Llevaba un tiempo rumiando la idea de escribir un artículo sobre el maltrato escolar, o bullying, como lo llaman ahora. Tenía pensado documentarme para hacer una exposición justificada. Y pronto me di cuenta que lo que me motivaba a escribir este artículo era mi experiencia personal. Que si quería tratar este tema, qué mejor que hablar de lo mío: porque yo también fui víctima del bullying.
El caldo de cultivo
Pongamos en un lado del tablero a un niño inseguro y miedoso. Malacostumbrado a un ambiente familiar hostil y muy poco reforzante. Ese niño sale al mundo con escasa autoestima e igual de poca capacidad para poner límites y defenderse. Tampoco anda sobrado de motivación para estudiar o ilusionarse con demasiadas cosas. Hace lo que puede con lo que la vida le ha traído, y eso le hace carne de acoso. Y con eso, le toca relacionarse con sus iguales en el colegio.
En el otro lado tenemos un centro educativo cuya prioridad son los resultados académicos, donde uno tiene que ser “alguien de provecho el día de mañana”. Eso de las peleas y los golpes “son cosas de chiquillos”, así que el colegio no le da ninguna importancia. De hecho, no es sólo que la palabra “bullying” aún no se haya importado, es que casi no se habla del maltrato escolar. Como si no existiera. O no se quisiera ver.
El tablero que apoya y permite el maltrato es un sistema educativo rígido que premia la competitividad en lugar de la cooperación, que aún cree que “la letra con sangre entra”, y que ni se interesa por la gestión de las emociones, porque parece que saberse la tabla periódica es más importante. Y lo que sustenta el tablero es un ambiente de censura al diferente (el de las gafas, la gorda, el tímido, el orejas de soplillo…), donde el mensaje que se quisiera dar fuera: “adáptate y sé como los demás”. De nuevo la mente patriarcal.
Bullying, culpabilidad y resentimiento
Ese niño no puede cuestionar gran cosa, así que le es imposible darse cuenta que el asunto en realidad gravita en el sistema familiar y socioeducativo. Así que va a auto-referírselo y contarse que el problema lo tiene él, porque además no le sobra demasiada motivación para estudiar y eso le refuerza la sensación de fracaso. Que si lo maltratan será porque se lo merece. Se le genera una culpa muy fuerte, una sensación por dentro de que algo va mal.
Así que uno va viviendo experiencias que el cerebro elige borrar de la memoria por mera supervivencia. El dolor del acoso se convierte en resentimiento con el mundo y desconfianza con la vida. La piel se vuelve un órgano muy fino e hipersensible: para lo bueno y para lo malo. Así que es mejor protegerse.
Cuando los oleajes causados por las heridas del maltrato pasan (porque todo pasa), toca seguir adelante cargando con una mochila llena de experiencias. Y se pueden usar a favor.
Transmutar la herida
La herida es el lugar por donde entra la luz.
Rumi
Mucho de mi proceso ha tenido que ver con ser consciente del resentimiento que se ha ido quedando dentro y expresarlo. Durante mucho tiempo fui incapaz de compartir nada de mi mundo íntimo, todo me lo guardaba. No parecía que hubiera nadie que me pudiera sostener con amor y comprensión.
Así que, ya de adulto y en terapia, descubrí que un buen antídoto para mi era expresar, expresar y expresar. Soltar aquello que estuviera sintiendo, fuera bonito o no. De hecho, siento que reconocerme hoy como niño maltratado es otro paso más del camino que aún ando.
Siempre he creído que quien se dedica a la relación de ayuda no lo hace por casualidad. La gran mayoría de lxs que nos dedicamos a esto hemos vivido experiencias de algún modo u otro traumáticas y dolorosas. O al menos tenemos más conciencia de ese dolor. Uno adquiere una sensibilidad con el sufrimiento humano que le da la energía necesaria para convertir la mierda en abono y usar esto para acompañar el camino de otrxs. Se puede transmutar el dolor en algo que se pone al servicio de la curación propia y de lxs demás.
Por suerte cada vez se habla más del bullying, se le está dando la importancia que tiene y se están poniendo medios para frenarlo. Por desgracia, niñxs y adolescentes que lo sufren hoy día son retraumatizados cada vez que las agresiones son grabadas y difundidas.
Mi mensaje es de esperanza por si hay alguien que en el presente me lee y resuena con mi pasado. Las heridas pueden curarse y repararse. Uno puede elegir mirarlas con valentía, hacerse cargo de ellas, pedir ayuda y elegir salir hacia adelante.
- Septiembre, ¿el verdadero año nuevo? - 29/08/2023
- ¿Debería todo el mundo ir a terapia? - 05/08/2023
- El efecto Pigmalión - 09/06/2023