“Pertenecer a una época es ser incapaz de comprender su sentido”.
Hermann Hesse
Reflexiones sobre la pareja. Parte I
Cada época concibe su propia pareja y en ésta tenemos la nuestra, en la que conciliamos los tres ingredientes necesarios: unión, placer y sentimiento, como a cada uno le viene en gana. Lo que caracteriza nuestra época podría ser las múltiples formas de ser o estar en pareja, cada uno decide gobernar su propia vida sentimental como le apetece, en el momento que le apetece o al menos eso es lo que pretendemos. Esta podría ser la única época en la que la norma o el orden establecido sería “no hay normas”. Hemos pasado de estar obligados a liberarnos (norma en la revolución sexual) a todo es posible, tú eliges cómo. Pero la libertad nos pesa y, en ocasiones, puede desorientarnos. La libertad conlleva elegir y elegir, supone comprometerse y comprometerse, ser responsables; haciendo que la pareja dependa única y exclusivamente de nosotros mismos, de nuestros deseos, ideales y esfuerzos ¿Estamos preparados para ello?
La unidad básica de nuestra época es el individuo y, sin embargo, seguimos necesitando y creando uniones. Vivimos bajo la exigencia extrema, bajo mi punto de vista, de desear la felicidad a cualquier precio. Creemos alcanzar la felicidad cuando alcanzamos nuestro ideal. Nuestro ideal de pareja, principalmente, está influenciado por películas, novelas y medios de comunicación; determinado por las relaciones que han tenido nuestras figuras de apego y vivencias pasadas; y mediado por la sociedad en la que vivimos. Con todo ello, poniendo en común lo tuyo y lo mío (ardua tarea), parece ser que soñamos una pareja amorosa, fiel y deseante, en la que a toda costa debemos evitar el dolor.
¿Cómo creamos y mantenemos nuestra pareja?
Ahora bien, teniendo en cuenta que somos libres para decidir cómo constituirnos como pareja, que el individuo está por encima de la pareja y la familia, que la felicidad es el objetivo, el malestar de lo que huir y que cada ideal de pareja es único y particular ¿Cómo creamos y mantenemos nuestra pareja?
Decidiendo, acordando, renunciando, relativizando, rompiendo ideales, comprendiendo cómo somos y cómo es el otro, atreviéndonos a no complacer, ni complacernos, a decir no, a superar ese temor a los otros, y por qué no estando dispuestos a aguantar si compensa. Crecemos con la idea de un amor con cero defectos, de una pareja perfecta; pero en la pareja hay crisis, depresiones, caprichos, éxitos, fracasos, desilusiones que nos parecen insoportables…, sin embargo, sin ellos no habría pareja. La vida está llena ciertos sufrimientos y derrotas y no renunciamos a ella, hemos aprendido a vivir y a morir; por qué renunciar a la pareja, podemos aprender a vivir en ella. Aprender a buscar un equilibrio dentro de mí para encontrarlo entre los dos y aunque la tarea, a veces, parece imposible con esfuerzo un día llega.
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