El ejercicio de la maternidad como elección
La maternidad es una elección, la paternidad también, (esto último evidente desde tiempos inmemoriales en nuestra cultura occidental) y no algo que nos venga dado por una naturaleza biológica. La naturaleza nos da la posibilidad de serlo, como tantas otras posibilidades que desarrollamos o no, según podamos y/o queramos.
Un dato interesante para detectar en qué punto está la génesis del ejercicio de la maternidad y la paternidad es el que nos dan los diccionarios, en este caso de lengua castellana, para ver qué dicen sobre ello: la “madre de familia” es definida como “mujer en su papel de esposa y madre y regidora del hogar”(D.M.M.[1]), o como “mujer casada o viuda, cabeza de su casa”[2]( D.R.A.E.[3]). Para definir al “padre de familia” los dos diccionarios le asignan el papel de “jefe de una familia, aunque no tenga hijos”. Se puede constatar todavía en la actualidad que el significado de “madre” y de “padre” están sujetos a la concepción tradicional: la madre, dentro del matrimonio, ubicada en el espacio privado y responsable de él; mientras que al padre se le adjudica una función de poder, de jefe, ¡no solo de sus hijos sino también de su mujer! Además, se concibe una única manera de familia omitiendo los diferentes tipos que se dan actualmente (monomarentales, homosexuales,…).
¿A qué corresponde el deseo de ser madres que experimentan las mujeres?
La deconstrucción del ejercicio de la maternidad es una de las tareas más difíciles que tienen por delante las mujeres. La pregunta es: ¿a qué corresponde el deseo de ser madres que experimentan las mujeres?, ¿es cierto –como así ha supuesto nuestra cultura- que todas las mujeres lo sentimos en algún momento? Precisamente es una de las cuestiones que algunas mujeres que vienen a terapia se preguntan: ¿quiero ser madre? ¿me lo planteo porque ya me toca según el reloj biológico? …
Debido a la educación que todavía seguimos recibiendo la inmensa mayoría de las mujeres, y los hombres, resulta muy difícil discernir hasta qué punto el deseo de querer ser madres/padres, o de no querer serlo, viene determinado o articulado por lo inculcado en nuestras sociedades. Solamente haciendo el esfuerzo de nombrar, de conocer cómo se ha construido ese deseo, se podrá conseguir deshacer aquello que no queramos de lo que nos han enseñado.
El camino es arduo y doloroso para las mujeres porque afecta a la experiencia vivida en sus propias carnes de una u otra manera: la deconstrucción no puede limitarse a ser teórica, sino que tiene que darse en la propia vida. Y digo que es arduo en concreto en las mujeres porque los hombres no necesariamente tienen que enfrentarse a esa tesitura, y lo que es más importante, no es un requisito que ponga en cuestión su identidad como hombres. por lo menos, conforme a los roles que se les ha adjudicado tradicionalmente. Y sin embargo, es igual de importante que los hombres hagan personalmente el mismo recorrido que ellas: elegir deshaciendo lo que no quieren de lo que les han enseñado.
Las mujeres no nacen, se hacen
La idea de la filósofa Simone De Beauvoir de que la mujer no nace sino se hace, hizo posible poner en cuestión lo que se suponía era “ser mujer”. Por primera vez plantea, entre otras cuestiones, el cómo nuestra cultura invita a todas las mujeres a ser madres y las condiciones en las cuales deben serlo: “No se puede obligar realmente a la mujer a tener hijos, lo que se puede hacer es encerrarlas en situaciones en las que la maternidad es la única salida para ella.”[4] En la actualidad, habría que añadir otras situaciones: hay muchas mujeres que queriendo ser madres no pueden por no tener recursos materiales suficientes, o porque sus horarios laborales o su carrera profesional se lo impiden; y las que no quieren serlo, se topan con el interrogatorio hecho por unos y otras de cuándo lo van a tener o por qué no lo tienen.
Resulta difícil a veces valorar, por una parte, la función de las mujeres en el ejercicio de su maternidad sin caer en esencialismos (está en la esencia femenina) y, por otra, la necesidad de crear una cultura donde la posibilidad de ser madre sea una de tantas posibilidades de ser mujer, y no una cuestión ineludible –como todavía es hoy- para toda mujer, independientemente de lo que, al final y de hecho, elija cada una.
¿Y las nuevas ideas (pero viejas) que invitan insistentemente desde muchas clínicas maternales de nuestro país a que las madres den el pecho a sus hijxs cuanto más tiempo mejor (uno o dos años a ser posible) a demanda del bebé a cualquier hora? ¿No es una manera de decirnos cómo tenemos que ejercer esa maternidad?
Poder elegir, no solo el hecho de no ser madre o padre, sino las diferentes maneras de serlo, supone escucharnos a nosotrxs mismxs en nuestra singularidad, yendo más allá de lo que los roles sociales y las costumbres establecen. Y ese trabajo personal nos enriquece a nosotrxs mismxs y también a nuestrxs hijxs.
En el tercer y último artículo abordaré diferentes problemas con los que se enfrentan algunas mujeres en la terapia entorno al ejercicio de la maternidad.
[1] Diccionario de uso de la lengua española Maria Moliner
[2] La cursiva en las dos definiciones es mía
[3] Diccionario de la Real Academia Española.
[4] Pág 161 “Un proceso sin sujeto: Simone de Beauvoir y Julia Kristeva, sobre la maternidad.” Págs 155-186 Autora: Linda M.G. Zerilli en Figuras de la madre. Silvia Tubert (ed.)
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