Como dijo Jiddu Krishnamurti,
“No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.”
Estoy muy de acuerdo con esa afirmación. El mundo en el que nos encontramos es un mundo neurótico, donde la codicia, aversión e ignorancia están muy presentes y se manifiestan a muchos niveles: corrupción, competitividad, explotación de recursos y personas, guerras, terrorismo, etc .
Y además de crecer en ese ambiente, nuestro nacimiento representa el último eslabón de la cadena generacional que nuestros padres nos entregaron, y que a su vez ellos heredaron de nuestros abuelos… así hasta nuestros primeros antepasados. En esa cadena se entremezcla la cultura y las vivencias individuales de cada uno de nuestros ancestros. Esa cadena tan larga está llena de información y mensajes.
¿De qué está hecha mi cadena?
Entrar en terapia es el espacio en donde podemos darnos cuenta de cuáles y cómo son los mensajes que hemos heredado de la cadena familiar de cada uno de nuestros padres.
Así poco a poco, yendo a nuestra biografía la vamos descifrando y nos vamos dando cuenta de qué cosas hemos aprendido. Vamos viendo qué nos dice la cadena, cómo funciona en mi vida y cuando y como aprendí su mensaje.
Tenemos la oportunidad de poner conciencia y desechar los componentes tóxicos, lo cual nos permitirá elegir relaciones sanas frente a relaciones que enferman.
Cuestionar es necesario para crecer
Puedo decir que las personas con las que más dificultad tengo en trabajar son las que después de un tiempo de proceso aún no se atreven a cuestionar la educación recibida por los padres. Es comprensible que al principio pueda asomarse la culpa si nos atrevemos a dudar de las personas que nos han dado la vida y nos han cuidado. Así que, ver que hay mensajes que me lastran y no me hacen feliz implica necesariamente ponerlos en cuarentena.
No vamos a poner en cuestión -salvo dolorosas excepciones- que nuestros padres nos han querido y lo han hecho lo mejor que han podido. Doy por hecho que del amor y la buena intención no se duda, pero no por ello hemos de “salvar” a nuestros padres y por ello pasar por encima de las vivencias y mensajes dolorosos. Fue principalmente en la relación con nuestros padres donde tuvimos que adaptarnos y modificarnos para ser queridos.
Así que es un movimiento sano permitirnos contactar con el dolor y la rabia, esto nos ayuda a mirarnos con ternura. Si me enfado y cuestiono fuera, dejo de enfadarme conmigo y cuestionarme. Si dejo de cuestionarme, puedo perdonarme. Si puedo perdonarme, comienzo el camino de perdonar al otro.
En las relaciones enfermamos, en las relaciones sanamos
Poder a través de la conciencia ir rompiendo los condicionantes que nos lastran nos ayuda estar en la vida con menos peso y a tener relaciones más auténticas, emocionales y sanas con los demás. A su vez las relaciones sanas nos ayudan a romper viejos eslabones.
El proceso de la terapia es parte del cambio relacional, donde importa la honestidad, la transparencia y la ausencia de juicio. Es en la terapia donde se da lo que Franz Alexander llamaba la experiencia emocional correctiva, que consiste en una reacción diferente del terapeuta a como lo hicieron figuras del pasado ante experiencias emocionales similares.
Los seres humanos necesitamos vincularnos. Crear vínculos es necesario para nuestra supervivencia, pero seguramente el vínculo no fue tan amoroso y nutritivo como hubiéramos necesitado. Fue con nuestros vínculos iniciales que enfermamos, es con nuestros vínculos actuales que sanamos.
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