Saber que no se sabe, eso es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, eso es enfermedad. (Lao-tsé)
Todo el mundo habla de lo importante que es “ser humilde”, pero ¿sabemos en realidad ser humildes? ¿Somos humildes y nos mostramos como tal? ¿A la hora de relacionarnos, nos conectamos con esa parte humilde de nosotros mismos acercándonos al otro reconociendo que, en el fondo, no sabemos nada de él?
¿A qué llamamos humildad?
Según la R.A.E la humildad se define como “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”.
Esto se construye a través de relaciones seguras y estables en las que nos sentimos vistos y respetados en nuestras limitaciones y carencias, sin pretender cambiarlas o sin ser exigidos por ser diferentes a lo que somos.
La actitud humilde aparece cuando nos sentimos seguros y valiosos como personas, sin necesidad de demostrar nada a nadie, porque más allá de los que los otros perciban, uno sabe quién es.
Parece que, en teoría, todos reconocemos lo valioso que es mostrarnos como personas humildes, y sin embargo a la hora de relacionarnos parece que uno tiene que mostrarse sin limitaciones, como conocedor de casi todo, “experto” de algo para ser visto y reconocido. Como si para ser valiosos tuviéramos que ser omniscientes y omnipotentes.
La humildad une, la soberbia separa.
Desde la humildad nos acercamos y nos relacionamos con el otro con curiosidad, y desde ese “no saber todo del otro” hace que los prejuicios e ideas preconcebidas hacia el otro se desvanezcan y podamos verle a él, no a la idea que tenemos de él.
Cuando nos relacionamos con alguien creyendo saber más que él mismo no le respetamos y no le vemos, ya que anteponemos nuestras creencias frente a él.
Creer que lo sabemos todo como padres, como profesionales o como adultos nos hace colocarnos en una posición primero que no es real, y segundo, separada del otro. Es una posición de soberbia que nos separa de los demás. En realidad somos personas que estamos aprendiendo continuamente, y ni sabemos todo del otro ni tenemos porqué saberlo para ser mejores y valiosos.
Cuando uno reconoce que no sabe todo está dispuesto a incorporar nuevas experiencias y saberes. Es cierto que tenemos un camino recorrido, pero también que afortunadamente nos queda mucho que aprender porque estamos vivos.
En la vida y para construir relaciones estables, uno tiene que estar dispuesto a equivocarse, a reconocerlo y pedir perdón. Ser agradecido y reconocer que a veces nos equivocamos.
Humildad y terapia Gestalt
En un mundo en el que casi todo se compra y se vende, las personas muchas veces acuden a terapia a “comprar recetas para vivir”, “consejos y soluciones para su vida”. En terapia Gestalt esto no funciona así. Las posibles soluciones, si es que existen, se piensan y se construyen juntos en un espacio íntimo y de respeto. De momento los terapeutas no tenemos rayos X, así que la terapia pasa por preguntar al otro “cómo se siente, qué piensa y qué necesita”. El terapeuta gestalt acompaña, no soluciona; sería muy ilusorio pensar que alguien tiene las soluciones a nuestros problemas. Humildad y terapia Gestalt son dos conceptos que van de la mano.
Parece que uno para “ser profesional” tiene que mostrar todos sus conocimientos y tener todas las claves y soluciones para aliviar la angustia de la existencia humana, cuando en el fondo un verdadero acto de grandeza supone estar abierto y lidiar con la incertidumbre constante más que combinar certezas, y eso, básicamente, es a lo que se dedica a sostener un terapeuta.
“Para ser humilde se necesita grandeza”. (Ernesto Sábato)
Os dejo un video que me parece inspirador y que habla de la humildad.
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