Ser extrovertido es un rasgo de carácter que socialmente está premiado, parece que tiene mejor prensa que la introversión y timidez. Nos inducen a vivir “a tope” y eso implica del disfrute y uso del ruido. El silencio y la introspección no parecen estar muy bien vistas en un mundo que va demasiado deprisa.
Aunque ya lo tratamos en este blog, quiero tratar este asunto desde una perspectiva diferente. Hoy quiero que este artículo sirva como una especie de manifiesto en defensa de la introversión.
Timidez e introversión
¿Es lo mismo timidez que introversión? No se trata exactamente del mismo concepto aunque parecen bastante relacionados. La introversión es un rasgo de personalidad recogido dentro de los cinco grandes cuyo opuesto sería la extroversión.
Se puede ser introvertido y no tímido. Ser introvertido es un rasgo temperamental, en principio bastante condicionado por nuestra carga genética y no necesariamente genera sufrimiento, cosa que la timidez sí. Seguramente en la emoción de la timidez influya la idea “tragada” de que ser introvertido no está bien.
¿Es la extroversión mejor y más saludable que la introversión? Definitivamente no. Se trata de rasgos de carácter diferentes, que serán más o menos adaptativos según lo que pida el contexto.
Introversión, timidez y vergüenza
A menudo, los introvertidos hemos sentido que algo no marchaba bien dentro. De niños a muchos se nos ha señalado (de manera más o menos sutil) que estaría bien intentar ser de otra forma. Esto nos ha hecho estar más en contacto que otras personas con las emociones de timidez y vergüenza.
La vergüenza es una emoción más dentro del repertorio humano adaptativo, y es sobre todo una emoción social. Y quien es introvertido y sobre todo tímido tiende a estar más en contacto con la vergüenza. Pero sentir vergüenza no es malo per se, ya que, insisto, como todas las emociones, bien calibrada tiene una función adaptativa.
Pero al ser la vergüenza una emoción que facilmente se ha señalado como mala, se siente avergonzonamiento (la vergüenza de la vergüenza), que es un haberse creído que no está bien y que no hace disminuirla sino incrementarla. Y lejos de ayudarnos, nos mantiene en pelea interna.
Trabajar la timidez
A veces me encuentro en terapia con personas que vienen muy auto perseguidas por su introversión y timidez. De niños les hicieron sentir eso que ahora sienten hacia sí mismos. Cuando empiezan proceso quieren dejar de ser ellas y vienen con un ideal inalcanzable de ser algún día alguien que no son.
La exigencia interna de ser extrovertido en alguien que por naturaleza no lo es, sólo trae frustración, bloqueo y automachaque.
Está muy bien que alguien a quien la timidez le paraliza quiera cambiar su conducta para relacionarse de manera más fluida. Y esto se trabaja en terapia ayudando a que la persona se atreva a exponerse poco a poco a los estímulos fóbicos. En terapia gestalt invitamos a que el tímido explore la polaridad y así vaya descubriendo otros modos de actuar, ensanchando el autoconcepto. El propio encuentro terapéutico invita a saltar barreras relacionales y es de por sí un buen entrenamiento.
Pero en mi opinión, de nada sirve sólo la conducta sino se trabaja una profunda aceptación de quien uno es. Paradojicamente, en mi propia experiencia sólo he podido ir haciéndome menos tímido cuando he ido aprendiendo a aceptarme, y sobre todo a abrazar amorosamente mi timidez e introversión. Solo desde ahí puedo atreverme a explorar otras formas y a ser más flexible en la vida, dependiendo de lo que la situación pida.
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