La Pérdida ambigua: Migración desde la mirada gestáltica

¿Qué significa la pérdida ambigua?

Hoy día -aunque ha existido siempre- todos tenemos a alguien cercano que ha tenido que migrar a otros países, o de una ciudad a otra, por trabajo, por pareja, por buscar una vida mejor y escapar de la pobreza, por motivos políticos, conflictos armados como el caso sangrante de los refugiados sirios que Europa sigue sin acoger…todas y cada una de esas personas sufren además de todo, la pérdida ambigua. Si logran asentarse y tener una vida digna que sería lo que tendría que ser en todos y cada uno de los casos, esas personas sufren los efectos de la pérdida ambigua.

Han dejado atrás, además de sus casas, sus olores, sus sabores, su lengua…, personas queridas, amigxs, o familiares que no saben cuándo podrán ver o si podrán volver a verlos algún día. Tienen a determinadas personas ausentes físicamente y presentes psicológicamente y esa fractura puede desembocar en depresión, ansiedad, problemas en las relaciones u otros síntomas que no les ayudan a adaptarse a su nueva realidad. Sufren de pérdida ambigua.

Una pequeña historia

Recuerdo cuando a mis 12 años, de la noche a la mañana mis padres nos dijeron que nos
íbamos a vivir a Madrid. Yo había nacido en Huesca y había vivido allí toda mi corta vida, era mi mundo. Recuerdo que me pasé todo mi primer año de Madrid al despertarme con una sensación de extrañeza, me costaba ubicarme, y cuando lograba darme cuenta de dónde estaba, me pellizcaba la cara, para comprobar que no era un mal sueño, que desgraciadamente no estaba en mi casa de Huesca.

Pasé dos años pensando en cómo volver a Huesca, hasta que pude volver y comprobé que yo ya no era la misma y que las cosas y mis amigxs tampoco eran ya los mismos. Y pude cerrar esa etapa de mi vida. Afortunadamente pude adaptarme y seguir con mi vida sin problemas. Mi caso es levísimo, tenía 12 años, toda la vida por delante, me fui a otra ciudad dentro de mi propio país, con la misma cultura, la misma lengua… pude volver para cerrar esa etapa de mi vida y, sin embargo, me costó adaptarme. Cuánto más les costará adaptarse -muchísimo más- a todas aquellas personas que dejan su tierra, sus casas, su gente, su idioma, para toparse con otra realidad tan distinta… a veces mucho peor que la que dejaron atrás.

Vivir la incertidumbre de tener preguntas sin respuestas

Y es una pérdida ambigua porque en el caso de una pérdida clara como es la muerte de un ser querido, existen rituales, religiosos o no, que ayudan a transitar la despedida y las personas afectadas pueden comenzar el difícil proceso de aceptar que esa persona ya no va a volver, que se ha ido para siempre, está muerta. Sin embargo, en la pérdida ambigua, la situación no está bien definida y puede congelar el dolor por la incertidumbre de no saber si se ha perdido para siempre a la persona querida, o si se va a poder recuperar.

Los casos más sangrantes de este tipo de pérdida son los casos de los desaparecidos en las guerras, en los raptos, en todas aquellas personas que no se han podido encontrar sus cuerpos y que, por lo tanto, no se sabe qué fue de ellas. La incertidumbre genera mucho estrés psicológico y el duelo queda congelado. Los seres humanos necesitamos certezas para movernos en la vida y estas situaciones nos privan de ellas. Rilke decía “…procura amar las preguntas por sí mismas, como habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua extraña…De eso se trata, de vivirlo todo. Vivir las preguntas ahora”[1]. Y no es fácil…

Por eso, en la terapia siempre hay que rastrear si el/la cliente tiene alguna pérdida ambigua, para tener claro que lo que le pasa no es un problema intrapsíquico, de ella, sino que es un problema de su realidad externa. Se trata de escuchar e intentar dar un lugar a cada una de las ideas y sentimientos contradictorios que piensan y sienten, que son provocados por su situación. Sostener esa ambivalencia de tener y no tener a una o varias personas queridas, y poder seguir viviendo en el aquí y ahora, es la función primordial de la terapia Gestalt.

La pérdida ambigua: pág. 59. Autora: Pauline Boss. Editorial Gedisa. Un libro que me ha inspirado este artículo.

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