La herida de abandono y la pareja
Compartir en pareja es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos como individuos. Si hay algo claro es que los vínculos profundos y la intimidad hacen emerger las heridas y los miedos más arraigados. En especial la herida de abandono suele interponerse en el desarrollo de relaciones sentimentales sanas y armoniosas.
Tomar conciencia de lo difícil que resulta conectar y expresar los propios deseos y necesidades es un gran reto. Habitualmente esperamos que nuestra pareja nos adivine el pensamiento y acierte en todo momento lo que necesitamos y queremos sin tener que pedirlo: cómo, dónde, en qué cantidad lo quiero y cuándo ha sido suficiente. Si efectivamente nos adivina el pensamiento ello se interpreta como una gran muestra de amor:
Si me da lo que necesito sin tener que pedírselo es que me conoce, me entiende y sobre todo, me ama.
La frustración es intensa cuando la pareja no está a la altura de las expectativas y cuando necesita cosas diferentes o a otro ritmo. En estos momentos puede activarse la herida de abandono.
El pensamiento habitual es “tu no me das lo que yo necesito o no te comportas como espero, porque no me quieres”. Sin embargo es perfectamente normal que como individuos diferenciados veamos la realidad de distintos modos y tengamos diferentes necesidades y ritmos. Ello no amenaza necesariamente el hecho de que los miembros de la pareja sean compatibles y se quieran.
¿Qué es la herida de abandono?
Hablamos de herida de abandono de manera simbólica, para explicar el profundo sufrimiento que algunos seres humanos sienten ante situaciones que de manera objetiva y pensadas fríamente, no son tan terribles o tan extremas para justificar el dolor que se experimenta.
Habitualmente se presentan vivencias relacionadas con la angustia de separación, necesidad de seguridad, necesidad afectiva difícil de saciar, miedo a la soledad, pensamientos negativos sobre uno mismo y sobre el mundo, etc. Es la sensación de estar desconectado, excluido, fuera. La vivencia de que la vida pasa y de que a los demás les ocurren cosas mientras que a uno no. Habitualmente hay tendencia a relaciones codependientes, y una creencia relacionada con la idea de no ser digno de amor.
La herida de abandono y la patada: sobre el dolor percibido y el daño real
Cuando se despierta la herida de abandono suele ser porque algún evento externo ocurre y nos toca donde más nos duele. De modo que reaccionamos extremadamente para sorpresa de nuestra pareja, quien muchas veces responde algo así como “¡no es para tanto!” o “¡hay que ver cómo te pones!”
Es como si la pareja nos diera una pequeña patadita, justo en el sitio en el que tenemos una gran herida; nuestra reacción no se explica solamente por la pequeña patadita, sino por el profundo dolor que moviliza la herida. Visto desde ahí, cuando escuchamos “¡no es para tanto!” nos sentimos más heridos y abandonados aún porque el otro no puede entender nuestro dolor.
Así que el que tiene la herida dice: ¡tú tienes la culpa de cómo yo me siento!, mientras el otro responde: ¡no es para tanto! Es aquí donde pueden comenzar grandes peleas e intensos enganchones intentando convencerse el uno al otro.
Las estrategias en el amor
Cuando se activa la herida habitualmente utilizamos estrategias para no conectar con el dolor y de paso intentar cambiar al otro. Algunas de ellas son:
- Exigir, culpar, condenar: “mira lo que me has hecho”, “cómo puedes hacerme eso”, “tú tienes la culpa de cómo yo me siento”.
- Manipular en vez de expresar lo que se necesita directamente: dar algo para conseguir de forma indirecta lo que queremos. Utilizar el sexo o el dinero para que el otro me quiera, por ejemplo. Hacerse la víctima.
- Venganza, revancha, castigo.
- Suplicar. “Haz conmigo lo que quieras pero no me dejes”.
- Rechazo, despecho, rabia.
- Polémica o drama para demostrar que tengo la razón.
- Resignación: “seré siempre un desgraciado”, “nadie me quiere”.
Solemos utilizar más unas estrategias que otras y de igual modo somos más susceptibles a algunas de ellas cuando el otro las pone en marcha. Si hemos aprendido a usarlas es porque efectivamente “suelen funcionar”, pero generalmente lo hacen a corto-medio plazo, ya que a largo plazo generan desconfianza, frustración y rabia.
Querer conseguir lo que deseamos/necesitamos mediante estrategias es quedarse con las manos vacías, sobre todo a largo plazo.
¿Cómo favorecer la comunicación y hacer equipo con mi pareja?
Aprender a hablar desde el corazón y desde como uno se siente sin acusar, y sin intentar cambiar al otro es una difícil tarea. Se simplifica cuando verdaderamente hemos visto a nuestro compañero y le hemos aceptado tal y como es. Igualmente cuando podemos arriesgarnos a mostrarnos blanditos, vulnerables, temerosos e inseguros, sin que se ponga en riesgo el vínculo y sin que se trate de otra estrategia de manipulación para conseguir que la pareja cambie.
Suele ayudar expresar el dolor de la herida sin culpabilizar. Probablemente la herida ya estaba antes de la patada, incluso antes de que esta persona pasara por tu vida. Hablar de cómo te duelen especialmente ciertas cosas, mostrar a tu compañer@ tu vulnerabilidad, posiblemente despierte de manera natural en él/ella el deseo de comprender y respetar el lugar en el que estás.
Quizá si la pareja no puede sostener lo anterior, es decir, respetarse, comunicarse y aceptarse mutuamente con lo que hay, pueda tratarse de una crisis que lleve a la ruptura.
Es importante pedir los cuidados que yo necesito, siendo consciente de que mi pareja no tiene por qué hacerse cargo de mi herida. Los miembros de la pareja tienen la responsabilidad de cuidar el vínculo entre ambos, no de hacerse cargo el uno de la herida del otro.
Responsabilizarme de este dolor que es mío, ayuda a que mi pareja pueda escucharme amorosamente y aliarse a mí, en vez de convertirse en mi enemigo. Yo me hago cargo de mi herida y mi compañero se hace cargo de la suya sin echarnos la culpa el uno al otro.
Poder expresar y ser escuchado es sanador. En la medida en que nos expresamos, sanamos ambos, y a la par que sanamos nuestras heridas fortalecemos el vínculo de la pareja.
De este modo se consolida la alianza en vez de convertirse la relación en un campo de batalla, en el que cada uno activa los mecanismos de defensa del otro como en un círculo vicioso (como hemos explicado en otros post). La pareja se convierte en un espacio en el que crecer y transformarse.
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