En un artículo anterior ya mencionamos los diferentes tipos de hambre o las 7 clases de hambre. Sabemos que operan como experiencias que nos impulsan a comer, muchas veces, sin saciarnos realmente y sin estar conectadas con la necesidad física de alimentarnos.
Comprender el hambre para aprender a saciarnos
Cada hambre viene ligada a unos deseos sensoriales, emocionales e instintivos. Si comenzamos a esucharnos, empezaremos a comprender el origen de nuestra hambre.
Cuando comprendemos la motivación o necesidad oculta tras cada tipo de hambre, podemos tomar las riendas y la responsabilidad para comenzar a hacer cambios hacia una satisfacción más saludable.
Cómo saciarnos según cada clase de hambre
Satisfacernos a través de cada sentido es un camino de aprendizaje valioso que podemos aplicar a otras áreas de la vida. Aquí comparto algunas ideas para poner en práctica:
Hambre visual: Cuando nuestra vista nos impulse a ingerir un alimento debemos poder parar y comprender que el hambre visual se sacia contemplando la belleza de la comida. Desarrollar el disfrute de ese alimento a través de la contemplación para saciarnos. Sus colores, aspecto, forma. Como si contemplásemos un paisaje sin tener que hacerlo nuestro.
Olfativa: Los aromas suelen ser uno de los estímulos sensoriales más intensos que desencadenan un fuerte impulso por comer. El hambre olfativa se satisface disfrutando de cada aroma. Saciarnos mediante la fragancia mientras estemos cocinando, o presentes en la elaboración de una comida.
Bucal: El deseo de algo delicioso que paladear es universal. Para saciarnos y saciar ese deseo de algo agradable y placentero en la boca, es importante permitir que nuestra atención esté puesta en degustar el alimento, dándonos todo el tiempo para experimentar los sabores sin prisa.
Hambre estomacal, celular, mental y de corazón:
Estomacal: Este hambre no es un indicador real. Muchas veces nos sentimos confundidos y creemos tener hambre porque, por ejemplo, nos “suenan las tripas”. No hay que pasarlo tampoco por al alto, pero te propongo hacer una escucha más profunda de lo que crees que es la necesidad de comer porque el estómago te lo pide. Seguro que te sorprendes de que la mayor parte del tiempo no es así.
Celular: Existe una sabiduría interior que viene desde nuestro nacimiento y que vamos perdiendo con los años. Esto es a causa de los mensajes contradictorios que recibimos del exterior. En hambre celular requiere de una escucha más profunda, de tiempo, paciencia y mucha atención sutil y continua para satisfacer las necesidades más esenciales de nuestro cuerpo. Para esto la meditación y la terapia son fundamentales.
Mental: Nuestra mente intenta manejar toda una cantidad inmensa de información muchas veces contradictoria acerca de cómo debemos alimentarnos. A veces el hambre mental y el corporal no están en concordancia. Es bueno darse cuenta de esto. Observa qué mensajes contradictorios surgen de tu mente. Si son mensajes rígidos o si son volubles. Mira qué te dices a ti mismo, si te limitas o eres condescendiente.
Hambre de corazón: Este hambre se satisface a través de la intimidad y el contacto. Frecuentemente comemos para aliviar un sentimiento profundo de soledad. El corazón se nutre a través de la intimidad con los demás.
La escucha interna lo es todo
Cada hambre corresponde a una necesidad muy concreta que hay que atender. Lo que olvidamos es que no sólo saciarnos tomando el alimento, sino que disfrutando a través de los sentidos, el corazón y la mente, podemos también saciar esas necesidades profundas que habitan en nuestro interior.
Comprender nuestros procesos con el alimento nos abre la puerta para esperimentar la responsabilidad y disfrute de llevar las riendas de nuestra nutrición y salud.
“Si queremos sentirnos satisfechos al comer, la mente ha de ser consciente de lo que sucede en la boca. En otras palabras, si quieres disfrutar de una fiesta en la boca, debes invitar a la mente”
Comer Atentos – Jan Chozen
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