Plantear el asunto de la felicidad en unas pocas líneas no es sólo algo pretencioso sino que es apuntar demasiado alto: es nuestra principal aspiración como seres humanos. Es importante saber que este estado no significa lo mismo para cada persona. De ahí que definirla sea realmente difícil. En un artículo anterior ya hablé de la tendencia que existe hoy de confundir el éxito con sentirnos felices. Parece que nos hubiéramos creído que lograr ser feliz es algo que estuviera sólo fuera de uno.
Según la OMS, la salud no es solamente la ausencia de enfermedad. Igualmente no parece que la felicidad sea tan sólo la ausencia de tristeza. Los seres humanos guardamos todas las potencialidades necesarias para el crecimiento. Es posible que los estados de dicha más profundos se asocien a lo que Maslow llamaba el potencial de autorrealización. Sin embargo, tal y como explica este autor, éste último peldaño se sustenta en otros previos. Los dos más básicos la cobertura de las necesidades fisiológicas básicas y las de seguridad. Esto quiere decir que no se puede alcanzar la felicidad sin unas condiciones mínimas de seguridad y dignidad.
Felicidad hedónica y eudaimónica
La felicidad pequeña es aquella que sentimos cuando las cosas nos van bien y marchan en la dirección que nos gusta. La gran felicidad es aquella que experimentamos cuando, a pesar de que las cosas no vayan bien, podemos sentir el soplo feliz de la vida. La felicidad grande es independiente de lo que sucede, de cómo nos va, se asienta en el ser y en el momento presente, y es por nada o porque sí, sin motivo alguno que la justifique.
Joan Garriga
Se habla de dos tipos de felicidades, la hedónica y la eudaimónica. La primera tendría que ver con estados vinculados al placer y la gratificación, muchas veces inmediata. La búsqueda de este tipo de felicidad implica la obtención de aquellos recursos externos que la persona piense le van a servir para su fin. Este tipo de felicidad excluye la experiencia de emociones dolorosas y situaciones incómodas o desagradables. La mala noticia es que el dolor (físico o emocional) es una experiencia humana inevitable y las experiencias placenteras son siempre efímeras por mucho que queramos agarrarnos a ellas. Aferrarnos a algo que por su propia naturaleza es finito nos lleva sin remedio a experiencias de sufrimiento.
La felicidad eudaimónica se parece a la felicidad grande de Garriga y a la tendencia a la autorrealización de Maslow. Tendría que ver más con la búsqueda de un significado y propósito a la existencia pero sin rechazar experimentar lo placentero cuando llega. Este tipo de dicha está vinculada a la conducta prosocial: es decir, en actuar en el mundo de forma empática y solidaria con quien nos rodea. Tampoco está demasiado sujeta a los acontecimientos externos, sino que es relativamente independiente de lo que pueda acontecer fuera de uno. Lo eudaimónico no rehuye del dolor ni de lo incómodo, ya que lo considera parte de la existencia. Parece que esta felicidad está asociada a una menor predisposición a la depresión.
¿Existe una fórmula para ser feliz?
Al igual que no existe una definición universal para la felicidad, tampoco hay una fórmula que valga para todos. Quizás tendemos a ver la felicidad como una meta en lugar de como un proceso. Desde esa perspectiva, la felicidad es un lugar que uno nunca termina de alcanzar. Creo que todos los humanos en algún momento nos engañamos con falsas promesas del tipo “Cuando pase esto, o cuando consiga lo otro, o cuando viaje a este lugar…entonces seré feliz”. Plantear la felicidad como una meta idealizada de futuro es ponerlo fuera de uno y es renunciar a trabajarla en el presente. Es sólo en el presente donde la vida está ocurriendo.
No obstante, en el mundo de la psicología hay autores que han abordado el asunto. A modo de ejemplo, Palomera propone en un programa de intervención una serie de claves fundamentales para ser feliz y son estas:
- Tener relaciones sociales significativas y sanas
- Pasar más tiempo socializándose
- Mantenerse ocupado en aquello que es agradable personalmente
- Perseverar en la consecución de las metas significativas
- Tener organización y planificación
- Dejar de preocuparse por aquello que no tiene solución
- Rebajar las expectativas y aspiraciones
- Pensamiento optimista
- Orientación al presente
- Gustarse y ser uno mismo
- Eliminar emociones negativas y problemas
- Valorar la felicidad
Psicoterapia y felicidad
Cada organismo está animado por una tendencia intrínseca a desarrollar todas sus potencialidades y a desarrollarlas de forma que favorezca su conservación y su enriquecimiento.
Carl Rogers
Al igual que con otras profesiones de ayuda, los psicoterapeutas somos promotores de la salud. Y ésta en un significado amplio engloba la salud mental, totalmente asociada a la felicidad. Trabajamos no sólo para ayudar a reducir el sufrimiento, sino en última instancia para que la persona desarrolle todas sus potencialidades y sea tan feliz como pueda llegar a ser.
Dejo para finalizar las reflexiones de un buen maestro como es Cherif Chalakani sobre la felicidad. Que sean felices
Bibliografía:
- Bermúdez, J. y col., (2011). Psicología de la personalidad. Madrid: Uned Editorial
- Garriga, J., (2013). El buen amor en pareja. Barcelona: Editorial Planeta
- Septiembre, ¿el verdadero año nuevo? - 29/08/2023
- ¿Debería todo el mundo ir a terapia? - 05/08/2023
- El efecto Pigmalión - 09/06/2023