“Debemos escuchar al niño que fuimos un día y que existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de instantes mágicos”
Paulo Coelho
¿Qué es el Niño Interior?
Todos llevamos dentro un niño interior, que nos acompaña durante toda nuestra vida. Es una parte de nosotros que conecta con nuestra infancia, con lo que vivimos en esa época, cuando éramos niños y teníamos las características propias de esa edad.
Características propias del niño
¿Cómo éramos en aquel entonces, en nuestra infancia?:
- Pequeños frente a un mundo adulto que nos sobrepasaba; y por tanto vulnerables.
- Tremendamente sensibles : receptivos y permeables a todo lo que nos rodeaba.
- En aprendizaje y experimentación constante: poniendo a prueba las leyes de un mundo que no conocíamos y sobre el que tenemos que aprender a vivir. Por ejemplo, los niños que rompen cosas para descubrir cómo son por dentro, o el que tirando piedras sobre un río desafía constantemente las leyes de la física.
También los niños experimentan sobre las relaciones con las otras personas cuando desafían los límites que ponemos los adultos (conducta rebelde u oposicionista)
- Necesitados de amor y apoyo muy grandes : imprescindible para la supervivencia del niño. Se hace patente en necesidades físicas como la alimentación-nutrición o en necesidades psicológicas como la construcción de la personalidad. Aprendemos a querer como los otros nos han querido en nuestra infancia.
Características de nuestro Niño Interior
Cuando somos adultos algunas de las características de esa parte interna de nosotros, que es el Niño Interior, permanecen igual que en nuestra infancia y otras se transforman. Un ejemplo es la necesidad de nutrición a través de la alimentación, cuando éramos bebes, que nos hacía dependientes de los adultos; normalmente nuestras figuras más cercanas o figuras de apego emocional. Cuando crecemos esa necesidad se transforma en la nutrición que de alguna manera nos proporcionamos nosotros. De qué forma nos preparamos la comida o nos alimentamos.
En cierto sentido, cómo ha sido mi relación con la comida en los primeros años de mi vida, a través de mi relación con las personas encargadas de alimentarme, condicionará como será mi relación futura con la comida. Siendo yo (cuando sea adulta) la persona que me la proveeré.
Cuando crecemos: ¿dejamos de ser niños?
Cuando somos adultos esa parte de nosotros, que es el Niño Interior , sale al exterior en los momentos en los que nos sentimos como ese niño que fuimos: en ocasiones juguetón, otras asustadizo o débil, a veces vergonzoso…
Cada vez que conectamos con nuestro Niño Interior, volvemos a ser niños
Desde “el aquí y el ahora” de nuestra experiencia adulta, nos sentimos como estábamos “allí y entonces” durante nuestra infancia. Así, una separación de pareja me puede transportar a la sensación de pérdida que viví tras el abandono de alguna persona importante en mi infancia.
De la misma forma, cuando me maravillo ante las primeras flores de primavera siento una parte de esa emoción con la que las descubrí por primera vez cuando era niña.
De la mano de mi Niño Interior
Es frecuente que esta parte de nosotros la tengamos escondida u olvidada en el fondo de nuestra personalidad. O nos cueste verla como algo propio y valioso.
El primer paso es reconocer a mi Niño Interior, conectar con él. Frecuentemente en nuestro mundo negamos esa parte, pensando que encarna características opuestas y enfrentadas a lo que significa ser adulto o maduro. Y realmente es una parte que complementa nuestra personalidad, enriqueciéndola, pero que no nos convierte solo en niños. Es algo que se integra con el resto de lo que somos.
A veces perdemos contacto con esa parte de nosotros tan genuina, que puede ser el origen de nuestra inspiración, de la creatividad, del arte y de la ciencia.
Mi Niño Interior me permite:
- Sorprenderme, tener capacidad de asombro ante las cosas cotidianas de la vida.
- Conectar y acercarme al mundo de los niños; entendiendo cómo se enfrentan a su entorno.
- Descubrir.
- Amplía mi perspectiva sobre las cosas. Me “abre la mente”.
- Dejando a un lado mis prejuicios y afrontando lo que me rodea con la ingenuidad (mente “limpia”) de un niño, como si las viera por primera vez.
- Me ayuda a tomar conciencia de mi historia de vida y entender de dónde vengo y por qué soy como soy.
- Me acerca a la alegría, cuando me divierto o río desde la espontaneidad.
- Me conecta con el placer; con esa parte de mi que tiene que ver con lo que quiero y me produce bienestar. Frente a mi parte “más adulta” que suele estar más conectada con los deberes y obligaciones.
- Despertar la creatividad