Veo a los niños jugando en el parque, o a los jóvenes divirtiéndose en pandilla y no puedo evitar suspirar recordando aquellos años de diversión, sin responsabilidad, en los que yo misma me colgaba boca abajo de los columpios…
Qué es la juventud
La juventud se sitúa entre la infancia y la edad adulta. Según la Organización de las Naciones Unidas comprende el rango de edad entre los 10 y los 24 años. Juventud también puede referirse a los primeros tiempos en la existencia de algo, y suele ser sinónimo de energía, vigor y frescura.
La madurez es la culminación del proceso de desarrollo de una persona en relación con su genética, el contexto social en el que vive y sus circunstancias personales. Suele ser sinónimo de plenitud vital o desarrollo completo de algo, como el fruto de un árbol.
Jóvenes por fuera… o por dentro
Aunque madurez y juventud se asocian fundamentalmente a la edad cronológica, dependen solo en parte de ésta. Nuestro estilo de vida y las cosas que nos rodean son, si cabe, más importantes. Por ejemplo cuando hacemos deporte segregamos endorfinas, las llamadas “moléculas de la felicidad”. También nos ayuda una alimentación equilibrada evitando los tóxicos (conservantes, aditivos, alcohol o tabaco) pero sin olvidarnos de nuestra salud emocional : acompañarnos de personas que nos apoyen y nos resulten gratas, tener espacios propios de diversión y cuidado, aficiones, hobbies. Apoyos sociales y emocionales que nos hacen sentirnos bien, y en definitiva, hábitos que nos mantienen vitales y fuertes aunque vayamos cumpliendo años.
Muchas veces la madurez y la juventud no dependen de los años que tengamos, sino de cómo pensamos y actuamos.
Esto, a su vez, tiene efectos sobre el estado de nuestro cuerpo y salud. Hay enfermedades en la sociedad actual que se denominan “psicosomáticas” porque aparecen los síntomas en nuestro cuerpo pero no hay una causa orgánica clara. Tienen mucho que ver con el estrés y con cómo nos sentimos. Algunas de estas enfermedades son: hipertensión, síndrome del colon irritable, afecciones de piel como la dermatitis o la psoriasis, problemas de tiroides, alergias, artritis reumatoide, asma, etc…
¿Todo tiempo pasado fue mejor?
Desde la mente, la imaginación, cuando volvemos la vista atrás parece que todo lo que vivimos en nuestra juventud fue mejor. Nuestra fantasía construye parte de los recuerdos, adornándolos, haciéndolos más agradables. No nos damos cuenta de que el pasado tenía sus buenos y placenteros momentos pero también otros duros y difíciles. Luchar por un lugar en el mundo adulto, la entrada en el mercado laboral, adquisición de nuevas responsabilidades, aprender a relacionarme con los otros. Estos son muchos de los retos a los que se enfrentan diariamente los adolescentes en su proceso natural de individualización.
A veces nos mantenemos “enganchados” al pasado, intentando redescribir o volver a vivir fases vitales que ya hemos pasado (adultos que quieren seguir siendo niños, personas que tras rupturas de pareja se comportan como “adolescentes”,…) Entonces conectamos con momentos felices del pasado, con el cuidado que los adultos nos brindaban, nos sentimos vulnerables e inconscientemente anhelamos volver a nuestra infancia.
Quedarnos anclados en una etapa de nuestra vida significa no avanzar, no desarrollarnos ni crecer. Cada etapa vital tiene sus propios momentos, descubrimientos y objetivos. No los hay mejores o peores, son diferentes y tienen un significado importante en el lugar en el que aparecen. Si intentamos vivir esos momentos en etapas vitales en las que no nos corresponde podemos sentirnos desajustados o desubicados.
Juventud: ¿Divino Tesoro?
La juventud es un momento de descubrimiento, exploración, ensayo y error. La madurez es un momento de mayor reflexión. En la juventud toda la energía se pone al servicio de cada nuevo avance. Tras la semilla, la planta crece para formar su centro que es el tronco, y es todo el tallo el que avanza en la misma dirección. En la madurez somos capaces de ir moviéndonos con más conciencia por los distintos caminos que queremos ir explorando. Podemos ir probando en distintas direcciones sin perder nuestro centro. De la misma forma cuando el árbol se desarrolla crecen sus ramas por distintos espacios.
El individuo maduro puede poner parte de su energía al servicio de su entorno, en un acto creativo de dar. El árbol proporciona frutos que nutren y a la vez garantizan su reproducción, sembrando el terreno, generando hacia el futuro.
La autorrealización, la creatividad y la entrega forman parte del camino de la persona madura.