¿Qué son los mecanismos de defensa?
Los mecanismos de defensa en terapia Gestalt se consideran como autointerrupciones que nos impiden llevar una vida más plena. Son de alguna manera estrategias que hemos aprendido a desarrollar para adaptarnos al ambiente donde crecimos, pero que en el presente no tienen demasiada utilidad.
Mecanismos de defensa hay muchos, y la mayoría provienen del psicoanálisis. Sin embargo la terapia Gestalt propone una visión diferente, novedosa e incorpora términos. En terapia Gestalt se entiende que el origen de tales mecanismos está relacionado con una perturbación del sano ritmo de contacto/retirada entre el sujeto y el ambiente.
Los principales mecanismos neuróticos según la terapia Gestalt son los siguientes:
Introyección:
“Tienes que ser bueno”, “Quien bien te quiere te hará llorar”, “Los hombres nunca lloran”, “No hables con desconocidos”, “A quien madruga Dios le ayuda”, “Es de bien nacido ser agradecido” etc.
Todos los dichos y expresiones que tantas veces hemos escuchado constituyen introyectos. Es decir, ideas que hemos recibido del entorno –a menudo familiar, pero también en la sociedad- , pero que lo hemos tragado pasiva e indiscriminadamente. Fritz Perls decía que cuando introyectamos, hemos alojado un “cuerpo extraño” dentro de nosotros.
El antídoto en terapia Gestalt a la introyección sería “masticar” todo eso que hemos tragado, es decir, atrevernos a cuestionar aquello que engullimos y entonces incorporar lo que nos sirva y desechar lo que no.
Proyección:
“Mi compañero de trabajo me mira mal, yo creo que no le caigo bien, así que no pienso saludarle cuando lo vea”.
Se trata de poner sin conciencia en los demás aspectos que son de uno mismo. En nuestro ejemplo, se trataría de que la persona se haga cargo de su propia hostilidad hacia el compañero. La persona que proyecta “cede” sus ojos, ya no puede ver sino que se siente vista.
Proyección e introyección forman parte del mismo fenómeno según la terapia Gestalt. Si me he “tragado” que tengo que ser bueno, entonces proyectaré mi parte de maldad en los demás.
El antídoto para la proyección en terapia Gestalt consiste en reapropiarse de lo proyectado y asimilar partes que hemos negado de nosotros mismos.
Confluencia:
“En verdad no me apetece irme este fin de semana fuera, pero si le digo esto a mi chico se puede enfadar”
“Nosotros pensamos que estaría bien que vinieras”
La confluencia es una pérdida de los límites entre el yo y el entorno, en donde existe una fusión con lo externo. Para el confluyente, los límites y las barreras no existen y la persona se queda “pegada”, no hay posibilidad de diferenciarse.
El antídoto a la confluencia en terapia Gestalt es saber decir “no”, atreverse a expresar una opinión diferente, atreverse a confiar en el propio criterio. En definitiva, aprender a diferenciarse del entorno y a sosternerse por uno mismo.
Retroflexión:
“Quien me manda pasear por la calle a esas horas, si hubiera sido más prudente no me hubieran atracado”
“¿Cómo he sido capaz de permitirle a mi marido que me grite?”
Es una vuelta del individuo contra sí mismo. Una agresión hacia nosotros, cuando en realidad convendría dirigirla hacia el exterior en forma de límites. Las enfermedades somáticas obedecen a retroflexiones, puedo tener una úlcera o deprimirme en lugar de enfrentarme a quien me perjudica.
El antídoto a la retroflexión en terapia Gestalt consiste en redirigir ese movimiento insano que hacemos con nosotros mismos hacia el exterior. Apropiarse de la propia agresividad (que no violencia).
Deflexión:
“Cuando estoy con mis amigos me lo paso bien, pero hay asuntos que no se pueden tocar. Si les hablo de algo doloroso en mi vida, me suelen responder con un: no te rayes, y pasan a otra cosa. Esto no me hace sentir bien”
Según la terapia Gestalt, la deflexión es una forma de enfriar el contacto con el otro, una manera de evitar relacionarme auténticamente con los demás.
Reírme cuando estoy contando algo doloroso, la verborrea, tararear cuando estamos en frente de alguien a quien no sabemos qué decirle, evitar el contacto visual, etc. Todas estas son formas de deflexión. El resultado de la deflexión es una desconexión de mi mismo y de los demás, que se traduce en aburrimiento, apatía o somnolencia.
El antídoto en terapia Gestalt a la deflexión, es generar un contacto auténtico en la relación terapéutica, en donde los asuntos difíciles no sean evitados, sino tratados. Esto genera una revitalización en la persona, más conectada y más presente.
Tomar conciencia de qué mecanismos estoy utilizando y cómo lo hago me ayuda a mantenerme en contacto con mis necesidades y autorregularme en función del entorno. Los mecanismos de defensa nos interrumpen y bloquean.
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