El mundo es una sucesión de polaridades. Conocemos la noche porque conocemos el día, sabemos lo que es la alegría porque conocemos la tristeza, y así hasta un infinito de posibilidades.
Pero mientras que el mundo es multicolor y lleno de matices, los humanos tenemos por costumbre definirnos con un solo aspecto dentro del amplio espectro que en verdad es nuestra personalidad. Esto es el llamado autoconcepto. Nos creemos esa parte de nosotros como si fuera una totalidad cuando decimos “soy tímido”, “soy buena persona”, “soy fuerte”, etc. Esos conceptos sobre nosotros los usamos para darle una coherencia a nuestro comportamiento, necesitamos tener una sensación de estabilidad.
El autoconcepto además también proviene del rol que tuve que actuar en mi familia, así como de todas aquellas definiciones sobre nosotros que usaban nuestras primeras figuras de autoridad; “eres una chica responsable”, “eres un trasto”, “eres listo pero muy vago”, etc.
“Yo soy así”
Jugando a ser como creemos que somos hay una gran energía puesta al servicio de reprimir el opuesto. Pero así como en la tierra existe el día, y por tanto la noche, también en nosotros como organismos vivos está el opuesto de lo que nos hemos contado que somos.
Además juzgamos las polaridades como incompatibles. Por ejemplo, si me defino como “buena persona” o tolerante, no voy a admitir el más mínimo de “maldad” o actitud intolerante en mi. Es decir, “o soy bueno o soy malo”, “o soy tolerante o soy intolerante”.
El autoconcepto “obliga” a actuar igual en todas las circunstancias. Probablemente tuvimos que funcionar según nuestro concepto para adaptarnos al medio que nos tocó, pero al llegar a la adultez nos damos cuenta que esas estrategias ya no nos valen. Toca cambiar la idea fija que tenemos de nosotros y probar a hacer las cosas de modo diferente.
Las polaridades según el constructivismo
Hay otras psicoterapias que trabajan las polaridades aparte de la Terapia Gestalt. George Kelly, el creador de la Terapia Constructivista hablaba de los constructos personales. Según esta teoría, las personas tenemos una representación implícita de constructos, los cuáles funcionan en opuestos. Para Kelly el asunto principal en terapia era trabajar los dilemas implicativos:
“Una persona se identifica con ser fuerte y se siente cómoda así. Pero a esa misma persona le gustaría ser a la vez cariñosa, y le cuesta mucho porque lo tiene asociado a ser débil y eso implicaría dejar de ser fuerte.”
Hay estudios recientes que muestran que esos dilemas implicativos se encuentran en mayor proporción en personas con depresión profunda o enfermedades de tipo psicosomático, lo que indica que parte del éxito de la terapia pasa por trabajar los dilemas que encierran las polaridades. (Para más información consultar “Dilemas implicativos en la depresión mayor“)
¿Cómo se trabajan las polaridades en Gestalt?
La Terapia Gestalt propone un funcionamiento más flexible del ser humano vivenciando las partes reprimidas en nuestro interior.
Una de las técnicas principales consiste en representar al opuesto y descubrir cuánto hay nuestro que habíamos dejado fuera de la conciencia. Otra manera es reapropiarnos de lo que hemos proyectado en otras personas que a priori nada tenían que ver conmigo. También podemos probar a exagerar alguna parte con la que nos sentimos muy identificados, vernos así nos ayuda a tomar distancia, desidentificarnos de nuestro “yo” y flexibilizar nuestra conducta.
En definitiva, el objetivo en Gestalt con las polaridades es lograr a través del darse cuenta una integración de las partes negadas, y así poder funcionar en la vida de un modo más pleno y enriquecedor. Integrar aspectos negados en uno no es fácil, y como es lógico genera resistencias porque implica despedirse del autoconcepto que tanto esfuerzo nos llevó construir, y que de manera neurótica nos ha aportado beneficios.
Soy ángel y también demonio. Ahora, según las circunstancias puedo elegir cuál de los dos ser.
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