Las buenas intenciones a veces parecen justificarlo todo. Pero tenerlas no siempre basta. Uno así no necesariamente actúa a favor del otro, ni siquiera de uno mismo.
¿Como es posible que ser bienintencionado no siempre funcione? No hay más que mirarlo a un nivel macro. La historia reciente, y no tan reciente, sirve para darnos cuenta que muchas de las grandes tragedias de la humanidad estaban basadas en un principio en buenas intenciones. Dictaduras, genocidios, revoluciones sangrientas, cruzadas religiosas, etc, seguramente tuvieron como motor inicial la buena voluntad.
El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones
Esta frase tan popular, cuya autoría se desconoce, refleja muy bien lo que vengo a explicar, aunque parece que (según leo en las redes), no siempre se le da el significado que yo interpreto.
La actitud bienintencionada puede nacer, no tanto desde una mirada compasiva, sino desde un rígido código moral. O a veces también desde el sano deseo de ayudar al otro pero sin el otro. Como si ser “bueno” o tener buena intención tuviera más que ver con seguir unas normas adecuadas o con mi pasión por salvar a los demás, que con prestarnos una actitud más verdaderamente amorosa.
Las buenas intenciones, pueden nacer de caracteres exigentes y perfeccionistas o de personas que van “salvando” al mundo. Pero su ayuda estaría en realidad más enfocada a salvarse a sí mismos, porque en sus acciones no tienen en cuenta las verdaderas necesidades propias ni la del otro.
En las relaciones personales
Lo mejor es enemigo de lo bueno. Voltaire
Normalmente nos cuesta escuchar mucho el sufrimiento del otro sin sentir que tenemos que hacer algo con eso. Nos angustia quedarnos en silencio, sin hacer nada más (y nada menos) que sólo estar y escuchar.
Enseguida nos ponemos a ofrecer interpretaciones (“Lo que a ti te pasa es…”), juicios (“No me parece tan grave lo que me dices, lo de X sí que es serio”), pautas y soluciones (“Lo que tú tienes que hacer es…”) o motivar (“Anímate”, “Sal a correr”, “Sé más positivo”…).
Cuando alguien nos critica que a causa de las buenas intenciones hemos podido dañar, rápido nos defendemos, validando que mi buena intención lo justifica todo. Hemos perdido la capacidad de estar presente con el corazón frente al otro. Es una época de “soluciones rápidas para todo”. Y la paradoja es que, lejos de ayudar, lo que hacemos es alejarnos del otro. Y seguramente la mayoría de lo que hagamos es para salir de nuestra propia angustia, aunque no le sirva de nada a quien nos comparte su dolor.
Las buenas intenciones en terapia gestalt
Las buenas intenciones suelen tener la voz de lo que en gestalt llamamos “perro de arriba” o top dog, que es lo mismo que nuestro juez o policía interior. Cada vez me doy más cuenta que lo que normalmente trae a una persona a terapia es esa parte interna. Hay un trasfondo sano en esa voz que hace que uno quiera cambiar y tome cartas en el asunto.
Pero quienes debemos estar muy atentos con no ser excesivamente bienintencionados somos los terapeutas. Como denuncia Resnick:
Muchos terapeutas se ven a ellos mismos como miembros de una “profesión de ayuda” participando en una “relación de ayuda”. ¡Cuidado! Esta gente es peligrosa. Si tienen éxito matarán el potencial humano de sus pacientes previniéndoles crecer. [···] Quieren que sus pacientes crezcan, vivan y sean y garantizan lo opuesto con su “ayuda”. La diferencia entre apoyo auténtico y “ayuda” es clara. Hacer por el otro lo que el otro puede hacer por sí mismo, asegura que la persona no sea consciente que puede sostenerse en sus dos pies.[···] Si como terapeuta estás convencido que la persona es tan impotente e incompetente como se muestra, entonces eres un “ayudador”.
Como decía Perls, el objetivo último de la terapia gestalt es pasar de la necesidad de apoyo externo al autoapoyo. Y si desde un lugar bienintencionado ofrecemos “ayuda” que al otro no sirve, sólo estamos dándonos alimento narcisista, aunque a la persona que tengamos en frente no le sirva de nada.
Las buenas intenciones no sirven si no prestamos verdadera atención a lo que el otro necesita, si no somos capaces de “verle” en su totalidad, como otro ser humano completo. E igual pasa en la relación con uno mismo. Sólo a través de una mirada interna amorosa y compasiva, las buenas intenciones podrán tener un sentido constructivo.
Hay que liberarse del policia interior, si uno va a ser una buena persona, no sera a costa de vigilancia policial. Claudio Naranjo.
Bibliografía:
- Resnick, R. W. (1970). Chicken soup is poison. Voices: the Art & Science of Psychotherapy, 6(2), 75-78
- Septiembre, ¿el verdadero año nuevo? - 29/08/2023
- ¿Debería todo el mundo ir a terapia? - 05/08/2023
- El efecto Pigmalión - 09/06/2023
Wow!!!! padrísimos artículos… gbracias, muchas gracias y Felicidades
Muchas gracias a ti Gerardo por seguirnos, un abrazo