Como hombre me toca aceptar que en esta sociedad desigual pertenezco al cincuenta por ciento de personas con más privilegios y facilidades que el otro cincuenta. Y justo por esto, en mi oficio me veo en la necesidad de revisar frecuentemente mis sesgos y poder ir adquiriendo una mirada feminista.
¿Qué es el feminismo?
Existe una creencia errónea popular aún muy difundida que el feminismo es lo mismo que el machismo en sentido inverso. Nada más lejos de la realidad. La propia RAE (una institución por cierto nada igualitaria) define al feminismo como “Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”. El machismo es definido como “Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”. Mi opinión es que aunque el asunto es mucho mas serio que una simple “actitud de prepotencia”, ambas definiciones ilustran lo que quiero explicar.
Por tanto, el enfoque feminista no puede entenderse como un movimiento que busca lo que el machismo para las mujeres, porque lucha por una sociedad verdaderamente justa e igualitaria. El feminismo es un movimiento basado en la libertad e igualdad, mientras que el machismo busca mantener los privilegios históricos basados en la desigualdad y la opresión.
La herencia del patriarcado
Toda esta estructura desigual se cimienta en una serie de valores y principios que se ha denominado como patriarcado. Claudio Naranjo comenta en esta entrevista que:
El mal de la civilización es la mente patriarcal. Y no me refiero sólo a la sociedad patriarcal que hace que los machos predominen sobre las mujeres y tengan un acceso más fácil al poder y a la economía. Me refiero a una forma de mentalidad que actualmente ya todos compartimos, hombres, mujeres y niños, contaminados por el mismo virus. A una pasión por la autoridad. Por el ego, el ego patrístico, un complejo de violencia, desmesura, voracidad, conciencia insular y egoísta, insensibilidad y pérdida de contacto con una identidad más profunda.
Por tanto, esta mente patriarcal impregna de manera inconsciente nuestro modo de ver el mundo. Ya compartí en un artículo cómo el machismo también nos afecta a los hombres de muchas maneras. Pero conviene no perder la perspectiva y entender que las principales perjudicadas de este sistema injusto son las mujeres. Cuando trabajo con mujeres en sesión, traen asuntos que muchas veces no puedo entender como dificultades individuales. Mucho de lo que traen está profundamente conectado con el dolor que les supone vivir en un sistema desigual para ellas.
Una mirada feminista para hombres terapeutas
Este artículo va dirigido a los hombres, y en especial a los hombres que se dedican a la relación de ayuda. Si para contribuir a un mundo mejor es muy necesario que los hombres nos revisemos nuestros sesgos y privilegios de género, cuanto más los que nos dedicamos a las profesiones de ayuda. Precisamente por ser testigos privilegiados de poder acompañar a mujeres que nos traen escenas de dolor patriarcal, nos toca ser aliados y estar especialmente sensibilizados.
Y para eso hay que estar dispuesto a investigar actitudes e ideas machistas que conviven en nosotros, pues diría que es imposible que no estén. No sólo por vivir en la cultura que vivimos, si no por que (dándonos cuenta o no) esas ideas significan para nosotros una posición privilegiada.
Los hombres tenemos la tendencia, no siempre consciente, de ocupar mayor espacio que ellas en muchas esferas de la vida. Por ejemplo, en lo que respecta a emitir juicios u opiniones tenemos más dificultad de escuchar y quedarnos en un segundo plano. Sentimos que si hacemos eso perderíamos nuestra posición privilegiada. Los hombres terapeutas somos testigos de situaciones de profunda injusticia que nunca viviremos. Por eso toca ir más allá de la empatía, denunciar esas situaciones y acoger internamente una actitud de silencio, aprendizaje y humildad.
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Fue desde mi propio proceso de sentir como mi sufrimiento fue sanando a través de la psicoterapia que decidí reconvertirme en psicoterapeuta. Y es desde ahí que tengo y siento la plena confianza de que cuando somos acompañados desde la presencia y se nos ofrece buen abono, tierra y agua,las personas crecemos como flores.
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