La atención es un recurso escaso y preciado. Los humanos tenemos un ancho de banda atencional limitado. Si atendemos a una cosa, no podremos atender a otra. Y eso lo saben muy bien los creadores de apps cuando desarrollan sus productos. Necesitan de nuestra atención para que pasemos el mayor tiempo posible.
Si no pagas por el producto, entonces tú eres el producto
Lo que de primeras puede parecer gratis, resulta finalmente no serlo tanto. Recuerdo que antes de que el servicio de mensajería Whatsapp lo comprara Facebook, la gente se quejaba de fuera un servicio de pago. Cuando Zuckerberg lo compró, la mayoría de la gente respiramos aliviada porque había dejado de ser un servicio de pago: a costa de ceder a la compañía todos nuestros datos.
Cuanto más tiempo de nuestra atención donemos a aplicaciones del móvil, mayores datos recaban éstas y por tanto, mayores beneficios. Por tanto, más que clientes, somos el producto. A cambio de entretenimiento vacío (la mayoría de las veces, para qué negarlo), regalamos nuestros datos, nuestro tiempo y nuestros recursos atencionales.
¿Por qué cuidar la atención es importante?
La atención es el vehículo por el cual nos relacionamos con nuestro entorno y con nosotros mismos. Cuando la atención es deficitaria, no sólo estamos más en piloto automático y más desconectados y agotados, sino que también nos puede originar accidentes, problemas relacionales o una sensación de pérdida de desconexión con el entorno.
Sin atención no hay autoconocimiento. Es el suelo desde el que cimentar el proceso terapéutico. De hecho, en terapia gestalt, le damos un valor muy importante a los procesos atencionales a la hora del darse cuenta, tanto relacionales como internos.
Las apps: agujeros negros de la atención
Las apps están muy bien diseñadas, pues están basadas en el conocimiento sobre como funcionan nuestros procesos cognitivos. Han sido hechas para hacernos segregar mucha dopamina, neurotransmisor que está relacionado con el refuerzo a corto plazo. A cambio de ese refuerzo (que a largo plazo nos agota) donamos gratuitamente nuestro tiempo y recursos atencionales.
Esta metáfora del agujero negro me vino un día cuando sentí que toda mi atención (y todo mi ser) estaba completamente volcada en banalidades que veía en las apps de mi “smart”- phone. Me sentí absolutamente atrapado dentro de la pantalla, y eso me hizo darme cuenta del poder que estaba teniendo sobre mí.
¿Qué podemos hacer con las apps?
Asumo que no hay recetas mágicas para tener una mayor autonomía atencional. Hoy día aún lucho por no regalar más atención a las apps de lo necesario y no siempre tengo éxito. Las aplicaciones móviles están demasiado bien diseñadas como para ignorarlas.
Además, los avances tecnológicos van generando nuevas necesidades. Quien hoy día no tiene, por ejemplo, ninguna app de mensajería, está bastante cerca de la exclusión, y no digamos quien no tiene ni siquiera teléfono móvil. Esta necesidad real de estar conectados y por tanto incluidos socialmente, es un cebo para otras apps que no son tan necesarias pero que tienen secuestrada nuestra atención.
Creo que lo primero es tomar conciencia de cuánta dependencia tenemos y ver de qué manera nos está afectando, siendo honestos con nosotros mismos. Desde ahí podremos tomar cartas en el asunto y poder liberarnos atencionalmente de estos agujeros negros de la atención.
Dejo aquí “La Pantallita”, una canción que me encanta, y que habla de esto mismo que aquí os he contado, que la disfrutéis.
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