Siendo hombre, me atrevo a abrir asuntos que a vosotras os tocarán especialmente. Tenéis aquí mucho que decir y aportar, pero para mi era necesario compartir qué se siente al otro lado. ¿Qué es ser un hombre en nuestra sociedad actual?
Cada vez son más los movimientos que reclaman una verdadera igualdad entre hombres y mujeres. Aunque todavía queda mucho por hacer -especialmente fuera de occidente- parece que en la sociedad va calando un nuevo modo de funcionar y ver las cosas. Es imprescindible y necesario crear un mundo más justo.
La mente patriarcal
Ahora bien, la relación histórica de dominación del hombre sobre la mujer no se puede encuadrar tan solo en términos de machismo, sería simplificar demasiado las cosas. Como dice Claudio Naranjo en su libro Sanar la civilización:
“Los males del alma y de la sociedad tienen una raíz común en la mente patriarcal, una visión del mundo surgida al final del Neolítico y que impone la razón, la jerarquía y la violencia en todos los ámbitos de la vida, desde la escuela hasta las relaciones personales y profesionales.”
Se trata por tanto de una forma de concebir la vida y el mundo en términos de dominación o sumisión. Y esa forma de ver la vida sigue imperando en el mundo, donde la competición prevalece sobre la cooperación.
La gran mayoría de mujeres que hoy día lideran grandes proyectos han tenido que adoptar formas de hacer patriarcales.
Es obvio que las principales damnificadas de la estructura patriarcal son las mujeres, negarlo sería absurdo. Sobre ellas ha recaído el peso y lo sigue haciendo. Pero hoy quiero hablar de mi experiencia como hombre, a veces se olvida que nosotros también hemos sufrido las consecuencias de esta estructura y lo seguimos haciendo.
Mi vivencia
Como supuestos herederos de esta cultura de dominación, a nosotros desde que somos bien niños se nos exige mucho. Se nos dice que no podemos llorar, que no podemos hablar de lo que sentimos, que tenemos que ser fuertes, que tenemos que ser inteligentes, que o pisamos o nos pisan, que tenemos que estar demostrando siempre lo hombres que somos… Todas esas frases – y muchas más – caen como cadenas encima de nosotros. Y nos pesan. Y nos duelen. Nos exponemos a recibir hostilidad de otros hombres si no cumplimos con lo esperado.
¿Qué más tengo que hacer para demostrar que soy un hombre si ya nací hombre?
A los hombres se nos ha enseñado que no podemos bajar la guardia, que no está bien hablar de lo que sentimos. Pero sentimos y nos pasan cosas. Y si no las sacamos al exterior se nos quedan anquilosadas.
Si no podemos hablar de lo que nos duele, si no podemos soltar lastre, entonces la solución es anestesiarnos. El alcohol, sexo, drogas o cualquier tipo de adicción es una estrategia habitual en los hombres que tienen dificultad para expresarse cuando no están pasando por buen momento.
Esta es una forma limitante de funcionar en el mundo. Como hombre tengo en mí un lado masculino – que no es igual a ser hombre – y otro femenino – que no es igual a ser mujer -. Si no puedo integrar lo femenino en mi, si actúo según lo que como hombre se espera, voy a vivir de manera robótica, limitada, estereotipada. Voy a perder la paleta entera de colores que es la vida. Voy a vivir en constante presión por tener que demostrar siempre mi masculinidad.
Vamos cambiando: el nuevo hombre
Afortunadamente veo que esta tendencia está poco a poco cambiando. Cada vez más hombres deciden empezar un proceso terapéutico, soltar lastre y liberarse de esas pesadas exigencias. Cada vez hay más hombres en talleres de crecimiento personal. Cada vez somos más lo que decidimos atrevernos a expresarnos más auténticamente, sin sentir que nuestra masculinidad se pone en peligro.
Es cuestionando los introyectos y el propio sistema patriarcal como podemos atrevernos a ser un poco más felices. Revisando estos introyectos sobre qué es ser un hombre crecemos.
Haciéndonos un favor se lo hacemos a la sociedad.
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Gracias por incluírnos, un saludo!
Habrá que revisar las estadísticas por muerte violenta y por accidentes automovilísticos que demuestran que el patriarcado también afecta a los hombres.
En un sistema de poder y sumisión, no hay persona que no salga afectada.
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