La dependencia emocional
Nacemos dependientes.
Necesitamos de un otro para sobrevivir. Es un hecho. El ser humano es el ser que más tiempo depende del cuidado de otros. Hasta que aprende a caminar sobre sus propios pies, hasta que identifica sus necesidades y puede hacerse cargo de ellas.
Primero aprendemos a cuidar de nuestras necesidades más básicas de alimentación, sueño e higiene, pero ¿qué pasa con nuestras necesidades emocionales?
¿Qué pasa con nuestra educación emocional?
No siempre tenemos una buena base para hacernos cargo de nuestro bienestar. No siempre aprendemos a reconocer nuestras necesidades emocionales. Y éste es el comienzo para unas relaciones sanas, con nosotros mismos y con los otros.
Es cierto que somos seres sociales, en relación con otros. Es decir, cuando somos adultos la dependencia deja paso a la interdependencia. En este sentido encontramos necesidades como: aceptación, afecto, confianza, consideración, pertenencia, proximidad, empatía y apoyo.
Al mismo tiempo, hay una serie de necesidades emocionales relacionadas con la integridad que han de estar en equilibrio y armonía con las anteriores. Estas son: autoconocimiento, autoestima, autenticidad, creatividad, auto-respeto y expresión.
La manera en que nuestras necesidades fueron cubiertas cuando dependíamos de otros va a influir considerablemente en nuestra manera de relacionarnos y de buscar nuestro bienestar siendo adultos.
¿Qué es la dependencia emocional? 
Entendemos por dependencia emocional una manera concreta de vincularnos que siempre conduce al sufrimiento. Buscamos que el otro cubra todas nuestras necesidades y dejamos de responsabilizamos de nuestra vida y de nuestras emociones. Dañando así toda posibilidad de construir una relación sana que nutra nuestra vida.
Cuando nuestra seguridad y bienestar depende del otro las relaciones pueden transformarse en pequeñas cárceles que nos oprimen pero nos salvan de la desolación y el abandono que imaginamos al otro lado.
Por tanto, el primer paso es trabajar la relación que tenemos con nosotros mismos. ¿Quién soy? ¿Qué necesito? ¿Cuáles son mis valores? ¿Y mis miedos? ¿Cómo me gusta cuidarme? Poder identificar y cubrir nuestras necesidades con las infinitas estrategias que están en nuestra mano es darnos la confianza y la seguridad que necesitamos.
Vínculos emocionalmente seguros
El apego seguro es el tipo de apego que buscamos desarrollar. Puede que no hayamos tenido la suerte de vivir este tipo de vínculo en nuestra primera infancia. Puede que el contexto, la situación económica, emocional o familiar nos haya dificultado percibir que había alguien ahí para nosotros. Que estaba disponible para cuidar con cariño de nuestras necesidades. Necesidad de afecto, de protección, de diversión, de estimulación, de seguridad, de libertad… esta situación dificulta que crezcamos conscientes de nuestro valor y de nuestro derecho a ser amados, y sobretodo perjudica la creación de un espacio interno en el que sentirnos seguros y amados fuera de la mirada externa. Sentimos, por tanto, que sin el otro caemos en el vacío y la soledad que vivimos en la infancia, a la cual sobrevivimos, pero seguimos temiendo.
¿Por qué tememos esa soledad? ¿Qué fantasmas nos despierta?
Como hemos mencionado antes, el ser humano nace desprotegido y dependiente, en ese contexto la soledad puede significar la muerte. Sin embargo, cuando somos adultos la soledad nos sigue generando los mismos miedos a pesar de que ya no pone en peligro nuestra vida.
Romper con la dependencia emocional
Necesitamos aprender a cuidarnos y a mirarnos con amor y con valor, sin caer en la autoexigencia o autocritica.
Cuando un niño está aprendiendo a vestirse, si no tiene a nadie que le vista o le acompañe, si solo escucha “¡vístete!” pero no le han acompañado en cada paso, en el inicio de esa autonomía, es muy posible que sienta frustración, rabia, soledad, tristeza… y prefiera un millón de veces ser vestido que vestirse él.
Sin embargo, cuando acompañas a un niño en su proceso de autonomía, y va descubriendo poco a poco, y acompañado, su capacidad de vestirse solo, atarse los zapatos, ponerse la camiseta, abrocharse los botones… su corazón se llena de felicidad. Se desarrolla y se fortalece su autoestima, su autoconcepto y su confianza.
Así que dejémonos acompañar, hagámonos el camino fácil hacia una sana interdependencia y unos vínculos enriquecedores y satisfactorios.
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