La envidia es una de esas emociones que para suavizarla decimos que es “sana” cuando la sentimos. Quizás porque desde nuestra herencia cultural ,que la considera como uno de los siete pecados capitales, sentirla se ve como algo terrible. Ya hemos hablado anteriormente de otras emociones con mala prensa como la tristeza, la ira y la vergüenza, así que hoy desarrollaremos más a fondo esta emoción con tan mala fama.
¿Qué es la envidia?
Las dos acepciones de la RAE acerca de la envidia son (1) “Tristeza o pesar del bien ajeno” y (2) “Deseo de algo que no se posee”. Esta es una emoción universal y humana. Y como todas las emociones, adaptativa: cualquier emoción la podemos sentir porque está “programada” evolutivamente en nuestro cerebro. Así que hablar de las emociones en términos de buenas o malas no tiene sentido. Tiene además, como todas las emociones, su función. Y esta sería la de conectar con un deseo no satisfecho.
La envidia es una emoción compleja, que al contrario de las emociones básicas, incorpora elementos cognitivos y evaluativos. Y quizás, el estigma que tiene no viene solo de nuestra herencia antigua, sino también de la influencia de psicoanalistas del siglo pasado como Melanie Klein, quien decía que la envidia es una expresión de los impulsos de destrucción y muerte del ser humano. Esta definición se ha quedado hasta ahora como una de las más consistentes para explicarla.
Cierto es que hay personas con caracteres más tendentes a sentir esta emoción , ya que estar excesivamente en contacto con la envidia puede reflejar un sentimiento de carencia e insatisfacción grande. Pero en definitiva, ¿Quién no ha sentido envidia al menos una vez en su vida? Por eso es importante entenderla y darle su lugar.
Una nueva lectura
Las condiciones que generan la envidia según Norberto Levy serían: (1) Experimentar necesidades y deseos que alguien ya los ha realizado, (2) La creencia de que no dispongo de los recursos para acceder a ellos y (3) Cuando no cuento ya con ciertos deseos satisfechos que me haga compensar los no satisfechos.
Si le ponemos más atención, podemos ver como seguramente el deseo de destrucción del otro no está tan presente como la eliminación de un contraste. Es decir, el componente no destructivo y creativo de la envidia no sería tanto que el otro no tenga lo que tiene, sino conectar con el deseo de tener lo que el otro tiene.
Quien la siente quiere en realidad desear que esa tensión insoportable de carencia frente al otro se resuelva. Pero como ésta es una emoción penalizada, uno no se siente bien de experimentarla. Si nos hemos tragado el mensaje de que la envidia es destructiva, nos podemos sentir muy mal con nosotros mismos. Esto es porque sentimos algo que nos hemos contado que no deberíamos estar sintiendo.
Despenalizar y gestionar la envidia
El primer instante de la envidia es un dolor agudo ante un contraste que nos remite a nuestros deseos insatisfechos. Si aprendemos a utilizar esta señal descubriremos la riqueza potencial de la envidia y no surgirá la necesidad de destruir los logros del otro. Norberto Levy
Lo que no se expresa se actúa. Probablemente, parte de los motivos de que la envidia se asocie a lo destructivo tenga que ver con la dificultad de reconocérnosla, y mucho más la dificultad de reconocerla a un otro. Cuando no nos damos la libre expresión de una emoción, lo acabamos actuando de formas poco sanas. (Ej: No te expreso que siento envidia de tu nueva pareja porque es lo que yo deseo, pero en cambio te sugiero que esa persona no es trigo limpio).
Aunque no tenemos recetas mágicas sobre como gestionarla, sí podemos ofrecer algunas indicaciones. Lo sano es primero tomar conciencia de que la estoy sintiendo, así como aprender progresivamente a dejarme en paz con ella si aparece: se trata de tomar conciencia del dolor del deseo no satisfecho. En un segundo movimiento, si sentimos que la persona a la que le queremos compartir esta emoción es un vínculo seguro, podemos hacerlo. Un ejemplo de la expresión sana de la envidia sería algo así como: “Me alegra mucho que estés en pareja, y a la vez no puedo evitar sentir tristeza porque llevo un tiempo frustrado con este asunto“.
No olvidemos que la envidia tiene la función de que conectemos con nuestras carencias para que pongamos en marcha los recursos necesarios para alcanzar deseos accesibles a nuestra realidad. ¿Tienes dificultades a la hora de gestionar esta emoción? En Concienciarte podemos acompañarte.
Bibliografía:
- Levy, N (1999). La sabiduría de las emociones. Penguin Random House
- Septiembre, ¿el verdadero año nuevo? - 29/08/2023
- ¿Debería todo el mundo ir a terapia? - 05/08/2023
- El efecto Pigmalión - 09/06/2023