¿Soy culpable?
Esta es una pregunta que muchos padres se hacen casi diariamente ante la manifestación de dificultades por parte de los hijos, y no tanto cuando estos se muestran agradables y equilibrados. Y no es casualidad, ya que es en esos momentos cuando afloran los sentimientos de fracaso como padres y el desconcierto al intentar buscar la causa de sus conductas, así como los aspectos en los que uno siente que ha fallado. En cierto sentido es interesante llegar a este punto, porque en esa manifestación del sentimiento de culpa hay un interés en reparar y solucionar los problemas de nuestros niños.
Es importante reconocer el sentimiento culpa para pasar a la responsabilidad.
Pasar de “soy culpable” a “soy responsable” ayuda.
Según Luis Chiozza “es importante distinguir entre responsabilidad y culpa. Responsabilidad es la capacidad de responder por las consecuencias de nuestras acciones y también por otros hechos que no se relacionan con nosotros. En tanto que la culpa es la que se atribuye a alguien como causante de un daño o delito, independientemente de la responsabilidad que asuma”. Y es cierto que tenemos responsabilidad en el carácter o formas de actuar de nuestros hijos, pero también es verdad que influyen muchos más factores de los que creemos para que se comporten así.
Asumir toda la responsabilidad al respecto sería como decir que no tenemos ninguna, y ninguna de las dos afirmaciones sería la correcta. Como en todo, en el equilibrio está la virtud.
Cuando decimos “soy culpable” nos estamos juzgando y exigiendo como padres por no haberlo hecho diferente. Sin embargo, lo que es indudable en la mayoría de los casos, es que lo hicimos como mejor supimos; ello no quiere decir que esto fuera suficiente para nuestros hijos, pero seguro que lo hicimos lo mejor que pudimos en ese momento. Desde la culpa nos castigamos y de alguna forma evitamos sentirnos impotentes; desde la responsabilidad nos respetamos.
Tomando conciencia y dándonos cuenta de este sentimiento de culpa podemos transformarlo en la responsabilidad que nos corresponde como padres reconociendo también la responsabilidad de nuestros hijos en sus elecciones.
“La culpa nos paraliza e impide pasar a la acción, sin embargo la responsabilidad permite buscar soluciones creativas para resolver la situación que se nos plantea como padres”.
Nuestro estilo de vida y el sentimiento de culpa
Debido al estilo de vida que llevamos, donde hay un exceso de actividad, horarios amplios de trabajo, dificultad para conciliar la vida laboral y familiar, es frecuente que entre los padres se dé el sentimiento de culpa por no pasar el tiempo suficiente con sus hijos ni prestarles la atención que creen que necesitan. Muchas veces este sentimiento se enmascara con actitudes de sobreprotección, no marcación de límites claros, y concesión de satisfacciones inmediatas ante las demandas de nuestros hijos para compensar el tiempo no dedicado y “no tener problemas durante el poco tiempo que les vemos”.
Lo cierto es que estas actitudes no ayudan nada a nuestros niños a la hora de dotarles de herramientas ante la frustración y los límites a los que la vida les enfrenta. “Por muy bien que queramos hacerlo, todos crecemos con carencias como individuos imperfectos que somos, el crecimiento siempre implica cierta dosis de frustración y la frustración es necesaria para crecer”.
Algunas preguntas que invitan a pensar
Si hemos identificado un resquicio de culpa podemos plantearnos las siguientes cuestiones:
- ¿Siento culpa debido a algún hecho que no he podido evitar o a una acción intencionada por mi parte?
- ¿He cambiado mi actitud o conducta para compensar lo que creo que hice mal?
- Con esta compensación, ¿estoy ayudando a mi hijo o estoy empeorando la relación/situación?
La cultura influye en el sentimiento de culpa
Es indudable la relación existente entre la moral y el sentimiento de culpa. Y es que nuestra cultura occidental se rige por una serie de leyes y mandamientos de origen judeo-cristiniano, que se han insertado en el pensamiento y contribuyen a concebir nuestros actos como correctos o incorrectos, con su correspondiente premio o castigo.
“La idea de pecado (fallo/error), culpa y castigo para redimirnos no ayuda en nuestra labor como padres”.
La culpa y la reparación
Profundizando un poco y con el fin de averiguar qué hay detrás del sentimiento de culpa podemos encontrarnos con cierta agresividad y enfado. Freud en su obra “El Malestar de la Cultura” ya reconocía tintes de represión y agresividad en el sentimiento de culpa.
Fallar a nuestros hijos nos conecta con la sensación de que no lo sabemos todo, somos imperfectos y nos equivocamos. Esto puede generar mucha frustración, enfado y agresividad.
Sacar la agresividad hacia los hijos pone en peligro nuestro vínculo con ellos, y por ello muchas veces dirigimos el enfado hacia dentro en forma de culpa: “soy un mal/a padre/madre, debería saber cómo reaccionar, etc.”
¿Qué podemos hacer con la culpa?
- Aislarnos, autocastigarnos y quedarnos en la impotencia: Alternativa que puede funcionar en un primer momento pero que a la larga, tanto para nuestro bienestar como el de nuestra familia, no ayuda.
- Pedir perdón: Aceptar los errores y que somos imperfectos, posibilita a nuestros hijos a formarse una idea más realista sobre cómo somos los seres humanos y a comprender que los fallos pueden enmendarse, y ser una oportunidad para el crecimiento y el acercamiento. Este es un gran paso, pero a veces puede resultar insuficiente sobre todo si como padres sentimos que la situación nos supera y que no sabemos como gestionarla.
- Buscar apoyo externo para aprender a reparar el vínculo y comenzar a construir la relación con tu hijo desde otro sitio.
Un ejercicio que puede ayudarnos a sanar la culpa es hacer una lista con las situaciones en las que sentimos que nos hemos portado mal como por ejemplo: “me siento culpable por no poder pasar las tardes con mis hijos”, y sustituir cada una de esas cuestiones por la palabra enfado: “me siento enfadado por no poder pasar las tardes con mis hijos”.
Con este ejercicio nos damos cuenta de que el enfado es un sentimiento que subyace a la culpa, ya que como hemos dicho antes, esta puede entenderse como enfado dirigido hacia dentro.
Cuando nos responsabilizamos, no se trata de enfadarte ni contigo mismo ni con tu hijo, sino de utilizar la energía activadora del enfado para pasar a la acción y resolver.
En Concienciarte damos un espacio al sentimiento de culpa. Te acompañamos en el darte cuenta de cómo surge y cómo la manejas, para que puedas decidir transformarla en responsabilidad, si eso es lo que quieres, así como para encontrar herramientas y hacer frente a las situaciones que se plantean con tus hijos.
Aquí te dejo un enlace que refleja cómo vivimos el sentimiento de culpa:
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