Jugar conmigo
¿Qué nos hace perder la inocencia de la infancia, la valentía, la honestidad? ¿Cómo es posible que vayamos perdiendo autenticidad a medida que vamos creciendo?
Hemos convertido la vida en un campo de minas. “Esto no, eso está mejor así, cuidado que no se note, disimula esto, cambia esto otro, muestra aquello que tendrás éxito, este no es el camino…”
Hemos dejado que nuestro corazón se cierre. Hemos necesitado protegernos y lo hemos conseguido.
Hoy llegaba a mis manos la imagen de esta carta:
Y me ha conmovido. Me conmueve su simpleza, su conexión e identificación con otros niños. El equilibrio de su propuesta. Esta niña o niño conoce el sentimiento de soledad, conoce la importancia de los vínculos y, por supuesto, la riqueza que hay dentro de cada uno.
Un banco de la amistad. Un banco en el que exponer lo que te sucede para que alguien pueda echarte una mano. Así de simple.
Pero vamos perdiendo esa confianza. Porque lo que esta niña o niño propone nace de una profunda confianza en el otro. En el mundo. Y tal vez esto es lo que necesitamos recuperar como sociedad. Y como individuos. La confianza… y los colores.
Una interdependencia saludable, alegre y confiada. La conciencia de que mis necesidades son también las tuyas y no hay nada malo en ellas. Nada vergonzoso, nada censurable.
Mirada adulta
Sin embargo, bien sabemos los adultos que el mundo no funciona así ¿no?, si me siento en ese banco alguien podría aprovecharse de mi, o reírse, o tal vez incluso podría alejarse. Rechazo, humillación, abandono y traición son experiencias que todos hemos vivido en mayor o menor grado. Y hemos sabido sobrevivir a ellas, hemos aprendido a protegernos, pero ¿qué hemos perdido a cambio?
Lo que se esconde detrás de todas esas protecciones adquiridas es justamente lo que esta niña o niño muestra en su propuesta: confianza, sabiduría, libertad, claridad, estabilidad y lucidez.
Estas cualidades que apartamos en nuestra lucha por la supervivencia, por evitar el dolor, son justamente las que ahora necesitamos para poder ofrecer lo que esta niña o niño ofrece, apoyo, consuelo, amor y escucha.
Abriendo el corazón.
Y es en este proceso donde necesitamos mirar hacia dentro para descubrir esa esencia que nos conforma a todos. Esa parte compasiva que nos permita llenar de bancos de la amistad nuestra ciudad, y sentarnos en ellos, y dejarnos preguntar y atrevernos a preguntar:
¿Quieres jugar conmigo?
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