Estamos siempre esperando. Esperando al fin de semana, esperando a que lleguen las vacaciones, esperando a una ocasión especial para usar la vajilla…Esperando a vivir. Nos hemos contado que entonces, cuando llegue eso que hemos estado esperando, seremos felices. Pero solemos quedarnos decepcionados, porque eso que hemos idealizado no es como nos habíamos contado, y nos quedamos esperando a lo próximo que, esta vez sí, nos hará dichosos. Perseguimos la zanahoria esperando a un futuro idealizado y por eso nos cuesta dar valor a lo cotidiano.
El día de mañana
La vida es eso que te pasa mientras andas ocupado en otros planes. John Lennon
Desde niños nos hacen ver que no somos todavía completos, sino personas en formación que tienen que ser “alguien el día de mañana”. Se nos ha educado para ser proyectos de futuro, sacrificando nuestro presente en nombre de un porvenir. Esa idea sobre la vida la repetimos ya de adultos, y nuestra atención se posa en un futuro que tiene que ser mejor que el presente.
Pero la vida es más frágil e imprevisible de lo que parece y no hay garantizado un “día de mañana”. Seguramente nuestra mente se va demasiado al futuro porque falta una conciencia real de que no vamos a estar aquí eternamente. Frases motivadoras que uno escucha frecuentemente como “lo mejor está por venir” puede tener un tinte positivo a primeras. Pero también conlleva un velado disgusto con el presente: “el presente no es como quiero y el futuro tiene que ser mejor que esto”.
Me parece que nos engañaron con aquello de los cuentos de “Fueron felices y comieron perdices”. Nos hicieron creer que una vez que los protagonistas llegaban a ese futuro idealizado, ya serían felices para siempre. Como me dijo una persona muy sabia, “el cuento en realidad no acaba ahí sino que es justo donde empieza”. Vivir el amor en lo cotidiano, y no en lo idealizado, es lo más difícil.
Tenemos alergia a lo cotidiano. Pero es en lo cotidiano, en lo que no es extraordinario, donde la vida está sucediendo. Esperamos experiencias sublimes donde depositamos nuestras esperanzas de felicidad mientras en el presente rechazamos lo que hay.
Adicción a la dopamina
El cuerpo usa dopamina para decir “Hey, la novedad es buena, haz más de eso”. Ali Jangbar
De nuestra dificultad para aburrirnos y vivir el presente sabe mucho la industria. Conocen la necesidad humana de novedad y le sacan buen rédito. La dopamina es uno de los principales neurotransmisores cerebrales. Una de sus funciones es la de regular la motivación y el deseo. Segregar niveles altos de esta hormona nos saca del aburrimiento, porque actúa en los centros cerebrales del placer y la recompensa.
Nuestra necesidad de dopamina (estímulos motivantes), hace que nos cueste estar en el presente. El aburrimiento nos aterra, porque en ese estado segregamos menos dopamina. Pero paradojicamente cuanto más nos cuesta aburrirnos, más nos aburrimos. y más necesitamos de estímulos externos. La dificultad de estar en paz con lo cotidiano es un reflejo de esto. Posiblemente cuando fantaseamos una vida futura mejor estemos descargando una pequeña recompensa dopaminérgica en el cerebro.
Lo cotidiano y el instante presente
Debemos descubrir lo extraordinario en cada acción de nuestra vida cotidiana. No penséis que el despertar está en otro lugar y en otro tiempo aparte de vuestra vida cotidiana. Dokushô Villaba, maestro zen
La tendencia a idealizar y a idealizarnos parte de la no aceptación del presente ni de quien uno es. Pero es en el presente, en lo cotidiano donde la vida está sucediendo.
Poner la atención y conciencia arraigada al momento presente es un muy buen síntoma de salud mental. Nuestro enfoque de trabajo, la terapia gestalt, se enfoca a que la persona ponga atención al momento presente, el aquí y ahora, lo que hace de este enfoque un estilo meditativo de hacer terapia. Porque la toma de conciencia de sí, el darse cuenta y el proceso de autoconocimiento, solo puede suceder en el presente.
Es en lo cotidiano de las pequeñas acciones diarias, donde si uno le presta atención. puede encontrar una mayor profundidad y serenidad cuando se es uno con lo que se hace.
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