Con esta entrega sobre la culpa cerramos la serie de artículos dedicados a las emociones con mala prensa. Si quieres echar un vistazo a otras emociones con mala fama como la vergüenza, la ira, la tristeza, o la envidia, puedes clicar en cada una de estas palabras.
¿Qué es la culpa?
La culpa es una de las tres emociones (junto con la vergüenza y el orgullo) catalogadas como autoconscientes, ya que se establece una evaluación relativa al propio yo. Es por ello que esta emoción, al contrario de las emociones básicas, aparece en la segunda infancia, en donde se comienza a adquirir la idea de un yo separado de los demás.
Esta emoción suele surgir respecto a una acción concreta y genera una sensación desagradable. Es por ello que erróneamente se le considera emoción negativa, pero como veremos, orientada de manera sana tiene su función determinada.
¿Cuándo aparece?
Puede aparecer cuando hemos transgredido una norma interna. Es importante tener en cuenta que puede que esta emoción aparezca sin ni siquiera ser conscientes de la norma que nos hemos saltado. También surge cuando sentimos que hemos realizado un daño a una tercera persona. En este caso, como veremos, sentir esta emoción puede tener una función sana y reparadora.
Es posible que además la culpa aparezca en forma de autoevaluación obsesiva respecto a una acción concreta en el entorno social, en el que puede que no hayamos transgredido ninguna norma, pero nos estemos juzgando internamente de forma cruel con ideas sobreexigentes y perfeccionistas (Ej: “Qué comentario tan idiota que hiciste”). En este caso, la culpa va unida a componentes fuertes de vergüenza e inadecuación.
Las normas internas
En psicoanálisis y terapia gestalt, estas normas internas que me he tragado sin digerir se llaman introyectos. Se trata de mensajes implícitos o explícitos que aprendemos desde pequeños que tiene que ver sobre las normas morales sobre lo que está bien o está mal. Sería como los mandamientos de la “buena” conducta que he ido aprendiendo en mi proceso de construcción del yo.
La culpa puede surgir en este caso cuando ha habido una transgresión de esas normas. Pero puede ser que no todas esas normas con las que crecí me son funcionales hoy día o me hacen bien. La diferencia entre las normas y los valores, radica en que estos últimos son el resultado de establecer una valoración interna sobre qué de lo que aprendí me quiero quedar y qué no.
Si, por ejemplo, uno de mis introyectos es “no te puedes enfadar”, quizás sienta culpa cuando expreso esta emoción. Es importante ahí darse cuenta de que probablemente estoy transgrediendo una norma que se ha quedado obsoleta. Así que ante el remordimiento es importante preguntarse, ¿Qué norma es la que estoy transgrediendo? ¿Esa norma la cuestiono o la quiero como uno de mis valores?
Culpa neurótica
La culpa, cuando está relacionada con la transgresión de normas rígidas o cuando se fusiona con sentimientos de vergüenza e inadecuación, puede aparecer acompañada de obsesión rumiativa y autocastigo. Es ésta la culpa disfuncional que nos paraliza y nos tortura.
Suele ir unida a un autoconcepto pobre de nosotros donde nos ponemos etiquetas autodespreciativas (Ej: Soy una persona horrible). Es una emoción intrapersonal que no da lugar a la reparación ni a poner atención y responsabilidad sobre mis acciones.
Culpa sana o funcional
Sin embargo, existe la culpa sana, que tiene una función importante y que sentirla da la oportunidad de reparar y repararme. Se trataría de una culpa empática y por tanto interpersonal, en donde soy capaz de entender que mis acciones pueden haber causado un daño en otra persona.
De hecho, las personalidades con rasgos psicopáticos tienen muchas dificultades para sentir empatía, y por tanto culpa empática. No es difícil imaginar que un mundo en donde hubiera ausencia de empatía tendría la capacidad de destruirse en muy poco tiempo, ya que se ha comprobado que es a través de la empatía y por tanto la cooperación, como nuestra especie pudo adaptarse a los cambios.
Sentir culpa empática, al contrario de la culpa que tortura, me da la posibilidad de reparar la acción mediante el reconocimiento del daño causado a la otra persona. Puedo establecer acciones reparadoras que le ayuden a la otra persona así como a mí mismo. Mientras que la culpa disfuncional pone el foco en el autoconcepto (“Soy malo”), la culpa sana pone el foco en la acción (“Lo que he hecho te ha hecho daño”).
No obstante, también es cierto que las personalidades con niveles muy altos de empatía son más proclives a sentir una culpa empática que no en todos los casos es saludable. Es posible que esas personalidades “muerdan el anzuelo” cuando se topen con personas que usen el victimismo para manipular y culpabilizar. El victimismo (hacer sentir una culpa empática desmesurada en el otro) puede ser una de las herramientas más eficaces de control y manipulación. En este caso, la culpa empática es algo a calibrar y revisar en terapia.
Como vemos, esta emoción tiene muchas aristas, ya que es una emoción evolucionada, muy humana y por tanto muy compleja. ¿Tienes dificultades a la hora de lidiar con la culpa? En Concienciarte podemos acompañarte a través de terapia individual, presencial y también en formato online.
Bibliografía:
- Fernández-Abascal et al (2010). Psicología de la emoción. Editorial Universitaria Ramón Areces.
- Septiembre, ¿el verdadero año nuevo? - 29/08/2023
- ¿Debería todo el mundo ir a terapia? - 05/08/2023
- El efecto Pigmalión - 09/06/2023