Todos los que hemos ido a terapia, en algún momento habremos tenido la sensación de estar como al empezar. Cuando mis pacientes me plantean esta preocupación y les digo que es algo normal y humano, suelen sentir bastante alivio. El cambio (así como la vida misma) casi nunca se mueve en línea recta. Hoy me gustaría tratar el asunto de cómo son los procesos en psicoterapia.
Ya hemos abordado los posibles factores de cambio que hacen que una terapia funcione. Sin embargo no explicaba qué dirección es la que suele trazar un proceso exitoso y cuál toma otro que no lo es.
A continuación trataré los tres tipos de procesos que pueden existir en psicoterapia.
Procesos en línea recta
Este tipo de evolución sería en línea ascendente, y partiría de un punto inicial hasta un punto final más alto. Según este esquema, los cambios serían rápidos, no habría nunca retrocesos (descensos) y la persona mejoraría exponencialmente desde el inicio.
Es bastante inusual (por no decir imposible) que en terapia el cambio sea en línea recta. En realidad estos procesos se explican a modo ilustrativo en comparación con los otros dos, puesto que nuestra naturaleza humana no funciona así. El aprendizaje humano es imperfecto. Funcionamos por ensayo y error, así que nos lleva tiempo pensar, sentir y hacer de otra forma.
Procesos circulares
La circularidad muestra un claro estancamiento. Terapeuta y paciente no van a ningún sitio. Las causas pueden ser varias y de muy distinto tipo: que no se haya creado un buen vínculo, falta mutua de feeling, que el terapeuta no tenga herramientas suficientes, excesivas resistencias, falta de motivación del paciente, etc.
Estos procesos no permiten profundizar demasiado, pues uno tiene la sensación de estar dando vueltas sobre lo mismo. Son epidérmicos en el sentido de que el contenido de las sesiones suele estar centrado en temas superficiales y hay falta de profundización. Los aspectos más íntimos y relevantes de la persona no se abren.
La psicoterapia que se mueve en círculos no suele ser muy durarera. Mi opinión es que, aunque en una relación terapéutica entre adultos la responsabilidad del proceso es compartida, el terapeuta por su parte siempre debe preguntarse qué ha faltado o sobrado.
Psicoterapia en espiral ascendente
Si el trabajo está yendo bien, lo más normal es que el movimiento esté siendo en espiral. La persona va teniendo cada vez mayor consciencia y atreviéndose a salir al mundo de otra manera. No obstante, la vida siempre nos trae situaciones vitales (recuerdos, conflictos, mudanzas, pérdidas…) que nos hace tocar con partes difíciles y tener la ilusión de retroceder.
La metáfora de la espiral ascendente quiere decir que aunque de nuevo transitemos por el lugar que nos hizo ir a terapia, ahora lo hacemos con más conciencia. Sí, pasamos por el mismo lado, pero desde un piso más alto. Cuanto más suba por la espiral del autoconocimiento, lo haré con mayor claridad y podré ver(me) con más perspectiva.
Capítulo Uno
Voy andando por la calle
Hay un agujero profundo en la acera
Me caigo
Estoy perdida… No sé que hacer
No es culpa mía.
Tardo siglos en salir.
Capítulo Dos
Voy por la misma calle
Hay un agujero profundo en la acera.
Hago como que no lo veo
Me vuelvo a caer.
No puedo creer que me haya caído en el mismo sitio.
Pero no es culpa mía.
Tardo bastante tiempo en salir.
Capítulo Tres
Voy por la misma calle
Hay un agujero profundo en la acera.
Veo que está ahí
Me caigo… es un hábito,
Pero tengo los ojos bien abiertos.
Sé donde estoy
Es culpa mía
Salgo rápidamente.
Capítulo Cuatro
Voy por la misma calle
Hay un agujero profundo en la acera.
Lo esquivo.
Capítulo Cinco
Voy por otra calle.
Autobiografía en cinco actos. Portia Nelson
No podemos volver atrás
Sentir que estamos como antes de empezar puede ser muy frustrante. Sin embargo, afinando la atención al interior podremos ver que esto no es del todo así. Una vez que abrimos los ojos y entramos en un camino de crecimiento, ya no hay vuelta atrás (¡para lo bueno y para lo malo!). Por tanto, aunque mi termómetro emocional me haga creer que me encuentro como al principio, si le pongo atención puedo darme cuenta (por ejemplo) que mi autoexigencia ahora se disipa antes, que me atrevo un poco más a hacer lo que antes me asustaba, que mis enfados duran menos, etc.
Conocerme en psicoterapia me lleva irremediablemente el autoapoyo, y desde ahí puedo sostener con más entereza y claridad los avatares de la vida.
(Gracias a José Antonio García Monge por inspirarme para escribir este artículo)
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