La gratitud es probablemente una de las emociones más elevadas que existen. Ser capaces de experimentar agradecimiento nos coloca en una predisposición mayor para experimentar felicidad. Está comprobado mediante diferentes estudios que sentir gratitud trae mejoras a la salud global de la persona que la siente. La mejora de la salud física y psíquica, el incremento de la empatía, la reducción de la agresividad, el aumento de la autoestima y otros beneficios están detrás de la práctica de la gratitud.
Sin embargo, el agradecimiento a su vez no es algo que parece que pueda ni deba forzarse.
Despenalizando la queja
La queja podría considerarse como la actitud opuesta a la gratitud. La queja es algo que tiene demasiada mala prensa. Es verdad que instalarnos en la queja, no nos facilita la vida. Pero tampoco lo hace prohibírnosla. En un ambiente en donde a veces uno siente que ha de ser positivo por decreto , quejarse no se contempla.
Sin embargo, si sabemos no quedarnos ahí, la queja sirve para soltar emociones que podemos tener reprimidas. Y cuando se expresa en forma de protesta puede ayudar a cambiar situaciones que consideramos injustas.
Desde esa penalización de la queja, podemos llegar a ser bastante autopersecutorios. Como si cuando sufrimos nos dijéramos a la vez que no deberíamos tener motivos para sufrir. “Deberías estar agradecido” o “No te quejes” son frases que nos pueden acompañar. Aunque penalizarnos la queja o no querer sentir emociones que “no deberíamos sentir” parte de una buena intención, no hace sino meternos en un bucle de difícil salida.
Agradecimiento no es deuda
Desde bien pequeños, a la mayoría de nosotros se nos ha enseñado a dar las gracias. Pienso que es mejor enseñar a un niño a agradecer que no a alimentar el capricho o la tiranía. Pero también pienso que esa pedagogía del agradecimiento no va tan conectada con querer cultivar la gratitud como con seguir unas normas sociales “correctas”. (Como dice el refrán, “Es de bien nacidos ser agradecidos” ). Para muchos, la expresión de la gratitud se ha convertido más en una obligación social introyectada (es decir, tragada y no digerida) que en algo conectado con un sentimiento auténtico.
La gratitud puede también confundirse con la percepción de deuda moral. Uno puede pensar que siente agradecimiento hacia alguien pero puede ser en realidad un sentimiento de deuda enmascarada. La gran diferencia es que mientras que la gratitud se siente sin peso, sentir deuda le conecta a uno con la obligatoriedad de compensar.
Esa obligatoriedad del agradecimiento la percibo también en ciertos sectores de la auto ayuda con numerosas pautas sobre como ser más agradecido. Se quiere fomentar el agradecimiento como llave que puede conducir al éxito o que puede aportar increíbles beneficios. Pero no deja de parecerme que forzar la gratitud y utilizarla como medio no pasa por una conexión real con ese sentimiento.
Gratitud y proceso terapéutico
Conectar con una gratitud auténtica, de primeras no es tan fácil. Uno va a terapia porque sufre. Y cuando se sufre es difícil experimentar agradecimiento. El proceso de aceptación interna (necesario en terapia) pasa también por aceptar que uno no puede conectar con la gratitud y aprender a dejarse en paz por ello.
La gratitud es mucho más que pronunciar unas palabras de forma automática. Conseguir que uno conecte con este sentimiento lleva su tiempo. Solo cuando uno ha atravesado con valentía la dificultad y el dolor , puede comenzar a elaborar otras emociones que estaban tapadas.
En mi caso personal y por lo que percibo con mis pacientes, la gratitud verdaderamente conectada con el corazón llega sola. No es para mi un objetivo a buscar sino la consecuencia natural de un buen proceso terapéutico y el síntoma de un buen autoapoyo y madurez. Entonces el agradecimiento surge sin buscarlo.
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