos
[2] El enlace te lleva a poder leer más sobre la agresividad positiva en el artículo de Adriana Mireles “Agresividad: el polo positivo de la agresividad”
[3] RAE: 2.f Acometividad; 2.f Agresividad
[4] Deconstruir es deshacer algo para luego construir otra cosa distinta utilizando las piezas de aquello que hemos deshecho.
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