Después del pasado artículo Las ventajas psicológicas de la imperfección (I), seguimos desarrollando la idea de que intentar ser perfecto dista mucho de la idea de salud que tenemos los profesionales de la psicología.
La imperfección como ventaja evolutiva
Científicos, creativos, y empresarios son conscientes del valor de lo imperfecto, del ensayo y del error. Ya lo dice la premio Nobel Rita Levi-Montalcini en su elogio a la imperfección al referirse a la “fijeza evolutiva”: la perfección del modelo inicial de algunas especies para ajustarse a las demandas del ambiente, ha hecho que éstas se estancaran evolutivamente, al contrario del ser humano que se actualiza a sí mismo de manera continua. El hombre parece haber encontrado la clave de su evolución en la imperfección. El desequilibrio produce movilidad, la imperfección es el motor del cambio.
La belleza de la imperfección
Ser imperfectos nos acerca, nos invita a colaborar los unos con los otros, nos pone en contacto. La vinculación afectiva y apoyo mutuo son necesidades básicas del ser humano. Están relacionadas con la búsqueda de seguridad, confort y confianza. El paradigma de “yo solit@ puedo con todo” nos deja desnutridos y asustados, sin embargo mostrar la imperfección invita al otro a acercarse para tender su mano, y para mostrar también su propia imperfección.
Límites y creatividad
Todo acto creativo proviene de la angustia. La creatividad implica salir de la zona de confort y seguridad. Para crear algo nuevo es necesario entrar en contacto con lo que falta o falla, atravesar el miedo a lo desconocido, enfrentar el miedo al fracaso y al rechazo, conectar con la vulnerabilidad.
La búsqueda de perfección se interpone muchas veces y nos coloca en lo debemos/tenemos que ser o hacer, y no tanto en lo que ya somos, nos impide correr riesgos no sea que nos caigamos del pedestal. Hemos visto que lo perfecto no evoluciona, se estanca, se vuelve frío, paralizado, muerto. No puede crear desde la naturalidad de su ser. Todo se convierte en un gran esfuerzo.
Aceptar las limitaciones que tenemos en el momento actual, ya sean definitivas o circunstanciales, hace que podamos enfocar las posibilidades que sí existen dentro de dichos límites. Lejos de quedarnos atrapados en la idea de lo que nos falta, o de lo que no podemos hacer, sería pensar en qué es lo que podemos hacer creativamente con lo que si tenemos.
Cuando conseguimos mirar la situación de este modo, la percepción cambia, y pasamos de sentirnos limitados, a contactar con posibilidades, expansión, creatividad. Se siente como estar atrapados en una pequeña y asfixiante habitación, y que un día las paredes comenzaran a moverse generando más espacio.
Mirar quien soy y donde estoy, y con lo que tengo qué puedo hacer, me aporta la sensación de que los límites se alejan, de que tengo más libertad para moverme y crear.
La naturalidad agota menos: sana imperfección
Pienso ahora en todos estos tratamientos anti-envejecimiento, en las mil opciones de cirugía plástica, en el poco espacio que damos a la vejez en nuestra sociedad. Lo roto, lo viejo, lo imperfecto nos genera conflicto, nos angustia, así que lo maquillamos o lo apartamos. Los valores relacionados con el consumismo (tratar el propio organismo como un objeto de consumo) han dejado de lado otros valores y necesidades más relacionadas con lo afectivo y con la evolución personal. La naturalidad ha quedado desplazada por “la imagen”.
Pienso que ir en contra de nuestra propia naturaleza es agotador, conlleva demasiado esfuerzo, y nos aleja. Personalmente quiero darme el permiso de ser imperfecta, natural, de envejecer, de tener estrías y arrugas. Que la madurez y el amor florezcan en mí, permitiendome ser tal y como soy en contacto con mis iguales. ¿Qué sentido tiene resistirme si la corriente me lleva río abajo, rumbo al mar?