No es la primera vez que en este blog hablamos de animales y de los beneficios de convivir con ellos. Pero hoy lo quiero tratar desde otro enfoque, mucho más personal. Me gustaría hablar de todo lo que está significando para mí convivir con mi gato.
Quien lea esto pensará que, qué tendrá que ver su gato con el contenido de la página. Pues para mi mucho. O todo. Puedo decir que, no sé si esta experiencia me está haciendo mejor profesional, pero sí definitivamente mejor persona.
La historia de Flynn
Va a hacer un año que mi gato, o Flynn, que es así como se llama, vino a compartir mi vida. Flynn no es un gato cualquiera. Y no es porque sea mío (que también), sino porque tiene una historia muy difícil detrás. Apareció abandonado junto con otros 6 ó 7 gatos en jaulas trampa a plena luz del día con un calor asfixiante. Los servicios municipales de recogida de animales llegaron antes de que cualquier protectora o asociación pudieran hacerse cargo. Así que se fueron a llevar a todos los gatos al centro municipal. A todos excepto a Flynn, que escapó valientemente de una de las jaulas para esconderse asustado dentro de unos matorrales.
Las maravillosas chicas de Felinas de Aluche pudieron rescatar a Flynn (que es así como lo llamaron ellas) y se hicieron cargo de él en acogida. A mi me estaba rondando en la cabeza la idea de adoptar un gato. En cuanto vi a Flynn en una de sus publicaciones, enseguida supe que mi compañero iba a ser él. No sé por qué, quise ponérmelo difícil. No era un cachorro afable sino un gato adulto traumatizado que parecía haber tirado la toalla. Nunca sabremos su pasado, pero a juzgar por su mirada de tristeza y miedo, tuvo que ser un gato muy maltratado, además de la obviedad del maltrato del abandono.
El día que fui a visitarlo por primera vez contacté una ternura tan grande como mi dolor. Me dolió el sufrimiento tan enorme que se le puede crear a un ser tan puro y pequeño. Me dolió la inconsciencia y ceguera de la humanidad, que somos capaces de lo más elevado, pero también de cometer atropellos que causan destrucción y sufrimiento en otros seres.
Conociéndonos
Querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad. Javier Salvago
Flynn vino a mi casa cuando ya se había terminado de adaptar a su casa de acogida. Allí estaba empezando a alimentarse y ya jugaba y respondía a estímulos. Venir a mi casa fue un nuevo shock para él. De nuevo en otro lugar con alguien que no conoce. De nuevo (imagino) esa sensación de no entender porqué era abandonado otra vez. Así que volvió a su estado de parálisis. En los primeros días apenas se movió de su sitio, un rinconcito que él había elegido para esconderse, a salvo de un lugar desconocido. Recuerdo que fue una fiesta ver como por fin comía del platito con comida húmeda que le había dejado. Su primera caquita también fue una celebración.
Enseguida me di cuenta que Flynn había venido a mi vida para que yo trabajara la paciencia y el amor incondicional. No puedo negar que no me frustré. Muchísimo. Flynn no hacía las cosas que hacen los gatos que no han sido traumatizados. Apenas interactuaba ni se movía de su sitio. Sólo salía de su rincón cuando yo no estaba, o por la noche cuando dormía.
Llegó un momento que me planteé que si mi gato iba a ser siempre así, me tocaba aceptarle, y sobre todo quererle tal y como era. Y me di cuenta que, al igual que las personas cambiamos en terapia, Flynn sólo empezó a cambiar a través de una mirada amorosa, paciente e incondicional.
Así que muy poquito a poco, con el paso de las semanas, empezó a confiar. Los pequeños avances (como que respondiera a algún estímulo) eran muy grandes para mi. Cada día se atrevía a explorar un poquito más la casa en mi presencia. Le ponía música relajante, intentaba jugar con él y le dedicaba palabras bonitas. Y poco a poco, se hizo el milagro. Recuerdo aún emocionado cuando fue la primera vez que, confiado y tumbado en el suelo, me dejó acariciarlo.
Flynn y yo
He convivido con varios maestros zen, todos ellos gatos. Eckhart Tolle
Mi gato y yo hemos creado un vínculo muy grande. Estoy queriéndole como no sabía que se podía querer a un animal. Me maulla de felicidad cuando llego a casa, me ronronea y cierra los ojillos de placer cuando lo acaricio. Nos lo pasamos muy bien jugando a la pelota. Y le hablo con una ternura como a nadie había hablado antes. Y qué decir de mis siestas en su compañía, es una de las experiencias más placenteras que he experimentado, ahí Flynn me pone en contacto con mi lado más mamífero, del que a veces me olvido.
También ha hecho de coterapeuta cuando alguna vez he tenido sesión por Skype. No sé por qué, pero en esos casos se arrima a mi y parece que queda atento a lo que va pasando. Yo siento que me lo pone más fácil cuando lo tengo conmigo.
Parece que ya se le ha olvidado su pasado, es un gato mucho más sociable y atrevido que antes, aunque de vez en cuando se asusta por cualquier mínimo ruido o movimiento brusco. Es un gato miedoso, y le quiero así.
Y si pudiera sintetizar mi experiencia presente con Flynn, diría que me está ayudando mucho a sanar el amor compasivo, uno de los tres amores según la teoría de Claudio Naranjo. El amor compasivo o Ágape es el amor más incondicional y maternal de los tres. Vivimos en un mundo en donde lo que buscamos es ser queridos sin aprender a saber como querer. Mi experiencia me dice que adoptar a un animal es un regalo que éste le da al humano para que pueda desarrollar un corazón más grande.
En la red se pueden encontrar varios estudios que hablan de los beneficios de tener un gato, pero me ha parecido mucho más honesto compartir mi experiencia. Este animal está mucho mejor, más alegre, tranquilo, confiado, cariñoso y tierno. Y ahora les estoy hablando de mi.
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