Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos comparado, de una forma más o menos consciente, con personas de nuestro entorno y hemos sentido que tenían aspectos que deseábamos tener; todos en algún momento de nuestra vida hemos sentido envidia
Es importante tener claro que la envidia es un sentimiento común que nos sucede a todos en mayor o menor grado, y que cuando la verbalizamos y la expresamos con palabras ya la estamos aceptando, siendo una manera saludable de trabajarla respetándonos a nosotros mismos y a los demás. A su vez nos ayuda a no manifestarla de manera encubierta y agresiva hacia los otros.
La envidia surge entre iguales
Lo frecuente es que sintamos envidia hacia personas con circunstancias similares a las nuestras como hermanos/as, compañeros/as de trabajo, amigos/as, vecinos/as, etc.
Nos surge el sentimiento de envidia hacia personas cercanas por ciertas características o cualidades en diferentes ámbitos, tanto en lo personal como en lo profesional, por su aspecto físico o por habilidades de relación, por sus posesiones o su tipo de vida.
Cuando más conflicto produce es cuando la sentimos por personas a las que queremos, ya que por una parte queremos lo mejor para ellos y a la vez sentimos mucha hostilidad, generando sentimiento de culpa por esos tintes de agresividad (ya que somos “malos” por sentir lo que sentimos hacia personas a las que queremos).
La envidia en la infancia
La envidia surge a etapas tempranas. Melanie Klein la define como “sentimiento de enfado porque otra persona posee y disfruta algo deseable, y el impulso envidioso apunta a despojarla de ese algo o echarlo a perder”. Esta autora diferencia la envidia de los celos, siendo la envidia más primaria y elemental.
La envidia: un Pecado Capital
La envidia es uno de los siete Pecados Capitales mencionados en la Biblia. Estos exponen todo lo “moralmente condenable”, aquello que debe evitar una persona para “ser virtuosa”. Desde el cristianismo la envidia es un sentimiento mezquino e indigno por lo que es inaceptable. De alguna manera esta concepción ha propiciado que este sentimiento tenga tan mala fama.
¿Cómo se expresa la envidia en el día a día?
Se suele negar u ocultar la envidia ya que mostrarse al mundo como inferiores y carentes, como imperfectos y débiles nos hace sentir mucha vergüenza.
Criticar a otros, rechazarles, evitar hablar, preguntar y escuchar sus logros, son algunas de las maneras en las que se materializa la envidia en las relaciones cuando no la reconocemos.
También en la medida en la que estamos ocupados en compararnos con los demás nos despistamos y evadimos cierta responsabilidad sobre nuestra vida.
La envidia no suele producir una sensación placentera ya por una parte nos conecta con la carencia y la agresividad además de ser un tabú a nivel social.
La expresión de la envidia da más información acerca del que envidia que del envidiado.
La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren.
Arthur Schopenhauer (1788-1860), filósofo alemán
La envidia “sana”: un tabú social
¿Realmente existe la “envidia sana” o es una expresión para suavizar este sentimiento tan rechazado? ¿Se dice para “quedar bien”? La envidia es lo que es y se siente como se siente, lo que uno haga con ese sentimiento es otra cosa. Uno puede sentir envidia por su vecino y no por ello llevar a cabo ninguna conducta ofensiva hacia el mismo.
El tabú de la envidia fomenta el sufrimiento cuando conectamos con ella, porque además de conectarnos con la carencia y la agresividad “está mal” sentirla. No es una cuestión de que esté mal o bien, simplemente “es”, y el hecho de sentirla y reconocerla no nos tiene que llevar necesariamente a fastidiar o interrumpir al otro.
Escuchar y legitimar la envidia
Nuestras emociones nos conectan con necesidades y deseos del momento. Al sentir envidia y reconocerlo nos percatamos de nuestras carencias y esto promueve que pongamos en marcha mecanismos para satisfacerlas. A su vez, en la medida en la que aceptemos mejor nuestra envidia podremos aceptar mejor al otro.
Cuando nos paramos y analizamos lo que nos está pasando nos damos cuenta de que en el fondo subyacen sensaciones de inferioridad, impotencia, desánimo, incompetencia e insuficiencia.
Tomar conciencia de quienes somos, conocernos, saber cuáles son nuestras limitaciones, reconocer nuestras carencias sin quedarnos atrapados en ellas y, por supuesto, reconocer el sentimiento de envidia, son algunas de las cosas que pueden ayudarnos a no reprimirla y sufrirla en silencio.
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