Pareciera que lo imperante hoy día es pensar que hay emociones que valen más que otras, en ese sentido la sonrisa se ha convertido en el paradigma de las “buenas emociones”.
Hasta los años 90 del pasado siglo, la investigación en psicología se había dedicado casi en exclusividad a los estados patológicos del ser humano olvidándose de abordar los estados más saludables. Tuvo su sentido por entonces cambiar el foco e interesarse más por todo lo relacionado con la felicidad y los estados positivos del ánimo.
Martin Seligman fue el gran impulsor de esta nueva corriente y muchos otros autores le han seguido después. La psicología positiva se ha convertido en un campo de investigación muy prolífico y útil para entender el comportamiento humano.
Positivos por decreto
Escribí hace tiempo en otro artículo acerca de la importancia del humor y la risa en la vida. Creo que es necesario atrevernos a tomarnos menos en serio para ser más felices.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte asistimos a una sobreexplotación de lo positivo, de lo falsamente positivo. Vivimos en un momento de tal auge de las emociones positivas que nos sometemos a la tiranía de estas. Estamos cada día bombardeados por mensajes que nos invitan a sonreír, como si la sonrisa fuera la solución a cualquier problema.
Pero la expresión de las emociones solo tiene valor cuando estas son auténticas, por ello expresar una sonrisa cuando de verdad no es sentida no conduce a ninguna parte, lejos de ayudarnos nos puede perjudicar, porque ser positivos “por decreto” nos conduce a la inautenticidad.
Gillaume Duchenne investigó acerca de la sonrisa espontánea y fingida. Se pueden diferenciar fácilmente, pues la espontánea se caracteriza por la contracción involuntaria de músculos alrededor del rostro incluyendo la comisura de los labios y el músculo orbicular. Esta sonrisa parte del sistema límbico (emocional) cerebral. En cambio la sonrisa voluntaria tiene su origen en la corteza motora, no hay mediación emocional.
Que las emociones fluyan con la vida
En la vida se alternan momentos de mayor o menor alegría. Lo sano es vivir las emociones acordes a la situación que estemos viviendo, lo lógico es que en un momento de duelo sienta tristeza. Lo patológico sería quedarnos atrapados en una emoción determinada e impedir experimentar la emoción acorde con el momento vital. Como dice Joan Garriga en su libro “El buen amor en la pareja”:
En nuestra cultura, el dolor tiene mala prensa porque creemos que nos puede llevar a la depresión, pero es más bien al revés: nos deprimimos porque detenemos el flujo espontáneo de nuestros sentimientos o pretendemos pasar por alto lo que duele.
Por ello, al igual que quedarnos atascados en el dolor es insano, también lo es quedarnos en lo “positivo”, porque en ambos casos tomamos una opción evitativa y sesgada donde nos impedimos experimentar en función de lo que la vida nos va trayendo.
El abordaje en la terapia gestalt
En gestalt hablamos de deflexión como uno de los mecanismos de defensa fundamentales. La deflexión es hacer un “como sí” en mi relación con el otro, de manera que no sucede una comunicación auténtica ni verdaderamente fluida. El exceso de educación o de sonrisas de cortesía son ejemplos de deflexión.
En terapia sucede a veces que al tratar asuntos delicados o dolorosos se tapan con una sonrisa. La tarea del terapeuta es descubrir junto con la persona qué función tiene o ha tenido esa sonrisa y cuál es la emoción que está tapando. De esta manera vamos facilitando en la persona una relación más transparente, en sesión y fuera de ella.
Creo que es sano como individuos y sociedad el atrevernos a cuestionar los mensajes sociales que de forma sutil van calando en nosotros.
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Estamos viviendo una época de disfraz, donde la tiranía de la sonrisa opera, hoy la risa como detonante de felicidad muestra muecas que se alejan de la transparencia y sinceridad.
Así lo veo yo también. Gracias por tu aportación.