¿Tiene un origen el cómo vivimos la maternidad actualmente?
El cómo vivimos la maternidad es algo que la mayoría de las personas de nuestra sociedad tiene interiorizada de manera bastante parecida: todxs tenemos o hemos tenido una madre y un padre o a alguien que haya hecho esa función y la tenemos asociada fundamentalmente y en general -siempre hay excepciones, muchas o pocas- a las mujeres. La manera de vivir la maternidad la hemos visto reflejada en la literatura, en el cine, en todas las expresiones artísticas, siendo un rasgo común que, parece, se ha dado en todas las épocas y lugares, o por lo menos, así nos lo han contado: las mujeres encargadas de las tareas del cuidado físico y emocional de sus hijxs. Así que esta concepción la tenemos normalizada en nuestro interior, como algo que es y siempre ha sido así, la hemos “naturalizado”. Y de esta concepción partimos para adorar a nuestras madres u odiarlas, tener hacia ellas sentimientos ambivalentes, o una buena relación, o mala, o regular, incluso ninguna…
Lo que en pocas ocasiones se tiene en cuenta es que el ejercicio de la maternidad tal y como se vive en la actualidad, tiene una génesis, un proceso de desarrollo que tuvo su origen en nuestra cultura en el siglo XVIII, es decir que se inventó, que se ideó en un momento dado.
Desde la psicología Gestalt está claro que la clave de una buena calidad de vida pasa por el darse cuenta y, en ese darse cuenta es necesario, entre otras cosas, conocer la Historia que construyó este modelo de maternidad que hoy impera en nuestras sociedades occidentales en mayor o menor medida. Y me parece importante porque creo que sabiendo lo que ha pasado lograremos entendernos mejor a nosotras mismas y, por lo tanto, ampliaremos nuestra capacidad de elección y decisión: tanto las mujeres como los hombres. Y para ello es relevante saber cómo y desde dónde se han ido construyendo nuestros deseos de ser o no ser madres/padres como parte de nuestra identidad.
Rousseau: creador del llamado “Instinto maternal”
Cuando se habla del derecho a elegir es necesario recordar que toda elección se inscribe en un contexto cultural. Conocerlo es conocer la historia de cómo se han ido construyendo nuestros deseos.
Cuando Rousseau en el siglo XVIII habla del destino dado por la naturaleza a las mujeres, -ser esposa y madre abnegada- está poniendo las bases para la consecución de unos fines al servicio de la sociedad industrial que se estaba gestando en ese momento. Cuando en su obra El Emilio se dedica a la educación de Sofía dice así:
“Justificad siempre las preocupaciones que les dais a las muchachas, pero imponédselas siempre. La ociosidad y la indocilidad son los dos defectos más peligrosos para ellas, y de los que menos se curan cuando los han contraído”[1]; “Porque la dependencia, siendo un estado natural para las mujeres, hace que las hijas se sientan hechas para obedecer. Por la misma razón de que ellas tienen o deben tener poca libertad…”[2]
Conseguir a través de la educación que sean las propias mujeres las que deseen dedicarse al cuidado de los hijxs, fue un objetivo que fue cuajando poco a poco hasta verse reflejado en la actualidad clarísimamente. Actualmente se sigue considerando todavía a Rousseau como uno de los padres de la pedagogía moderna.
Diferentes formas de ejercitar la maternidad
Y digo que fue cuajando porque como nos demuestra E. Badinter en su obra ¿Existe el instinto maternal?, cuando hace un recorrido histórico por la dedicación maternal de la Francia de los siglos XVII, XVIII y XIX, pone de manifiesto que la dedicación maternal tal y como la concebimos en la actualidad no tiene nada que ver con lo que se vivía hace tres siglos. En el siglo XVII el hábito de pagar a una nodriza que era exclusiva de la aristocracia se va difundiendo entre la burguesía y durante el siglo XVIII esta costumbre se extiende a todos los estratos de la sociedad urbana. Desde los más pobres a los más ricos, en las ciudades grandes o pequeñas, se generaliza el fenómeno de la entrega de bebés a nodrizas. Luego, las institutrices y los colegios con internados hacen que el contacto entre los padres y lxs hijxs sea escaso o nulo.
Badinter añade como soporte ideológico para esta escasa o nula relación entre padres e hijxs, la concepción de la infancia que sostuvo Agustín de Hipona, siendo ésta el referente de todos los pedagogos hasta bien entrado el siglo XVIII. En su libro La ciudad de Dios describe a lxs niñxs como unas criaturas humanas ignorantes, apasionadas y caprichosas, y lo llama “pecado de infancia”. La infancia, no solo no tenía valor ni especificidad alguna para Agustín de Hipona, sino que además era el signo de la corrupción de los adultos, lo que les condenaba, aquello de lo que se tenían que desprender. Esta concepción va a ser difundida desde diferentes obras y desde lo alto de numerosos púlpitos hasta finales del XVII.
Otro ejemplo que pone de manifiesto que la vivencia de la maternidad es múltiple y variada y, por lo tanto, no viene dado por ninguna naturaleza instintiva lo podemos encontrar en Margaret Mead en su obra Sexo y temperamento realizado en los años 20 del siglo pasado: analizó tres pequeñas sociedades que coexistían en el tiempo en Nueva Guinea que se caracterizaban por tener muy diferentes estructuras y funciones asignadas a mujeres y hombres en lo que respecta al cuidado de los hijxs y, éstas, distaban mucho de los papeles asignados en nuestra sociedad a las mujeres y a los hombres. El mito del llamado “instinto maternal” queda en entredicho…
[1] J.J. Rousseau, Emilio…, pág. 425; Pág. 236 en Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jacques Rousseau. Autora: Rosa Cobo. Ediciones Cátedra.
[2] J.J. Rousseau, Emilio…, pág. 426; Ibid. Pág. 233
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