¿Dónde se encuentra el verdadero éxito?
Quien haya visto el film, podría pensar que Rodríguez es un sabio al estilo del protagonista de la bonita historia de Anthony de Mello, ese que aceptaba lo que el destino le deparaba con la famosa frase de “¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?… ¿Quién sabe?”
La historia
El documental nos habla de Sixto Rodríguez, una promesa de la música que lanza en EEUU dos discos al mercado a finales de los 60. Apenas vende, y es expulsado de la compañía discográfica. Sin embargo, en Sudáfrica una de las pocas copias vendidas de su primer disco, sin saber cómo, llega hasta allí. Esa copia va pasando de mano en mano hasta el punto que termina por convertirse en una celebridad. Allí es un ídolo “más famoso que los Rolling Stones”, pero al mismo tiempo invisible, nadie sabe nada de él. Cuando Rodríguez, allá por finales de los 90 sabe que al otro lado del mundo es un personaje de renombre, da en Sudáfrica una extensa gira, siendo aclamado popularmente.
Un buen “final feliz”, pero…
¿Por qué nos aferramos al éxito?
Si lo miramos desde las exigencias de “triunfar” que nuestra cultura nos propone, uno puede pensar que es como mínimo una imprudencia o una idiotez irte de un lugar en donde eres aclamado. Lo que fascina de Rodríguez es la capacidad de no verse afectado por el éxito ni el fracaso. Su concepto de sí no depende de lo que suceda afuera, acepta el fracaso y disfruta el éxito sin que con ello su autoestima varíe demasiado.
¿Cómo podemos ir más allá de lo que suceda ahí fuera?
Llegar a este estado de sabiduría está al alcance de muy pocos, Rodríguez parece una persona muy autorrealizada. La gran mayoría de las personas seguimos librando la batalla de los asuntos del ego. Pretender lo contrario sería exigirnos demasiado.
Los procesos terapéuticos
Sin embargo, los procesos terapéuticos ayudan a aprender a depender menos de lo externo para aventurarnos a mirarnos dentro e ir descubriendo poco a poco que ya somos valiosos por el hecho de “Ser”. Somos valiosos porque somos y no por el resultado de lo que hagamos. Además, ni el éxito ni el fracaso son para siempre, todo es impermanente y en la vida nos vamos encontrando un poco de todo. Como dice un maestro Zen, “nos pasamos media vida persiguiendo lo que deseamos y la otra media huyendo de lo que no queremos”. Cuando en nuestro proceso vamos aceptando la impermanencia de la vida, nos aflojamos, podemos vivir las cosas con más desapego y así vamos abriendo nuestro corazón a lo que venga.
Por cierto, que merece mucho la pena escuchar su música…
Pd: Mi pésame por el reciente fallecimiento del director de esta preciosa historia.
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