“La vergüenza es una de las experiencias más comunes y menos comprendidas”. Gary Yontef
En este artículo me propongo despejar algunas dudas y explicar cómo aparece y cómo se mantiene la vergüenza. Las experiencias de vergüenza son muy comunes pero por ello no quiere decir que no sean complejas.
Hay muchas palabras que se acercan a esta sensación (inquietud, miedo, timidez, angustia…) pero la palabra clave es vergüenza. Al poder nombrarla es posible conectar más profundamente con la sensación de lo que en realidad está ocurriendo internamente.
¿Qué es la vergüenza?
La vergüenza la componen aquellas reacciones o respuestas emocionales intensas y de valoración negativa de uno mismo; de lo que uno es, cómo es, de lo que piensa, de lo que siente, de lo que hace.
Es un sentimiento muy profundo y arraigado de “no estar bien” que afecta a lo más nuclear, a la identidad.
Implica la idea de tener un defecto o ser inferior y una sensación de no ser digno de amor y respeto a causa de este defecto (sea real o no). Las personas que sienten vergüenza a menudo suelen tener una desmedida autoexigencia, están orientadas a la perfección y aún así siguen sintiendo que nunca son suficientes.
¿Qué apariencia tiene la vergüenza?
La primera reacción ante la vergüenza es esconderse y contraerse. Pueden existir dos polos opuestos en la apariencia de la vergüenza, por un lado puede evidenciarse el sentimiento de vergüenza y por otro el impulso de esconderla.
Las personas con vergüenza tienden a actuar de un modo rígido, aislado y con escasa acción. Podemos detectar la vergüenza en una persona si muestra un aspecto sonrojado o acalorado, cabeza caída, mirada lejana, evita el contacto visual, etc. También puede lograr ocultarse con excesiva conversación, alejamiento físico, evitando llamar la atención, permaneciendo en silencio y sin moverse, entre otras. Otras formas opuestas de evitar quedar expuesto pueden ser: el ataque, la rabia, la prepotencia o la hiperracionalización.
¿Cuándo se origina?
Podemos remontarnos a la infancia. La vergüenza empieza en una etapa prematura en la que el niño no ha comenzado a hablar y los sentimientos de vergüenza son difusos y no conscientes.
La vergüenza surge como reacción a las expresiones que se reciben de los padres (una mirada concreta, el tono de voz en un determinado momento, el modo de tener contacto con él, etc.) en relación a lo que el niño actúa y siente. De este modo, la familia le transmite al niño sus expectativas acerca de cómo actuar, pensar, sentir, comunicarse. En definitiva, lo que es motivo de orgullo o de vergüenza.
¿Cómo se mantiene esta dinámica?
La vergüenza se mantiene como un círculo interminable catalizado por la necesidad de ocultarse. Esto es lo que la mantiene. Es decir, cada vez que la persona contacta con la vergüenza, esta le conduce al deseo de ocultarse. Se avergüenza de sentir vergüenza y de necesitar esconderse. Y esto todavía intensifica esa necesidad de que le trague la tierra.
Reitero que este proceso suele ser complejo, automático y no todas las personas son conscientes de cómo se desarrolla dada la intensidad de la emoción.
Más adelante dedicaré un artículo para ver cómo podemos trabajar con ella.
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