Continuamos con la serie de artículos dedicada a las emociones con mala prensa que iniciamos con la vergüenza. Las emociones que tienen mala fama suelen ser clasificadas como “negativas”, pero en realidad toda emoción es adaptativa, fruto del proceso evolutivo del ser humano. Por eso conviene entender el sentido y función de cada emoción, por muy penalizada que esté. Esta vez hablaremos de la ira.
¡No te enfades!
Seguramente que más de una vez hemos escuchado esa expresión, como si enfadarse estuviera mal, o como si uno sintiera que no tuviera derecho a sentir ira. Y es que es una de las emociones más penalizadas, penalización que se inicia en nuestra educación infantil. Ser un “niño bueno” y obediente implica reprimir la expresión de la ira, y eso ha sido mucho más cierto en la educación de las niñas, ya que se ha considerado la expresión de esta emoción como algo poco femenino y por tanto, castigado.
La ira es una de las 6 emociones básicas (junto con la alegría, la tristeza, el miedo, el asco y la sorpresa). Esto quiere decir que están “instaladas” de forma innata en nuestro código genético, son universales, se reflejan en las expresiones faciales y nos garantizan la supervivencia. Esta emoción surge cuando nos estamos enfrentando a situaciones que nos producen frustración o nos son aversivas.
Uno de los motivos por el que se le considera a la ira como emoción negativa es la sensación desagradable interna que provoca, pero desagradable no equivale a malo. La ira en realidad es una emoción que nos activa enormemente, y como veremos, nos puede hacer generar cambios muy adaptativos.
La función de la ira
Esta emoción nos permite implementar de forma rápida acciones defensivas o de ataque ante situaciones que nos son molestas o nos generan frustración. Sentimos ira cuando sufrimos alguna situación de pérdida, daño o limitación de derechos. Su función es facilitarnos los recursos necesarios para defendernos y reestablecer la situación previa.
La mala prensa de la ira también está relacionada con cómo se ha asociado erróneamente con la violencia. Y son dos fenómenos muy distintos. Aunque es cierto que una ira mal gestionada puede desencadenar situaciones violentas, también es posible ejercer violencia sin ira. La ira es una emoción que nos ayuda a poner límites y colocarnos en nuestro sitio. Esto no quiere decir que la convirtamos en agresión y ni mucho menos que implique violencia. La violencia en cambio busca abusar, controlar y ejercer el poder.
El trabajo con la ira
Podemos experimentar problemas con esta emoción, bien porque estamos demasiado en contacto con ella, o bien porque nos cuesta expresarla e incluso sentirla. La ira es una emoción que en su contexto puede ser muy sana, y por tanto muy adaptativa. Sin duda vamos a experimentar sufrimiento si nos quedamos “enganchados” a ella. Pero también si no podemos experimentarla o expresarla, ya que inevitablemente en la vida nos vamos a enfrentar a situaciones donde tengamos que echar mano de esta emoción.
La manera de trabajar la ira por exceso en terapia gestalt no iría dirigida a penalizarla ni a hacer que desaparezca, sino entender porqué y para qué está ahí. La ira en esos casos puede estar camuflando otras emociones como la tristeza e incluso puede estar escondiendo síntomas de tipo depresivo. Si nos penalizamos la irascibilidad porque nos hace sentir culpables o “malos”, no nos vamos a dar la oportunidad de comprendernos y de entender el mensaje que nos quiere dar. No se trataría de reprimir la ira sino de entenderla. Y quizás de aprender a expresarla de un modo más sano y cuidadoso para el otro y para conmigo.
En la otra cara de la moneda, puede que haya personas que tengan problemas para sentirla y expresarla. Normalmente en estas situaciones hay un déficit de asertividad donde cuesta poner límites. En estos casos, desde la terapia gestalt animamos a que la persona revise qué aprendizajes (introyectos) ha tenido en los que no estaba permitida. Es importante también la despenalización de esta emoción y darse permiso para sentirla, pero no solo. Pasar a la acción es importante. Cuando utilizamos la ira en forma de límites con el otro, aprendemos poco a poco a dignificarnos ante las situaciones injustas que la vida a veces nos trae.
¿Sientes que te bloquean algunas emociones desagradables como la ira y no sabes como gestionarlas? En Concienciarte podemos acompañarte, a través de terapia individual, presencial y también en formato online.
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